Hasta la victoria siempre: almerienses en la reconstrucción de la zona cero de Valencia
Medio centenar de bomberos de Almería, Levante y Poniente, ocho efectivos de Vigilancia Aduanera y quince de Cruz Roja, policías locales de El Ejido y más de 300 legionarios trabajan sin descanso en la zona catastrófica
Un segundo contingente viaja de la base de La Legión en Viator hasta Valencia
Valencia/Valencia empieza a levantarse tras sufrir la mayor tragedia climática de lo que llevamos de siglo con la ayuda de miles de especialistas y voluntarios llegados de casi todos los rincones del país, entre los que figuran un importante número de almerienses desplazados a la zona cero de estas virulentas inundaciones asociadas a la dana que ya han costado la vida a 217 personas mientras sigue la búsqueda, cada vez menos viable porque se cumple una semana, de los que continúan en paradero desconocido. Desde nuestra provincia se han movilizado más de un centenar de profesionales de los bomberos de Almería, Levante y Poniente, Vigilancia Aduanera, Cruz Roja, Guardia Civil e incluso de policías locales y más de 300 legionarios, además de los ciudadanos que se han desplazado a título particular integrándose en plataformas de voluntariado, para contribuir a las labores de rescate y reconstrucción de los pueblos que se vieron arrasados por la gota fría de la madrugada del martes.
La provincia valenciana ha sido tomada por las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado con casi 10.000 agentes y otros 7.500 militares del Ejército en su mayor despliegue en tiempos de paz. Hay patrullas en todas las carreteras y puentes que conectan ambos márgenes del río Turia y no dejan de zumbar las sirenas ni los helicópteros. La capital valenciana está a sólo cinco kilómetros de la pedanía de La Torre, a siete de la localidad de Alfafar y a ocho del municipio de Paiporta, pero son dos mundos totalmente opuestos, uno que llora por lo ocurrido pero no ha sufrido daños y mantiene la rutina en casi todos los aspectos, con la excepción de los medios de transporte por los cortes de la red viaria y comunicaciones en tren, y otro mundo distópico, de paisaje dantesco y apocalíptico, en el que miles de personas han perdido sus casas y negocios. Unos turistas italianos se hacen fotos delante de la espléndida fachada del Ayuntamiento en la Ciutat Vella a pocos metros de ramos de flores depositados en las últimas horas con mensajes de duelo y solidaridad: “Por las víctimas de la dana” o “Todos somos Valencia”.
Las banderas cuelgan a media asta en todas las instituciones, también las de la playa de la Malvarrosa, y en un hotel de Canet de Berenguer, a escasos kilómetros del puerto de Sagunto, se escuchan rezos por los afectados, pero con cánticos religiosos y guitarras, en el encuentro de una comunidad cristiana. Una de las recepcionistas confía en que las ayudas lleguen antes a Valencia que a su tierra, las islas Canarias, tras los destrozos de la erupción del volcán de La Palma en 2021. En las terrazas toman cañas y vermú y por la mañanas se multiplican los que salen a hacer footing entre naranjos en la vega del río Palancia. A dos calles al sur, la desolación. El recorrido en los últimos días a Valencia, a través de la V-30, la A-7 o la N-322, era un viaje hacia el infierno en tiempos de conmoción.
Coches destrozados sobre aceras, en ocasiones amontonados unos sobre otros, árboles por los suelos, mobiliario de todo tipo aplastado contra quitamiedos y camiones de gran calibre volcados como si los hubieran retorcido los dioses del trueno. Uno de bomberos de Valencia está tumbado junto al arcén con los cristales rotos. Los ejes que comunican a los pueblos más afectados se han convertido en cementerios de los vehículos -marcados con V si hay personas y con X si están vacíos-, y sus calles en vertederos gigantes de muebles hinchados a los que las riadas han arrastrado de bajos y locales después de arrancar puertas y marcos.
Es un escenario de desolación parecido a una zona de guerra con avenidas enfangadas por ríos de lodo de hasta dos metros, inaccesibles por la acumulación de turismos y otros enseres como frigoríficos, teles y sillones, y dolorosas historias de muerte de conocidos y familiares que marcarán un punto y aparte en la memoria colectiva de Valencia. La capital mira desde la distancia, entre el exasperante concierto de sirenas y la última hora de los noticiarios, pero la indolencia es cosa del pasado, la sociedad actual emana solidaridad a raudales. Han sido miles los ciudadanos, muchos de ellos jóvenes veinteañeros hijos y nietos de los que sufrieron las inundaciones de octubre de 1957, que cogieron palas y cubos, alimentos y botellas de agua para estar con los vecinos de los territorios devastados. Familias enteras han salido con escobas y carros de la compra en auxilio de los afectados, limpiando el mar de fango mientras tractores y grúas retiraban coches apilados. Una ola de solidaridad que en la jornada del sábado congregaba a miles de voluntarios, convocados a través de Telegram y WhatsApp, desde la Ciudad de las Artes. Casi cien autobuses rojos de Transvía partían del Oceanografic con la primera luz del alba para volver poco antes de caer la noche extenuadas con barro hasta en las orejas.
La coordinación ha ido mejorando conforme pasaban los días y recibían guantes, mascarillas, material e directrices para aportar su granito de arena. “Sols el poble salva el poble” era el sentir mayoritario de una energía social colectiva que este domingo se rebeló contra los gobernantes y los monarcas en su visita oficial a Paiporta. Hombres y mujeres de la Comunitat Valenciana con ayuda de los que han peregrinado desde distintos puntos de España, pese a las restricciones de tráfico del puente de Todos los Santos, son el mejor ejemplo de unión de un país en la adversidad. Pero esa solidaridad desbordó la capacidad de intervención en una crisis que recalibra sus necesidades de forma frenética. Porque el peor enemigo ante cualquier emergencia es la improvisación. Y es ahí donde Almería, más allá del envío masivo de miles de kilos de alimentos y ropa de ayuntamientos, empresas, asociaciones y cofradías, está jugando un papel fundamental en la lucha contrarreloj de las labores para el rescate y salvamento, limpieza y desinfección, reparto de víveres y prevención de saqueos. Del Consorcio de Bomberos del Levante han llegado a ser 30 efectivos sobre el terreno, en el que se desplegaron el jueves, dentro de un puesto de mando unificado con 120 compañeros de Málaga, Granada, Córdoba y Cádiz, entre otras provincias.
Los especialistas integrados en la entidad que pertenece a la Diputación se instalaron en la avenida de los Reyes Católicos de Alfafar, pero han tenido que salir a otros pueblos despedazados porque cuentan con maquinaria clave en la actual fase de trabajos como las bombas de achique de agua, toro y elevadores de vehículos, camión grúa, bomba rural pesada y hasta un puesto de mando avanzado. Así lo cuenta Francisco Javier Flores, coordinador del servicio y uno de los 22 componentes que siguen en la expedición, quién detalla a este medio que también disponen de materiales para el desescombro, excarcelaciones y una tronzadora para metal y hormigón. Nada más llegar del parque de extinción de Turre tuvieron que ir a Paiporta, uno de los epicentros de las lluvias torrenciales, para la búsqueda de personas en sótanos y garajes en los que achicaban miles de litros de agua. Los equipos tienen que ser autónomos en la manutención y alojamiento, al menos durante las primeras 48-72 horas, para no ser un obstáculo y entorpecer a los que ya trabajaban en la zona desde la fatídica madrugada del 29 de octubre. Otros diez bomberos de Almería se unieron el sábado a las tareas de limpieza y recuperación con varios vehículos como una bomba rural pesada, un furgón de transporte de personas y carga y un todoterreno pickup. El relevo llegará en breve.
La mitad de los efectivos estuvieron achicando agua en un parking de dos plantas y los otros se encargaron de baldear calles. Y los últimos en incorporarse son los bomberos del consorcio Poniente Almeriense que fueron activados en la madrugada del lunes por el puesto de mando de Valencia. El equipo está formado por sargento, dos cabos y nueve efectivos que se han instalado en Paiporta y serán relevados por otro equipo de diez en tres días. Cuentan con vehículos especializados como motobombas de gran caudal, electrobombas de achique, generadores eléctricos y material de rescate. También se han desplazado 15 voluntarios de Cruz Roja y cuatro vehículos de logística, además de un camión multipropósito para la atención sanitaria. Su prioridad son las personas en situación de vulnerabilidad, por enfermedad o por falta de alimentos y también se desplegará el equipo de atención psicosocial por el fuerte impacto que ha supuesto esta situación tan terrible como inesperada para los afectados. Garantizar que no haya víctimas porque no se les atendió cuando necesitaban medicación o productos de primera necesidad.
Ocho funcionarios del Servicio de Vigilancia Aduanera de Almería, organismo policial dependiente de la Agencia Tributaria, llevan días trabajando sobre el terreno con funciones de custodia y seguridad de almacenes y centros logísticos, control de los accesos a puntos estratégicos y lo que pueda ir surgiendo durante su estancia en Valencia. De hecho, en las últimas horas han colaborado con el traslado de enfermos y sanitarios a zonas de difícil acceso. Unidades de la Guardia Civil de Almería se han activado, tanto de la USECIC como de los GEAS, y para las autopsias se desplazaron forenses y auxiliares del Instituto de Medicina Legal de la capital. El policía local ejidense Francisco Manzanares, con amplia formación en situaciones de emergencias y catástrofes, está colaborando activamente durante la búsqueda de personas y lideró incluso un equipo de rescate que había llegado desde Portugal. En breve contará con otros 15 compañeros que van a colaborar en sus días de descanso y que salieron ayer por la tarde desde el Ayuntamiento de El Ejido con cinco vehículos hacia Alfafar.
Pero el contingente más grande lo encabeza la Brigada de la Legión Rey Alfonso XIII de Viator con más de 300 efectivos y 70 vehículos de todo tipo como retroexcavadoras, empujadoras, bombas de achique, ambulancias y camiones. Una de las unidades más demandadas es la de zapadores por su enorme capacidad para trabajar con sus máquinas en la limpieza y recuperación de los caminos y calles de núcleos que son impracticables por el fango y los enseres que los bloquean. Una de las imágenes para la historia de esta tragedia que conmocionó a los españoles es el abrazo que le daba un vecina de Masanasa a uno de los legionarios para agradecerle su trabajo. Repartidos por diferentes puntos de la geografía valenciana a los que llegaron feroces los cauces de los ríos Magro, Turia y Júcar, los legionarios disponen de material de apoyo logístico, sanitario y específico para el refuerzo de la maltrecha movilidad. Por la A-3 llega desde Madrid una caravana de más de medio centenar de vehículos con 170 policías locales y 25 sanitarios del Samur. Una procesión de luces y sirenas que levanta la moral de los valencianos. "De la conducta de uno depende el destino de todos", decía Alejandro Magno. Llegan tarde, pero llegan. Y aquí todos suman.
En los primeros días de intervención de los cuerpos policiales, militares y de emergencias se han realizado 4.800 rescates y auxiliado a más de 30.000 personas en vivivendas, carreteras y polígonos inundados. Pronto acabará el drenaje de garajes y sótanos y se podrá establecer un número definitivo de fallecidos. A partir de ahí comenzará un largo camino. La tarea es hercúlea e irá mucho más allá de la retirada de coches y mobiliario del fango. Una reconstrucción de años necesita la comarca Huerta Sur. Ha pasado una semana y todavía no se ha podido calibrar la dimensión del reclamo en determinados núcleos convertidos en laberintos de dolor. En el cauce del río Turia las pitas se partieron y todavía quedan coches en el canal a la altura de Quart de Poblet. Enfrente de uno blanco, hay una pintada con el retrato de Kempes sobre la cara del Che Guevara con el lema ‘Hasta la victoria siempre’ (Lim Out) pintado en marzo para exigir al propietario singapurense del Valencia Club de Fútbol que se largue de esta ciudad. Es la resistencia che de una tierra que resurge de sus cenizas y se volverá a levantar de otra gota fría más cruel que la anterior.
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