Las últimas fiestas de La Isleta, antes de ser Parque Natural
Almería
En julio de 1987 aún no había suministro de agua potable en las viviendas
La ausencia de suministro público generó en la comarca un pingüe negocio anexo: el transporte de agua potable a domicilio
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Hace 37 años, en 1987, en la Isleta del Moro no existía el abastecimiento público de agua potable a las viviendas. Los habitantes y los negocios de este idílico paraje debían cubrir sus necesidades con la compra de camiones-cuba que descargaban el líquido en unos depósitos situados en los terraos de las casas.
La Isleta tampoco era Parque Natural porque éste se declaró de forma oficial el 27 de enero de 1988. Aun así, sin agua y sin Parque, Isleta del Moro celebró sus tradicionales fiestas en honor de la Virgen del Carmen 87. Las últimas antes de tener una red decente de abastecimiento y saneamiento y también las últimas antes de que el barrio quedara incluido en el primer espacio marítimo-terrestre protegido de Andalucía.
Aquellos eventos del verano de 1987 fueron posible gracias a la Asociación de Vecinos “El Peñón Blanco” y a unos voluntariosos residentes que aportaron su tiempo y dinero en beneficio de la comunidad. Allí estaban, entre otros, Juan Herrera Gil, Antonio Hernández García, J. Hernández Alférez, José León Núñez, Joaquín Hernández León, J. Vergel Segura o Manuel García Núñez.
Todos ellos recorrieron la comarca buscando patrocinio de comerciantes, hosteleros, amigos, vecinos y algún que otro industrial vinculado a la Isleta con negocios en la comarca o en la capital. Llegaron a editar un programa de 48 páginas en el que, según el donativo aportado, las tiendas o marcas ocupaban mayor o menor espacio.
Ahora, casi cuatro décadas después, aquellos anuncios demuestran cómo era Isleta del Moro y la espectacular evolución urbanística y social que ha experimentado, así como el gran cambio en algunos otros barrios de la costa nijareña.
Bares de la Isleta
Sin duda, en 1987, la oferta hostelera de la comarca era ya significativa y bares y restaurantes aportaron su ayuda económica para las fiestas. El “Hostal Isleta del Moro”, de Antonio Hernández, había abierto ya el servicio de barbacoa de pesados y mariscos en la nueva terraza-arrecife. El “Bar La Marina” de Juan Vergel Sánchez era otra oferta de la Isleta, con el aliciente de que el dueño aseguraba que el pescado que servían en las mesas lo había capturado él. Otro lugar legendario, “La Ola”, ya ofrecía arroces, mariscos y pescados frescos mientras que “Casa Manolo” quiso llamar la atención en el programa oficial de fiestas con su anuncio: “Casa Manolo: comidas y Mujeres. Se dan paseos en barca a mujeres desnudas. Infórmese” …
Otros negocios de bebida y comida de la comarca ayudaron a la comisión de fiestas en su empeño de organizar unos días de asueto inolvidables. “Bar Hermanos Fernández” y sus paellas y conejos al ajillo en Cala Espuma de Las Negras; “Carolina y Vanessa”, que servían comida internacional, “Restaurante Mónsul”, “Brisa de Marimar”, “Casa Pepe” o “El Bahía”, todos ellos en San José; “Pizzería Bahía de Las Negras”; “Restaurante Aloha”, cuya especialidad eran las paellas; “Bar La Palma” de Las Negras; el “Samambaia” y sus chotos y conejos al ajillo de Rodalquilar; “Casa Emilio” y “Casa Pedro”, de Los Escullos o en Cabo de Gata “Bahía”, “Blanca Brisa” de Manuel Úbeda Fortes y el “Mediterráneo”, cuya propietaria era María Encina Sánchez.
Pez Rojo y Chamán
Los negocios de marcha nocturna también quisieron colaborar con las fiestas, aunque no todos los que ingresaron donativos estaban en la barriada. “Pub Amanecer” en Cala Espuma de Las Negras, “Discoteca Los Arcos”, “Disco Pub Cala Grande” o el mítico “Pez Rojo” de San José. Éste se promocionaba con las sugerentes frases “música chachi” y “sala de alternativas” en dura competencia con otro fabuloso lugar “Chamán”. Hasta los estancos de “Frasquito” en Boca de Los Frailes, el de José Núñez Úbeda en San José y la panadería de “Vicente” en El Pozo de Los Frailes aportaron a la Isleta las pesetillas que pudieron.
El inconveniente explicado al principio de la ausencia de red de abastecimiento generó en la comarca un pingüe negocio anexo: el transporte de agua potable a domicilio. Allí estaban los potentes camiones “Pegaso” de los Hermanos Berenguel, del núcleo de Barranquete. José y Félix repartían en sus cubas agua extraída en El Marchal, Sierra Alhamilla o en la Rambla Morales. Los dos empresarios también tuvieron un detalle con la Isleta y sus fiestas. También, Miguel Hernández López vendía agua por aquellos parajes y decía que su servicio a domicilio era “puntual”. De igual forma, otro empresario, Francisco Hernández, tenía vehículos cuba, centralizados en Los Escullos y la Boca de Los Frailes.
Además de baile y deporte tuvo lugar una actividad peculiar y enraizada con el entorno de la barriada: el I curso sobre artes marineras
Empresarios que ayudan
Aquella comisión de fiestas echó las redes fuera de la comarca costera para que otros empresarios apostaran por sufragar los festejos de la Virgen del Carmen. “Comercial Fonsa”; “Comercial Zitro” de Diego Ortiz Morales; “Cafés Ortega”; “Muebles Antonio Molina”; José Acacio Jiménez, que distribuía “Cementos Alba”; Fernando Martínez Giménez y su concesionario Renault; “Dimeresa”, que distribuía la cerveza Cruzcampo, la autoescuela “Campohermoso” de Tomás Cara Maldonado o los constructores Antonio García Aparicio y Antonio Pérez Giménez.
La comisión de festejos también “tocó” a las entidades financieras para que aportaran algunas ayudas o subvenciones. Aunque en la barriada no existía oficina bancaria alguna, el Banco Central, Cajalmería (hoy Unicaja) y la Caja Rural Provincial (ahora Cajamar) aportaron fondos. Ésta última daba servicio a los vecinos de la Isleta en su oficina de Pujaire, una de las 98 que tenía en la provincia, hace 37 años.
En el programa de festejos que preparó la comisión para esos días de mediados de julio de 1987, no faltó la música, el fútbol, los actos religiosos y los cohetes de. Pero hubo una actividad peculiar y enraizada con el entorno pesquero de la barriada: el I curso sobre artes marineras. De maestros estuvieron los pescaores Joaquín Hernández, “Capi”; Andrés Segura y Ramón García y los alumnos recibieron enseñanzas sobre las técnicas de “trasmayo”, “gibiera” y “morunas”.
Como entretenimientos, los residentes y turistas pudieron tomar parte en una gran cucaña en la que el premio eran 5.000 pesetas; carreras de cintas “bordadas por las chicas de La Isleta; el campeonato de mochas; el certamen de pucheros o las competiciones de dominó, dibujo infantil, remo, billar y futbolín. No faltó flamenco con “El Niño de las Cuevas”; bailes populares con la asociación de vecinos “Antonio Torres” de La Cañada y la verbena con el grupo “Alcazaba”.
Aquellas fiestas fueron un éxito. Meses después, aprobaron el Parque Natural, llegaron las tuberías del agua potable, una central digital de Telefónica, la escuela-taller de Medio Ambiente, comenzaron las exigencias del puerto pesquero y los lamentos por una piscifactoría que pretendieron colocar frente a la costa. Hasta el “boom” del turismo que descubrió aquel paraíso.
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