"Estuvimos volcados con la gente, le dábamos la mitad de la ración"

El cabo mayor se desplegó con la Agrupación Málaga y destaca el "carácter humanitario" de una misión de éxito

José Antonio Pinto ha estado en Bosnia, Líbano, Kosovo, Irak y Afganistán. / Iván Gómez
I. Gómez

09 de enero 2018 - 02:34

El cabo mayor legionario José Antonio Pinto ha participado en tres despliegues en Líbano, dos más en Afganistán, otro en Irak y también en Kosovo. Pero antes de todas esas misiones de paz se enfrentó a la primera a finales de 1992, hace 25 años, al partir con la Agrupación Táctica Málaga a Bosnia a defender a la población de este rincón de los Balcanes de un conflicto bélico que provocó miles de muertes injustas. Pinto era cabo primero entonces y se ofreció para estar en la primera rotación sin pensárselo. Destaca el "carácter humanitario" de la misión que desempeñaron como cascos azules y señala que desde el primer momento "estuvimos muy volcados con la gente que lo estaba pasando muy mal". No se podían mantener al margen de la situación: "Les dábamos la mitad de nuestra ración". José Antonio Pinto asegura que el carácter de los españoles ayudó mucho, "nos hacía empatizar con la población y aprendíamos hasta sus frases habituales". Aún hoy recuerda alguna y desde hace un cuarto de siglo no ha pisado suelo bosnio. Recibían regalos de los vecinos en el campamento de Jablanica en el que estaban desplegados y correspondían con presentes que les mandaban sus familias para los críos desde nuestro país.

"Los españoles éramos los únicos que podíamos ir por cualquier zona hostil, agradecían nuestra imparcialidad y nos respetaban", asegura con la satisfacción del debe cumplido el cabo mayor. Se se comenzaba a forjar la leyenda de la Legión a la que Bosnia situó en el mapa, prestigió y consolidó. "Era la primera vez que salíamos fuera y estuvimos a la altura". El legionario asegura que ha sentido más peligro en otras misiones como la de Afganistán e Irak, si bien recuerda episodios difíciles de olvidar. "Un día pasabas por una casa y veías a una familia en la puerta y al día siguiente volvías y sólo había piedras".

En la antigua Yugoslavia había un nivel alto de inglés y siempre se hacía viable la comunicación. Con los familiares en España se podían llamar casi todos los días. Había cabinas y tarjetas, lo que no tenían era apenas tiempo. "Se nos pasó el tiempo muy rápido porque teníamos un volumen de trabajo muy alto", concluye.

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