El universal poeta (IV). Federico García Lorca y sus asesinos (2ª parte)

Cultura

En el libro "Las trece últimas horas en la vida de García Lorca", de Miguel caballero Pérez, se revelan los rostros y nombres de los ejecutores del poeta

El universal poeta (III). Los asesinos de Federico García Lorca (1ª parte)

Federico García Lorca, poeta universal
Federico García Lorca, poeta universal / D.A.

De la mano de Lorca no acudimos a ningún funeral. Asistimos a los melancólicos presagios que habrían de manifestarse con toda brutalidad en su asesinato. Hace muchos años, a medida que se acercaba el 19 de agosto, como venía siendo habitual, sin excepción, Luis Rosales recordaba, como en esas mismas fechas, en esas horas de canícula granadina, Federico García Lorca, su amigo del alma, su maestro, su espejo, vivía bajo el mismo techo que su familia, en la casa Rosales, de la calle Angulo, donde se refugiaba el poeta poco después de que la casa de verano, la Huerta San Vicente, fuera “visitada” por destacamentos nacionalistas que auguraban negros nubarrones en el futuro familiar.

Los Rosales, amigos de la familia Lorca, pero especialmente Luis, invitan a su casa al poeta, en pleno centro de la capital granadina, a unos cincuenta metros de la Plaza de la Trinidad y siendo el domicilio de uno de los máximos responsables de Falange en Granada –hermano de Luis-, parecía el sitio más seguro. Pero no fue así. Federico no terminó el mes de agosto en la casa de su amigo, de la que fue sacado para conducirle al Gobierno Civil, en la calle Duquesa, lo que hoy es la Biblioteca de la Faculta de Derecho, de donde salió para no regresar con destino al barranco de Víznar.

Una veintena de hombres componen la lista de implicados de manera directa e indirecta en el asesinato del universal poeta.

La orden parte, para su detención el 16 de agosto de 1936, del teniente coronel de la Guardia Civil, Nicolás Velasco Simarro. Según el investigador Miguel Caballero, tres fueron las razones de la implicación del oficial de la Benemérita en la detención: “Su cercanía personal a los Roldán, primos y rivales de la familia del poeta; su odio a Lorca por “El Romance a la Guardia Civil” y la casualidad de ponerle en sus manos al poeta”. Fueron a detenerle Ramón Ruiz Alonso, Federico Martín Lagos y Juan Luis Trescastro. En ese preciso momento solo estaban en casa las mujeres. Ni Miguel, ni Luis, ni Gerardo, ni José Rosales pudieron hacer nada por parar la detención.

Federico García Lorca
Federico García Lorca / D.A.

Ruiz Alonso era un miembro destacado de la CEDA y admitió ante Agustín Penón su participación en la detención del poeta. El falangista Martín Lagos formaba parte de la escuadra que ofrecía sus servicios en el Gobierno Civil.

Trescastro Medina era un abogado emparentado con Lorca y destacado miembro de Acción Popular que no solo participó en la detención sino que el coche Oakland en el que fue trasladado Federico era de su propiedad.

Ya una vez llegado al Gobierno Civil donde se encuentran una serie de inspectores de policía y miembros destacados de la trama civil del alzamiento nacional. Julio Romero Funes fue el inspector que ordenó el traslado de García Lorca a Víznar, antesala de muerte.

José Mingorance Jaraba era otro de los inspectores en el Gobierno Civil que presenció la detención y a quien el régimen de Franco le solicitó información sobre el asesinato.

Los hermanos y abogados Manuel, José y Antonio Jiménez de Parga desde el primer momento de la sublevación estuvieron en el Gobierno Civil como colaboradores de Valdés y autores de las listas negras.

Rafael Martínez Fajardo, teniente de la Guardia de Asalto, fue quien recibió la orden de trasladar al poeta hasta Víznar, fue él quien despertó aquella madrugada al capitán Nestares y quien le dio el duplicado de la orden de ejecución de García Lorca, la misma que el militar dijera que rompió en ese momento.

“Se le vio, caminando entre fusiles,

por una calle larga,

salir al campo frío,

aún con estrellas de la madrugada.

Mataron a Federico

cuando la luz asomaba”.

Así comienza el célebre homenaje en verso que Antonio Machado tributó a Federico García Lorca con motivo de su fusilamiento. Como reza el título del poema, “el crimen fue en Granada”, concretamente en la carretera Víznar- Alfacar, un mes después de la sublevación que provocó la fraticida guerra. Cada aniversario de aquel ya lejano 5 de junio sirve también para recordar a quienes compartieron con él un final tan despiadado: dos hojalateros de la CNT, de oficio y banderilleros del matador Andrés Hernández Villalta “Villalta II”, en los carteles: Francisco Baladí Melgar “El Colores”, y Joaquín Arcollas Cabezas, alias “Maganza”. Y un maestro cojo que ejercía en Pulianas, de nombre de Dióscoro Galindo González, natural de Ciguñuela, de 58 años, dejando viuda y un hijo. Partidario de una educación laica y secularizada, dieron mucho que hablar ciertas actitudes suyas, humanitarias y poco frecuentes en el magisterio de entonces. Como solía pasar con tantos maestros fusilados por el mal llamado “bando nacional”, poco después se le abrió un expediente con suspensión de empleo y sueldo.

Lorca durante una locución en Radio Stentor en marzo de 1926
Lorca durante una locución en Radio Stentor en marzo de 1926 / D.A.

Los hombres que ejecutaron a Federico García Lorca

El investigador Miguel Caballero Pérez en su libro “Las trece últimas horas en la vida de García Lorca” (Editorial La Esfera de los Libros), revela los rostros y los nombres de los seis ejecutores. Además, el investigador fija la fecha exacta de su muerte, el 17 de agosto de 1936, la misma noche de la detención, no el 18 como se pensaba y varios autores han certificado.

Mariano Ajenjo Moreno. Jefe de la escuadra de ejecutores, nacido en 1883, en Huerta de Valdecarábanos (Toledo).

Antonio Benavides Benavides, el hombre que presumió de haber matado al poeta. Era nieto de la hermana de la primera mujer del padre del poeta.

Salvador Baro Leyva, “Salvaorillo”. Hombre muy alto, rubio, delgado y enjuto de cara. Natural de Chiclana (Cádiz).

Juan Jiménez Cascales. Natural de Huéneja (Granada). “Esto no es para mí, no), decía durante el tiempo que estuvo en el pelotón.

Fernando Correa Carrasco. Murió en Málaga en 1977. Ningún familiar reclamó su cadáver. Osario común.

Antonio Hernández Martín. El más siniestro. Formó parte de la Guardia de Asalto hasta que fue expulsado.

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