El vino a granel de las bodegas de Almería y el embotellado de Savin
Pequeñas historias almerienses
Las botellas de vino tinto, rosado y blanco de Savin coparon las tiendas y supermercados almerienses hace medio siglo

Almería/Hasta mediados de los años sesenta, las familias almerienses adquirían el vino de mesa, para el consumo doméstico, en las bodegas y en algunas tiendas de ultramarinos. Se vendía a granel y se transportaba y conservaba en garrafas pequeñicas recubiertas de rafia o en botellas de cristal verdoso con capacidad para un litro.
Si en la familia había algún hijo adolescente, o más o menos espigado, era el encargado de ir a comprar el vino; se veía mal que una mujer por muy madre que fuese entrara en una bodega. Y allí, en aquellos mostradores de mármol blanco y madera oscura, donde se anotaban a lápiz las largas cuentas de los borrachuzos, y frente a los inmensos barriles de cuatro arrobas y media, los chiquillos de hace 60 años pedían el vino para su papá. Siempre había una bodega cerca de cada casa, por lo que el “mandao” se hacía rápido: “El Uno y Dos”, “En la esquinita de espero”, “La Reguladora”, “El Perú”, “Estrella”, “Casa Puga”, “León”, “Casa Ortega”, “Del Patio”, “Jumilla”, “Núñez”, “Los 7 días”, “La Oficina” o “Montenegro”, lugar predilecto de los curas para proveerse de vino de misa… y de mesa.
Algunos taberneros conocían de sobra a los muchachos porque iban siempre a por el vino de su padre. Y no hacía falta ni hablar. Cogían la “demajuana” desde dentro de la barra, la llenaban con la variedad preferida, cobraban y adiós muy buenas. Famosos eran los bodegueros José Figueredo Fuentes (+ 04/1968) y su hijo Paco, en la Plaza de San Pedro; Francisco Márquez Torrecillas y Carmelo Benavides Martínez (1917-1974), en el Barrio Alto; Antonio Campos Ortega y Antonio Gil Cabezas, en Obispo Orberá; Rafael Martínez Oña en la Rambla Alfareros; Francisco Plaza en la Avenida Vilches; Urbano Pérez Gutiérrez (1912-1985) en la calle Santísima Trinidad o Amaro Vicente Delgado en la calle Arquímedes. En 1968, el registro oficial de tabernas y bodegas de la delegación provincial de Hacienda ascendía, solo en la capital, a 97 establecimientos.
SAVIN EMBOTELLADO
Ese proceso de compra-venta se alteró de forma radical con la comercialización del vino embotellado. A principio de los años setenta comenzaron a aparecer en las estanterías de los “Spar” y de las tiendas de barrio de Almería las botellas de cristal de morapio blanco, rosado y tinto. Ya habían entrado en los hogares las de “Quina Santa Catalina”, pero como aquello era para que a los niños les diera ganas de comer, se consideraba casi un medicamento. Más aún, cuando en la etiqueta venía la foto de la santa.
Y la marca que revolucionó el vino de mesa embotellado, no solo en la provincia sino en España, fue “Savin”. La fundaron en Logroño José Ortigüela (1926-2020) y Juan Alcorta Maiz (1921-2004) en diciembre de 1963 y alcanzó su máximo esplendor en los años setenta. El nombre correspondía al acrónimo “Sociedad Anónima Vinícola del Norte”.
El vino “Savin” llegó a Almería algo más tarde que a otras provincias. Como todo. El agente comercial Manuel Muñoz García ya tenía la distribución en 1977; la gestionaba desde su despacho en la calle Doctor García Langle. Lo ofrecía a supermercados, tiendas y pequeños comercios donde, ya sí, las amas de casa compraban el vino para su esposo. Una botella de litro costaba 37 pesetas en las tiendas “Contur” de la calle Juan Lirola y del Centro Comercial Altamira, cuya propietaria era la viuda de Diego Rodríguez Juárez. En el “Ecoprix” de La Cuesta de Los Callejones valía 38 pts. Por aquellos años, en 1978, el vino experimentó una subida de precio del 30 % porque las cosechas en las zonas productoras fueron muy malas.
Las botellas de litro de “Savin”, junto con el azúcar y los yogures, fueron uno de los productos “con precio gancho” en la apertura del supermercado “Galerías Siglo XX”, en los locales del “Edificio Monteagud”, frente a la Plaza de Toros, pero al otro lado del cauce de la Rambla Belén. Costaba 33 pesetas. Este negocio se inauguró en diciembre de 1979 y abría los sábados por la tarde; un verdadero reclamo para principio de los años ochenta. Ese espacio lo ocupa hoy un “Súper Eco” y antes, un “Súper Olé”.
GARANTÍA DE UN BUEN VINO
Cuando la marca comprobó el éxito del producto redobló la producción e inició una feroz campaña publicitaria. La foto de una mujer moderna con una botella en la mano venía acompañada por el “slogan” “Llevando Savin tiene la garantía de un buen vino”. Luego, el texto del anuncio impreso en las revistas explicaba que “en la compra diaria la calidad tiene que ser una preocupación constante”. Un claro ejemplo de un producto destinado a hombres, pero con una publicidad dirigida a la mujer porque era la que iba a la tienda a comprar. Había más, como la sonriente, impoluta y maquilladísima señora colocándole al marido la botella de vino tinto en la mesa con mantel de cuadros rojos y un lema “El vino, Savin; sin dudarlo”.
Más humillante, aún, era otro anuncio de marzo de 1972 para promocionar unos talones regalo por la adquisición de “Savin”: “Los hombres entienden de vino… las mujeres de cheques”. O este otro anuncio insertado en ABC en 1969: “¿Por qué las mujeres compran Savin? “Responde un ama de casa: porque mi marido ya lo había probado durante sus viajes. Al verlo anunciado en Madrid me dijo que lo pidiera en la tienda. Lo compré, y está encantado con este vino”.
No obstante, al margen de estereotipos hoy impensables, la calidad era el argumento central de los mensajes que se enviaban al consumidor. En publicaciones especializadas, “Savin” insertaba anuncios muy explicativos sobre el proceso de selección de uvas, presencia de enólogos e ingenieros agrónomos en un proceso productivo que cumplía con las exigencias alimenticias e incluso se hablaba de la existencia de un departamento de control de calidad.
El fútbol, y el Betis Balompié, fueron fuertes argumentos publicitarios del vino. En 1971 regalaba entradas para ir al campo a ver al equipo verdiblanco de Sevilla donde jugaban Villanova, Pachón o Benítez. Hasta Almería llegaron anuncios en vallas publicitarias donde se leía “Savin FC, el vino deportivo.” No era otra cosa que una promoción de regalos consistentes en balones de fútbol serigrafiados con el nombre comercial. Al abrir la cápsula de plástico de la botella –porque no llevaba corcho- se podía obtener una pelota gratis; mala, pero como era de regalo...
“Savin” fue desapareciendo poco a poco, sustituido por otras marcas. En cambio, aún quedan por Almería algunas de esas bodegas históricas, con toneles de madera vieja, donde los niños que hoy son abuelos iban a comprar el vino para las comidas de sus papás.
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