Tribuna Económica
Carmen Pérez
T area para 2025
La consulta del especialista
Acasi 7.000 kilómetros de España se encuentra Chicago, la ciudad del viento y donde se celebra la última maratón que me queda para completar el circuito de las Majors, junto a Nueva York, Londres, Berlín y Boston. Mis sensaciones para esta prueba son un poco contradictorias. Por un lado, quiero acabar el reto que me planteé el día que decidí correr la primera maratón, y por otro, la presión e incertidumbre acerca de si podré acabarla. Hacía tres semanas que me estaba tratando de una fascitis plantar en mi pie derecho, que ha precisado que yo mismo me infiltrara 5 días antes de la carrera, debido la mala respuesta al tratamiento y la premura de tiempo. Las molestias han cedido completamente pero no he probado mi pie corriendo; prefiero reservarlo y jugármelo todo el día de la carrera.
Chicago nos recibe con fresco (7º C) y un día soleado, ideal para correr. Diecisiete españoles con el objetivo de acabar. Como siempre, mis amigos Manuel Villanueva, Carlos Calderón y Alberto Ballesta a mi lado. Además, mi mujer Ana me acompaña para compartir sensaciones y experiencias y de paso, a ver si queda hipnotizada por el ambiente y se engancha al running.
Día de la carrera
Me despierto antes de que suene el despertador a las 5:00 de la mañana. No he dormido bien, nunca lo hago el día de la maratón. La salida del grupo de nuestro hotel está prevista para las 6:00 y la carrera se lanza a las 7:30. Ducha, galletas y batido. Me coloco la ropa que he elegido para esta carrera, junto al chip y el dorsal. Ansia y nervio en el grupo. La recepción está atestada de corredores formando un mosaico de colores y nacionalidades, pero unidos por una pasión. Ya en la salida, nos han dividido en diferentes cajones en función de la marca acreditada. Nos despedimos de Alberto y Carlos con un abrazo emotivo y deseándoles suerte, "¡nos vemos en un rato!" grita Manolo.
SALIDA 7:30 Grand Park: El alcalde de Chicago, gran aficionado al triatlón, Rahm Enmanuel, nos dirige palabras de ánimo y nos agradece el haber venido a Chicago a correr. Suena el himno nacional y el silencio entre los miles de corredores sobrecoge. Qué envidia siento. Abrazo a Manolo, "gracias amigo por estos años de locura deportiva, vamos a disfrutar" le digo. Cada maratón tiene su canción y en ésta, Bruce Springsteen y su 'Born to run', es la que ha elegido la organización para activarnos y que salgamos lanzados a devorar kilómetros. ¡¡¡Qué subidón!!!
Hace una mañana muy fría, unos 4 grados. La estrategia de la carrera, salir prudentes e ir de menos a más, no vayamos a tener una contractura o rotura fibrilar debida al frío que nos saque de la carrera.
Km 5: La Salle St. en pleno centro de Chicago. Edificios majestuosos contemplan a las 45.000 sombras que recorren el Downtown al galope. De momento, sin noticias de mi pie derecho. Como todo lesionado, una vez nos reincorporamos al ejercicio, parece como si estuviéramos a la espera de que el temido dolor reaparezca y la pesadilla comience de nuevo. No es mi caso hoy, por ahora.
Km 10. Broadway St. Ha amanecido y el sol se asoma tímidamente entre las filas de rascacielos. Empezamos a sudar. 56 minutos. Lento pero firme el paso. Sumo cada kilómetro como una victoria y siempre me asalta la misma pregunta: ¿Podría acabar la carrera andando desde aquí? ¿Qué tiempo tardaría? Corro con el freno de mano puesto. No me fío aún.
Km 21. Orleans St. Media maratón. 1 hora 56 minutos. Recorrido completamente plano de avenidas anchas y abarrotadas de seguidores animando sin parar. Veo a mi mujer Ana en el punto que habíamos acordado. ¡qué alegría más grande! Nos abrazamos unos segundos… la gente que nos rodea nos aplaude y sonríe. Me siento como Richard Gere en Oficial y Caballero.
Le digo que voy bien, que me la acabo. Tengo más energía ahora que el conejito de Duracell. Los siguientes kms. no me entero que voy corriendo, parece que floto sobre el asfalto. Un cartel gracioso, "Chuck Norris nunca ha corrido una maratón".
Km 25. Jackson Bv. Manolo hace la goma. Se adelanta y atrasa y cada poco me pregunta por mi pie. Le miro y le digo "vamos a correr de verdad". Empieza la carrera ahora. Vamos a batir mi récord. El clásico "Go Anchoniou" como pasó en NY y en Boston, vuelve a hacer aparición.
Km. 30. Vamos casi 30 segundos más rápido por km. Ya no hay miedo, ni muro ni fascitis; vamos a darlo todo. Nos queda solo una hora para seguir disfrutando hasta que esto se acabe. Un cartel me sobrecoge "No sois simples corredores, sois maratonianos". Vello de punta.
Km 35. Mantenemos el ritmo alto, y vamos adelantando corredores. A estas alturas, cada uno hace lo que puede. Nunca me había encontrado tan fuerte en la segunda mitad de una maratón. Manolo me pregunta si todavía quiero ese récord, que me puede llevar hasta donde las fuerzas le aguanten. Le miro a los ojos y le digo: "No amigo. Vamos a disfrutar lo que nos queda; sin agonía".
Km 42. Columbus Drive. Miles de personas enloquecidas, aplaudiendo. Vemos la meta. Manolo y yo vamos juntos, le doy un abrazo y le digo entre lágrimas: "gracias AMIGO, gracias por haberme traído hasta aquí. Sin ti no hubiera tenido la fuerza mental de poder entrenar y acabar estas seis maratones".
Por mi cabeza pasan imágenes del Antonio Ríos de antes, sedentario y pasivo y lloro al reconocerme en este Antonio Ríos, activado, maratoniano y mentalmente más fuerte. Entramos cogidos de la mano. 3 horas 48 minutos, lejos de mi mejor marca pero mucho más feliz que cuando la logré. Nos ponen la clásica medalla y nos hacemos las fotos de rigor. Tanto Alberto como Carlos completan la carrera. Todos contentos.
Hace 5 años que empecé a correr. Han sido miles de kilómetros y seis maratones completadas con las piernas y el corazón. Un buen día, mi vida cambió. Bendito cambio. Soy otra persona, pienso diferente, siento diferente, vivo diferente. Desde esta modesta tribuna animo a todo el mundo a que haga ejercicio. Su vida, su salud y su familia, lo agradecerán. Garantizado.
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