El transbordador espacial que nunca aterrizó en Almería
Almería
La Agencia Espacial Europea investigó, hace 33 años, en Tabernas materiales para la astronave Hermes, que iba a aterrizar en El Alquián tras sus misiones galácticas
Almería/La Agencia Espacial Europea (ESA) se fijó en Almería en la década de los ochenta. Esta organización, creada el 31 de mayo de 1975, nació con la misión de coordinar el desarrollo de la capacidad espacial del continente. Ahora forman parte de ella 22 países, pero Alemania y Francia aportan uno de cada dos euros de presupuesto. España es el sexto país que más contribuye, tras las mencionadas e Italia, Reino Unido y Bélgica.
Este organismo ideó un programa de trasbordadores espaciales llamado Hermes (“El mensajero de los dioses”). Se trataba de lanzar desde la Guayana francesa una pequeña astronave reutilizable, tripulada y de bajo coste para investigar y transportar al espacio objetos o satélites. La peculiaridad era que despegaba en vertical mediante cohetes propulsores y aterrizaba en horizontal, del mismo modo que un avión. Pues Almería, tenía un papel fundamental: investigar en la central solar de Tabernas los materiales cerámicos exteriores del artefacto y recibir al trasbordador en las pistas del aeropuerto, cada vez que volviese de sus misiones galácticas.
La idea era que la astronave estuviera operativa en 1995, que pesara 20 toneladas, cargara con hasta 3.000 kilos y pudiera surcar el espacio durante siete días con tres astronautas a bordo. El proyecto era apasionante, según los técnicos de la época, pero requería de innumerables trabajos previos, durante al menos siete años, para garantizar su éxito en la tarea de escudriñar el firmamento. La Exposición Universal de Sevilla de 1992 sirvió para “popularizar” el avión espacial con la colocación de una maqueta a tamaño real junto a las impresionantes réplicas del cohete Ariane 4 y del satélite “Hispasat”.
El 15 de marzo de 1988 comenzaron las investigaciones en la plataforma solar de Tabernas; tenían como objetivo determinar la resistencia al calor del material cerámico que recubría el morro y el borde del aparato. Era algo así crear una coraza térmica para que el transbordador no se destruyera al entrar en la atmósfera, donde alcanzaría temperaturas de 1.700 grados durante veinte minutos. Aquel trabajo, encargado por la Agencia Espacial Europea, fue un auténtico reto tecnológico para Tabernas y en él participaron expertos alemanes e ingenieros franceses y españoles. Hubo que efectuar modificaciones en las infraestructuras de la central solar para atender los requerimientos del experimento, como confesó en su día Alfonso Sevilla (Valencia, 1952), el director del centro. La inversión europea en el Hermes se estimó en un billón de pesetas y muchas empresas españolas se beneficiaron de los primeros contratos: “Casa”, “Sener”, “Grupo de Mecánica de Vuelo” “Alcatel espacio” o “Crisa”.
Aquella investigación, pionera en el mundo, no llegó a Almería por la excelente gestión de los políticos de turno ni por los contactos europeos de nuestros diputados. No. La Agencia Espacial Europea eligió Tabernas porque era el lugar del continente donde se desarrollaba mejor la tecnología del aprovechamiento de la energía solar mediante procesos térmicos. Si, como ocurrió con los telescopios de Calar Alto, los alemanes no se hubieran empeñado en construir la plataforma solar, aquel paraje sería hoy un erial lleno de matojos y de alacranes.
La investigación del casco cerámico del Hermes en Tabernas se prolongó durante años. Mientras, Almería se volvió a poner sobre la mesa de la Agencia Espacial Europea como lugar de aterrizaje del avión espacial. Las condiciones geográficas y meteorológicas del aeródromo de El Alquián fueron muy valoradas y se apostó por él como pista de aterrizaje del Hermes en su regreso a la Tierra. Claro, salieron los ministros, subsecretarios y secretarios generales poniéndose la medalla y anunciando una lluvia de millones para impulsar a nuestro coqueto aeropuerto hacia la vanguardia mundial. Pero también dieron la nota algunos concejales de extrema izquierda y una senadora del Reino que rechazaron de forma tajante la mejora de las pistas y de la terminal.
Decía el edil que supondría la llegada de “superaviones extranjeros con armamento atómico” y que El Alquián estaría en un lugar preferente “en las estrategias espaciales, militares y nucleares de la guerra de las galaxias”. La senadora, por su parte, se preguntaba dónde se vestirían de paisano los astronautas al bajarse del avión y en qué lugar se descontaminarían los objetos que vagaron por el universo. Ignoro si los aseos de la sede central de la Agencia Espacial Europea se llenaron de técnicos muertos de risa cuando supieron ambos argumentos. Pero siendo justos también hay que mencionar las duras críticas que Hermes tuvo en Alemania porque por el exiguo tamaño del avión –para tres personas- le llamaron despectivamente “el taxi espacial”.
Pero ya sabemos que cuando Europa estornuda, España se resfría y Almería pilla una pulmonía. El maravilloso proyecto Hermes se fue retrasando por distintas causas, como el rediseño de seguridad por el desastre del “Challenger”, que ocasionó más costes, la reunificación de Alemania tras la caída del Muro, la crisis de los noventa, la Guerra del Golfo, el parón en las investigaciones aeronáuticas por los recortes presupuestarios… Total, que al final los científicos de Tabernas casi dieron con la tecla para que el casco del trasbordador volviera del cosmos en óptimas condiciones, pero el proyecto espacial se canceló; Hermes ni llegó a despegar. Y Almería se quedó sin recibirlo en el aeropuerto. Y los ciudadanos, sin saber dónde iban a cambiarse de ropa los astronautas.
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