Los variopintos rótulos de las calles de Almería

Pequeñas historias almerienses

Hay placas con los nombres de las vías de la capital de infinidad de formatos, colores y materiales

Placa de la Plaza Emilio Pérez.
José Manuel Bretones

09 de abril 2023 - 00:22

Hace 163 años, el 24 de febrero de 1860, una Real Orden obligó a los ayuntamientos a nombrar y rotular las calles y numerar todas las casas de sus términos municipales. La norma fue firmada por José Posada Herrera (1814-1885), ministro de la Gobernación, en nombre de la Reina Isabel II. Ampliaba la orden de 1846 sobre la alineación de las vías y obligaba a los consistorios a que las “lápidas de azulejos” estuvieran en las entradas y salidas. Y tomando como referencia la plaza principal, los números pares se colocarían a la derecha y los impares a la izquierda.

Almería, ese año, ya tenía innumerables calles con nombres oficiales o populares que, sin estar todas señalizadas, eran perfectamente identificadas por los ciudadanos. Algunas porque conducían a lugares de renombre o espacios comunes, otras porque allí se encontraban vecinos, comercios o industrias significativas y las menos porque estaban dedicadas a personajes históricos ilustres: “calle de Las Tiendas”, “Real”, “Sócrates”, “Hernán Cortés”, “Correo”, “Marín” … No obstante, el alcalde Francisco Jover y Berruezo (1823-1878) y el concejal de Fomento Alfonso Manuel Cano tuvieron que acatar la norma y cumplirla. En 1877, el Ayuntamiento ya había invertido 2.500 pesetas en rótulos.

Vandalismo “made in Almería”

En 1879, el arraigado vandalismo almeriense, que aún perdura, ya hacía de las suyas con los letreros de las calles. En las vías de los barrios más alejados, que tenían la suerte de disponer de placas, los gamberros se dedicaban a apedrearlas hasta extraer sus letras o derribarlas. Gamberrismo que se acrecentó durante el final del siglo XIX y principios del XX. En 1895, la prensa local exigía al alcalde la reposición de los rótulos “arrancados o desaparecidos” en numerosas calles del centro, pero hasta abril de 1898 no hubo respuesta con la adquisición de medio centenar de letreros de hierro con letras esmaltadas.

Algo similar sucedió en 1913 cuando se tuvieron que instalar unas nuevas y estupendas placas de hierro embellecidas a color en las calles “González Garbín”, “Rueda López”, “Sagasta”, “Conde de Xiquena” (llamada antes “Gallo”), “Navarro Darax” (llamada antes “Hermosura”), “Doctor Leal de Ibarra” y “Pintor Díaz Molina”. Estos rótulos se fabricaron en Zaragoza, en la “Casa Manuel Viñado”, que ya era proveedor del municipio almeriense desde 1898.

En 1928 el mármol pasó a ser el soporte elegido por el consistorio local para la rotulación de calles. Según las facturas del lapidario de la calle Lope de Vega Gonzalo Sáez Hernández, aprobadas comisión permanente del 18 de abril de ese año, cada placa costaba 19 pesetas. Una de ellas, maravillosa, aún existe en la entrada a la calle Ayala desde la Plaza de San Sebastián. Se conserva otra de la calle Mariana, pero está colgada dentro de un bar. Una de mármol, maravillosa, marcó hasta 1990 la esquina del Paseo con la calle General Segura. La placa, literalmente, desapareció cuando la reforma del Casino Cultural para convertirlo en sede del gobierno andaluz.

En 1879, el arraigado vandalismo almeriense ya hacía de las suyas apedreando los letreros

En diciembre de 1947 el Ayuntamiento aprobó la denominación y posterior rotulación de las calles de Ciudad Jardín; fue cuando se apostó por nombres, vigentes en la actualidad, de “repúblicas hispanoamericanas y regiones españolas”, según el acuerdo para el que se consignaron 5.000 pesetas. Las numerosas reformas posteriores de los chalés y casas del barrio han provocado la desaparición de la práctica totalidad de los antiguos y preciosos rótulos, fabricados en coloridos mosaicos. El de la calle “América”, por ahora, se ha salvado.

Más tarde, se emplearon rótulos de azulejos de letras blancas y fondo de color azul marino, que formaban las palabras. Preciosos. Numerosas calles del centro de la ciudad aún los conservan: Plaza Virgen del Mar, Gerona, Poeta Villaespesa, Arapiles, Bordiú, Aguilar de Campoo… El acuerdo municipal se aprovechó para eliminar nombres duplicados de varias calles y adaptar a referencias del nuevo régimen otras vías.

Años después, muchas calles se rotularon usando pintura negra y moldes de metal con las letras. Los nombres se formaban de forma artesanal sobre las propias paredes, pero se daba el caso de que cuando el dueño de la vivienda pintaba la fachada los tapaba o mutilaba. Así lo denunció en marzo de 1960 el meticuloso periodista Manolo Román en su sección “Bajo el Manzanillo”: “Acabamos de pasar por una calle en la que leemos Santiago Verga; suponemos que el apellido era “Vergara”.

Imagen de la Calle General Segura.

En 1966, época de vacas flacas, se emplearon placas de cemento o de hormigón grabadas con el nombre de la calle y en el extremo superior izquierda el número del distrito. Existen todavía en innumerables zonas; sobre todo se ven mucho en las calzadas adyacentes a la Plaza de la Catedral y La Almedina.

Un caso anecdótico de esta Almería tan peculiar fue el de la Rambla. Hoy toda ella se denomina de “Federico García Lorca” pero, en su día, fue troceada como una tripa de salchichón y a cada “rodaja” le pusieron un nombre. Y colgaron un letrero con el suyo. Todos los tramos, como daban al cauce, eran “malecones”: “de Primo de Rivera”, “Abellán”, “Mártires de La Salle”, “de los Jardinillos”, “de la Rambla Belén”, “Carlos López Redondo”, “González Callejón”, “Torres Campos” … Varias de esas robustas placas siguen impolutas en las paredes, ya convertidas en arqueología callejera. Por ejemplo, en la esquina de la plaza Circular convive el letrero actualizado de García Lorca con el de Torres Campos, aunque “Google Maps” lo haya difuminado. La fachada del instituto Celia Viñas conserva el de Carlos López Redondo, mantenimiento que se justifica porque fue el impulsor entre 1886 y 1917 de la Escuela de Artes, antaño en ese monumental edificio.

La gran reforma de 1983

El 8 de noviembre de 1983, el Ayuntamiento Pleno procedió a aprobar la rotulación uniforme de las calles y la numeración de todos los inmuebles de la ciudad. Fue tras un acuerdo a instancias del concejal José Manuel Martínez Rastrojo. Se destinaron 10 millones de pesetas para pagar las nuevas placas de las dos mil calles existentes en el callejero fiscal. Son las que existen en la mayor parte de la capital. Se eligió material plástico con el escudo de la ciudad grabado a color en un extremo.

La previsión era instalar, antes de tres meses, al menos dos rótulos en cada vía. Son los que existen en la mayoría de las calles, aunque el sol de nuestra Almería se “ha comido” ya en muchas de ellas el emblema heráldico; eso sí, perduran los letreros que no se han perdido, robado o eliminado, como ocurre en la calle “Olvido”, “hurtado” en 1995. Allí, el Consistorio hace honor a ese nombre y pasa por alto rotularla. Un olvido lo tiene cualquier alcalde. O alcaldes. Porque llevamos cinco desde entonces.

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