Un vaivén de velocidades

Una conducción tediosa y manual con un ritmo cambiante y vigilancia permanente del estado de las vías.

Un vaivén de velocidades
Un vaivén de velocidades
Iván Gómez

18 de septiembre 2016 - 13:07

"Interventor 670 para maquinista 670. Operaciones terminadas". Es el aviso que recibe el conductor del convoy Talgo VI procedente de Madrid y con destino Almería tras la breve parada en la estación de Guadix. Una vez comprobado que están todas las puertas cerradas y no hay riesgo para la seguridad de los pasajeros, el interventor Pedro Borbalás notifica al conductor de locomotora que puede emprender la marcha. El maquinista, Paco, había tomado el relevo en Linares, punto en el que se había quedado el día de antes en la ida al realizar una primera parte del trayecto a la capital de España. Con gesto serio y sin quitar el ojo del tendido de vías, desgrana las peculiaridades del tedioso trazado existente en la línea, sobre todo en el tramo de Moreda a Linares, donde el tren avanza a paso de tortuga. No deja de emplear las señales acústicas, "silbato" según precisa Manuel, un técnico de seguridad de Renfe que le acompaña en cabina. Cada vez que hay un cruce o paso que no está señalizado y pueda tener cierto riesgo se esmera en vigilar ambos lados de la vía y por hacer sonar el silbato para prevenir a los despistados. Reconoce que hay una serie de pasos sin barrera en los que los conductores no tienen las precauciones necesarias y se saltan el stop. No son conscientes de que una máquina de tal calibre, con 89 toneladas de peso y una potencia para alcanzar los 200 kilómetros por hora, tiene limitada su capacidad de desaceleración. El freno no es el mismo en un tren que circula a 100 kilómetros por hora que en cualquier turismo con independencia de los reflejos del maquinista. Algún toro en Vilches y más de un perro en la provincia de Almería han sido embestidos al estar en la vía y no salir a tiempo. La locomotora es la misma desde finales de 2008. La remodelación del Talgo VI afecta a los coches, sobre todo a los interiores, pero no se ha tocado la máquina. Es una máquina que hace diez años entró en servicio para el Altaria Madrid-Murcia. Después se fue incorporando a los Talgo, tanto de Galicia como de Extremadura y en Almería opera desde diciembre de 2008 suponiendo un considerable avance respecto al material que había antes cuya cabeza tractora se tenía que cambiar en Linares. Según nos cuentan, también se puede adaptar a los cambios de ancho al tener ejes de rodadura desplazables a vías del AVE, por lo que se podría mantener una vez que entre en funcionamiento el cambiador de ancho en Granada.

El trabajo de un maquinista del Talgo entre Almería y Madrid es manual, sin los automatismos de otras líneas de Alta Velocidad. Es una actividad tediosa, marcada por el continuo cambio de ritmo en función de las prioridades, los cruces y las velocidades fijadas en cada tramo. De hecho, sobre su panel de conducción, entre todo los botones, señales y palancas, se encuentra el cuadrante de varias hojas en el que se define cada uno de los trazados de la línea. Y las velocidades no dejan de variar. Es un vaivén que puede ir desde los 30 kilómetros hora en diferentes curvas y pendientes y los cerca de 160 que alcanza en Santa Cruz de Mudela, uno de los pueblos más bonitos de Castilla-La Mancha. De hecho, probablemente es uno de los trazados de la red ferroviaria en nuestro país con más cambios significativos de velocidad (CSV). Entre Linares y Almería, cuyo primer tramo de Guadix hasta la capital almeriense se inauguró el 25 de julio de 1895, hay de todo. El sinuoso trazado va ceñido a montañas, sucediéndose buen número de túneles, pero también circula a través de valles a campo abierto. Olivos y almazaras a los dos lados en territorio jienense y más escarpado una vez llegados a la provincia de Granada. Se van entremezclando los paisajes del sureste español mientras Paco prosigue atendiendo las órdenes que transmiten las balizas y las limitaciones de marcha fijadas.

A la altura de la barriada de El Potro, recién pasado el término de Benahadux, el conductor señala un punto negro, un paso si apenas señalización en el que se extreman las precauciones. Le ocurre igual al pasar Gádor y ya casi en el destino, a la altura de El Puche, si bien este último paso a nivel está en peligro de extinción. Al menos eso viene anunciando Fomento a través de la sociedad Almería Alta Velocidad. El camino de vuelta en el Talgo VI desde Madrid, para el que sale a primera hora de la mañana, es más ameno al no tener apenas paradas con su pertinente reinicio de la locomoción. Es un trayecto casi similar en horario, pero más tranquilo, además de no difuminarse el paisaje hasta que se oculta como ocurrió al caer la noche el día antes. El tren está en Almería a las dos y veinte. Se acabó el viaje infinito de ida y vuelta.

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