"Cuando tocaba el relevo, el pueblo nos despidió llorando en Jablanica"
El subteniente José Manuel Pérez recuerda la dificultad de la misión: "Nos tiroteaban a diario"
El subteniente José Manuel Pérez Hernández era a mediados de 1993, cuando formó parte de la Agrupación Táctica Canarias que se desplegó en Bosnia, un joven sargento que habían trasladado a montaña en Barcelona. Pese a no estar destinado en la Legión y a las crudas noticias que llegaban sobre el conflicto de los Balcanes, quiso estar con los cascos azules españoles en la segunda de las rotaciones. Formó parte junto a legionarios de Ceuta, Ronda y una mayoría de Fuerteventura de un contingente que vivió una de las etapas más complicadas de la guerra de Bosnia. "En la segunda agrupación había más riesgo e inseguridad que en la primera. En Mostar nos tiroteaban un día sí y otro también y teníamos que cruzar la línea de contacto de croatas y musulmanes para que vieran que estábamos allí". El subteniente recuerda que iban guarecidos con el BMR y hacían fuego contra el vehículo durante el cambio de zona, a veces hasta francotiradores escondidos en edificios. "Éramos cascos azules y no podíamos casi defendernos de los ataques". Fue un encargo de envergadura, el de la OTAN, y los enfrentó a situaciones que no han vuelto a vivir. "Ví el lobo más de una vez, para mí fue la misión más difícil, la segunda vez que fui a Bosnia ya estaba más relajado, pero nuestra agrupación tuvo muchas bajas", argumenta. Uno de los momentos más delicados fue el fallecimiento de Muñoz Castellano. "Las familias estaban muy preocupadas y hablábamos casi todos los días. Queríamos trasladarles menor riesgo del que había y a veces era imposible. Una noche hablando con mi mujer pegaron un petardazo en la base y algo me inventé para decirle que no había sido nada", añade. El entonces sargenteo se vio apuntado por Kalashnikov más de una vez. Como una tarde en una plaza en la que se vivió una situación de tensión al pedir a unas milicias que liberasen a un grupo de personas que iban a embarcar. Al final todo se solventó con el reparto de tabaco. Pérez Hernández tenía un puesto de tiro Milan contra carro en un BMR. Asegura que recogían a familias que habían sido expulsadas de sus casas y ayudaban en todo lo que podían. "Hacían lo que querían, ni derechos humanos ni nada". El subteniente daba comida y otros productos (champú y pasta de dientes) a una pequeña niña que se llamaba Yasmina. "Hablaban inglés y chapurreaban español. Nos querían mucho. El día que tocaba el relevo de la Agrupación Madrid, el pueblo nos despidió llorando en la explanada del Museo de Jablanica". Al legionario Pérez Hernández le regalaron unas babuchas que hoy conserva. Años más tarde, en 1996, volvió a Bosnia y junto a otros compañeros de aquel contingente volvió al pueblo a vér como estaba, pero no reconocieron a nadie de los de antes. La niña tampoco estaba. "Era de Sarajevo y estaba refugiada en un polideportivo. Nunca más la volví a ver", asegura.
La relación de la Legión con los Balcanes fue especial e intensa. José Manuel Pérez Hernández destaca el carácter humanitario de aquella operativa que marcó un antes y un después. "Era algo nuevo para nosotros. La primera misión generó mucha ilusión y a la Legión nos consolidó nuestra actuación allí", argumenta. El subteniente estuvo cerca de seis meses, de abril a octubre de 1993. "Me quedo con el cariño de la población, diferente al de otras misiones, y con el compañerismo que se creó entre nosotros".
El subteniente José Manuel Pérez ha estado en cuatro misiones
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