Cuando las toreras se ataron los machos en Almería
Cuenta y razón
La historia de la mujer que, sola o en compañía de otras, trató de hacerse sitio en el mundo del toro
Canto grande en Almería. Y sonó Fleta por genialidad
El frío de una tarde de 1888 no impide que la plaza se abarrote de un público ansioso de ver a “La Frascuelo” una torera que resulta un fiasco que indigna al respetable y a una presidencia que la encierra ante la escandalera. Pero el público la reclama y consigue su liberación. Y ahí fue la nueva marimorena que acaba por enervar a la torera a la que le han tenido que sujetar el toro… para nada, pues, incapaz de meter la espada, da pinchazos en los huesos del toro cuando no en las muñecas de los ayudaores. Al fin un apiadado, despacha al toro, al tiempo que la diestra vuelve a chirona para finalmente ser paseada entre guardias por las calles en un viacrucis que acaba en el calabozo.
Si por su osadía algún castigo merece no puede ser de forma tan humillante; apena tanto ver a la torera que ha entrado en la arena riendo, de grana, y salido llorosa, de catafalco y oro, que ganas me dan de llorar con ella… Y si no lo hago es porque he caído en que la historia es la propia para un día luctuoso del año, 28 de diciembre, en que la Iglesia y yo lamentamos la festividad de los Inocentes.
Esta torera inventada va a servir de presentación de todas las reales que tuvieron también su dosis de inocencia al pretender un lugar en un mundo reservado a los hombres. A la española fueron unas feministas pioneras en una lucha cruel y si no fíjense en el consejo que un periódico de 1894 da a las noyas:
“Si á torear se dedican
esas niñas catalanas,
cuidado con las cogidas
porque resultan muy malas.”
Cuando se inicia el boom, en Almería hay un toreo femenino limitado al vestido en las diestras de carnaval y a la prensa que se pregunta por la decadencia de nuestra moda:
¿Dónde han ido las mantillas?
¿dónde las faldas toreras?
¿dónde el pañuelo de flecos
y el raso y la fina seda?
A ningún sitio, aquí siguen, y aumentando, con aportaciones como la torera que se convierte en prenda fija en los elegantes trajes de las damas. En 1890 la “Guerrita” lidia un toro de puntas. En 1894 torea Eugenia Baltés “La Belgicana”, ante un público que, sin importarle la fama de mala diestra, casi siniestra, acude a aplaudir
“a la niña Belgicana,
que es una diestra barbiana
porque sí."
Sí… belga por ser originaria o residente del reino del mejillón y barbiana por matar con veinte pinchazos, los mismos que días después necesitará para, más que matar, mechar el bicho que le ha puesto en la arena.
Un goteo de toreras, presuntas, proporciona muchos días de fú, de fa y de pena, y ninguno de gloria, a una afición envidiosa de la Cataluña de 1895 que ha formado la cuadrilla de Las Señoritas Toreras, “Las Noyas”, compuesta de las espadas "Lolita" y "Angelita" y las banderilleras Juana Simó, Francisca Pagés, Encarnación Miró y María Meunabeu, lucidoras de sus vestidos de torear en infinidad de plazas como la de Málaga, tan cercana que anima a nuestros abuelos a reclamarlas para Almería:
¡que vengan que vengan!
que hay mil trovadores
que rabian por verlas.
La verdad que, sin éxito alguno, así es que a falta de original buena es la copia y en la feria de 1895 torean en Vera las señoritas, “Simpatías” y “Pasaita” que no hacen otra cosa que mostrar su impericia; salen mohínas de la ciudad y a poco su carruaje da un vuelco del que resultan ilesas que el daño es para el hombre acompañante, que pierde tres dedos de un pie en el percance.
Tuvo, pues, Almería que esperar hasta que el 17 de octubre 1897 el coso acoge a las verdaderas noyas, a una “Angela” muy buena y a una “Lolita” mejor que entre ovaciones da verónicas, muestra orejas y pone dos pares de lujo en una “corrida de lo mejorcito, considerando -decía el crítico para estropearlo- que son mujeres las que han toreado”. En la corrida del 24 siguiente se lucen de nuevo las noyas Justa y Encarnación y, sobre todo “Lolita” quien vestida a la jerezana rejonea sobre un caballo que parece bailar al son del pasodoble compuesto para Las Señoritas por Adolfo Montero.
Por nacida en Senés en 1878 viene aquí “La Reverte”, María Salomé Rodríguez Tripiana, una mujer valiente con gran fortaleza física y una notable religiosidad que la lleva a no dar un paso, ni un pase, sin su escapulario.
¡Muy bien por la Salomé!
Con que siempre al escenario
sale con escapulario.
¿Y quién se lo ha dicho a usté?
El sálvame que la guardó de tanto cuerno, no pudo con una real orden de 1908 del ministro La Cierva que prohíbe el toreo femenino y “La Reverte”, tras retirarse en 1909 en Arlés, se va “a su casa a preparar el cocido”, al decir de un machista que no la conoce: pues en agosto de 1911 a lo que va es por un certificado que la convierte en Agustín para torear como Reverte III. Nunca sabremos si eran los machos o las hembras lo que se apretaba al vestirse este portento de la transformación que nunca toreó en Almería si bien en una madrugada de junio de 1913 prestó su identidad a una falsa “Reverte” que, borrachita, recibió con su mantón a una de las tres reses escapadas del encierro llevándose un revolcón que la devolvió al mundo de los sobrios…
La prohibición supone un apagón que clarea cuando en Almería se anuncia para el 6 de agosto de 1933 a Juanita Cruz - “La Señorita Torera”, la mejor antes de 1936- levantando una gran expectación hasta que la reactivación de la ley de 1908 hace caer del cartel a la diestra que, furiosa, lucha por el derecho de las mujeres a torear. Y gana. Y agradecidas le quedan todas, hasta la Reverte que, a sus 56 años, retirada y guarda de una mina en Vilches, retorna al toreo, simbólico, previo a su definitivo adiós.
El 23 de septiembre de 1934 hace su anhelada aparición Juanita que oye ovación y da la vuelta al ruedo, dejado claro que sabe torear en la paz… y en la guerra: a un mes de empezada, en 28 agosto de 1936, la tenemos en una corrida pro Milicianos organizada por los Socialistas en Puente de Vallecas… Y esta es la historia de la mujer que, sola o en compañía de otras, trató de hacerse sitio en el mundo del toro, la historia de Cuando las toreras se ataron los machos en Almería.
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