Del vino de Adra. De los Trell a Juan Jiménez

Almería

El autor, continuando en la senda del artículo anterior, nos habla sobre familias y tierras abderitanas.

¡Visca Catalunya! ¡Visca Valencia! Y un hurra por los repobladores de Almería

Antiguo cosechero en Adra con fondo de una ilustración de un cortijo
Antiguo cosechero en Adra con fondo de una ilustración de un cortijo / José Luis Ruz Márquez
José Luis Ruz Márquez

17 de marzo 2024 - 03:00

Almería/Ya les conté en el artículo anterior que el desencuentro del castellano con el catalán venía de lejos: sin entender que un apellido pudiera terminar en “ll” los abderitanos a la familia Trell la nombraron “Tren” y “Trenes” a sus miembros, los únicos que solo veían bien escrito su apellido en el registro de propiedad, reflejante del poderío que le correspondía por ser el de una de las más ricas e ilustres por enlaces y por ella misma, venida a Adra cuando don Pedro Pablo del Trell y Viu, gobernador de Motril, casó a comienzos del siglo XIX con doña Ana María Gnecco.

A mediado del siglo XIX, por las tierras de Adra y Berja se repartían once cepas: “Jaén”, “Valenciano”, “Tinto fino”, “Ubices”, “Montuas”, “Visiriego”, “Clarilla “Pasa larga”, “Moscatel”… y, cómo no, la “Pero Ximénez” que con ese nombre de hombre antiguo tiene desde hace siglos fama y parientes de sangre en todos las bodegas de España; y con las cepas, nueve parras desde la “Andrajosa” a la “Mollar” nombre engañoso del que se pudiera esperar otra cosa, cuando era “en verdad la uva de la gente pobre”. Mucha variedad: mucha cepa, mucha parra… y ¿del vino qué? Pues nada, que aquellas uvas de El Trebolar, la Contraviesa y Río grande arriba, en Salobra y otros parajes ya virgitanos, trajeron los vinos alpujarreños, de tonel y pellejo, destinados a ser bebidos en casa y en las tabernas, a agilizar lenguas en el trovo y piernas y brazos en los fandangos bailados bajo el emparrado a las puertas de los cortijos…

A don Pedro del Trell y Chacón, comandante que había sido de las dos compañías de Milicias Nacionales de Adra, le cupo el honor de ser el primero en envidriar el vino abderí, de hacerlo saltar de la cuba a la botella con la mira puesta en su promoción, ya iniciada la segunda mitad del siglo XIX… en que lo echó a viajar por vez primera en uno de los llamados de postre a la exposición internacional de 1862 en dos botellas que hicieron el viaje a Londres en compañía de otras dos de vino de Gatuna, de la finca alhameña de los Jover, que a eso y poco más, se reducía entonces el mundo bodeguero de Almería.

En uno de mis primeros recorridos en 1973 por el cementerio viejo, y abandonado, de Berja di con don José del Trell y Chacón descansando en paz, que era un decir, en medio de aquel caos profanador, y avisé a su descendiente Jacobo Oliveros Gil de Avalle quien a toda prisa trasladó sus restos al enterramiento familiar de Adra A él, con su hermano don Pedro del Trell, le debe Adra sus primeros vinos reglados con los que compitieron en exposiciones nacionales y extranjeras en una actividad a la que se acabaría sumando el hermano menor, y militar, don Miguel del Trell y Chacón, amigo de Martínez Campos y de O’Donnell y quien hubiera acabado de general, como ellos, de no haberse dado cuenta a tiempo, en 1867, de que lo suyo no eran el sable, la asonada y ni el pronunciamiento por lo que echó al olvido sus años heroicos en las guerras carlista y africana y guardó la guerrera de las tres estrellas de ocho puntas de coronel de estado mayor y por el terruño fue diputado y senador… en una biografía política a la que pueden ustedes acercarse de la mano, de la pluma, de Antonio López Romero, mi alumno y sin embargo amigo, y además compañero de escudriño en el pasado de Adra.

Cortijo vinatero
Cortijo vinatero / José Luis Ruz Márquez

Se dedicó don Miguel a sus negocios infinitos, a la ganadería, a la minería y, como no, al campo, a la viticultura en una labor compartida con sus hermanos y, fallecidos estos, ya en solitario, sin competencia alguna a no ser la tímida de don Pedro Antonio Brignatí Morelló un emprendedor más de sangre italiana en Adra (1815-1889), quien en la Exposición Universal de París de 1878 obtuvo por su “tinto de pasto” medalla de bronce, la misma recompensa concedida a don Miguel del Trell por su “tinto supurado”’... Luego entraron a saco el mildiu, el oidio y la filoxera, unas bombas de racimo que mandaron todo al garete, aunque no por eso desapareció el vino del Trell y cuando su criador murió en Berja en 1908 él seguía con ganas de vivir y aún 34 años después tenía fuerza para hacerse canción en las radios de cretona, en la voz prodigiosa de Concha Piquer y el verso de gloria de Rafael de León, convertida en una gaditana de tirabuzones que impone a su galán el ir a Puerta de Tierra, para ver un barco de guerra:

“Y luego los dos juntitos,

daremos un paseito,

y tomaremos un chatito,

de vino del Trell,

anda vente, mi moreno,

que ese vinillo es muy bueno,

y nos sentará bien.”

Y bien bueno que sería, pues teniendo a mano la tierra de Cádiz, vinatera por excelencia, la moza, para agasajar al galán, recurre al vino de Adra y Berja, lejano, en la otra punta de una autonomía que, ya granadina, empieza a amurciarse, para acabar perdiendo su condición andaluza…

Cosechero de vino en Adra
Cosechero de vino en Adra / D.A.

Un siglo después, en una carrera de relevo, si no la antorcha, sí cogió la botella de la mano ya borrosa de don Miguel del Trell, mi amigo Juan Jiménez Santisteban -del que siempre me pregunto el grado de parentesco que le une con el hombre-vino, Pedro Jiménez- y se fijó meta en las nubes y plantó viña en 1996, en el paraje del Barranco de Bolaño, pago del Rincón de la Cautiva, evocación plena de lejanos y romanceros tiempos de moros y cristianos. Polifacético por inquieto, igual que crea una bodega -Bolabana, de Bolaños y La Habana, alfa y omega de su devociones- funda y preside una peña flamenca, La Torre, o, alquimista, hace, magistral, una fórmula de botica, da clase en el Instituto, publica sus libros… y aún hace que tú publiques los tuyos, que es el caso de mi “Adra, Siglo XIX” de 1981... Un repoblador rezagado y castellano viejo, de Sotillo del Rincón, el campanario al que vuela, migratorio, todos los años al encuentro con sus recuerdos y con sus ancestros. La verdad es que nunca vi un soriano que diera tanto de sí, por extensible y por generoso. Si de fiar es el que bebe vino ¿Qué no habrá de ser el que, además, lo fabrica? Un dios. !Quién estuviera hecho a su imagen y semejanza!

stats