El sueño de Moha: de una patera a trabajar en la sanidad almeriense
Inmigración
Mohamed Saliou dejó Guinea-Conakry con 13 años porque soñaba un futuro mejor en Europa
Pasó por tres centros de menores, se formó y hoy tiene un trabajo como auxiliar de enfermería
Almería supera por primera vez en su historia la barrera de 80.000 trabajadores extranjeros
Almería/Cuando los grandes ojos y sonrisa reluciente de Moha irrumpen en la habitación de los pacientes para conducir su camilla al quirófano del Hospital Vithas Almería nadie puede imaginar la historia que ese joven auxiliar de enfermería de 21 años tiene detrás, una trayectoria jalonada de grandes sacrificios y riesgos, una lección de superación y vida de un menor inmigrante no acompañado que no ha dejado de estudiar y trabajar y que encontró en esta tierra el amor y aliento de una madre adoptiva que le ayuda a cumplir su sueño de ser médico. En solo unos meses se ha ganado el cariño y respeto de la plantilla por su predisposición, proactividad y empatía, como ya ocurrió en un par de residencias de mayores en las que estuvo contratado antes.
El día de la despedida, porque no podía compaginar su jornada laboral con el grado superior de prótesis dental que ha cursado, el geriátrico se convirtió en un mar de lágrimas de los abuelos y Moha también se marchó emocionado. Es uno de los episodios recientes de su vida que ha documentado Sergio Catá en el cortometraje que se titula ‘Una persona importante’. Porque la historia de este chaval que reside con su madre adoptiva, Pilar Carmona, en Cabo de Gata, y al que le gusta salir en grupo con la bicicleta, surfear con los amigos o troncharse con los diálogos de ‘La que se avecina’ podría parecer hoy tan cotidiana como la de cualquier otro joven de su edad, pero nada más lejos de la realidad.
Esconde un camino sinuoso hasta llegar a tierra ignota y lo convierte en un ejemplo de resiliencia que merece ser contado, aunque no le guste hablar de su pasado. El próximo 7 de agosto se cumplirán seis años de su llegada en patera a Motril, pero la odisea comenzó tiempo atrás. Mohamed Saliou Diallo nació el 22 de abril de 2003 en un pueblo de Guinea-Conakry y recuerda una infancia feliz pese a la falta de recursos económicos y hambruna que caracterizan a su país, uno de los estados más subdesarrollados de África occidental, con más del 60% de la población por debajo del umbral de pobreza, muy azotado, junto a Sierra Leona y Liberia, por la epidemia de ébola hace justo una década. Su familia no vivía mal, tenían lo suficiente para salir adelante, pero Moha anhelaba un futuro mejor.
Con apenas 13 años, cuando las preocupaciones de un adolescente suelen ser cuestiones más mundanas, sufría por la falta de oportunidades laborales y de acceso a una buena educación universitaria. Así que planificó un viaje sin retorno a Europa animado por amigos cuyos familiares y conocidos cruzaron el Estrecho para empezar una nueva vida. “Lo pensé durante un tiempo y cuando se lo dije a mis padres ni me tomaron en serio”, reconoce. Y no les informaría de su periplo hasta llegar a la frontera de Níger y Argelia.
Sólo tenía dinero para sacar el billete de autobús a Mali y le ayudó un amigo con el que inició el éxodo. Como iba con lo puesto buscó trabajo en la construcción y estuvo varios meses de pastor de un rebaño en Marruecos. Durante un tiempo compartió vivienda con otros emigrantes en Tánger y unos meses durmió en las montañas de Nador. El tránsito hacia España no fue una aventura de días, semanas o meses. Pasarían dos años hasta que logró cruzar el Estrecho. Siete veces lo intento sin éxito en botes de remos que eran interceptados por la Marina Real de Marruecos.
A la octava sería la definitiva y lograría dejar atrás África con una intención inicial de que su paso por la península sólo fuera una escala y llegar hasta Francia, un país con el que comparten idioma y tendría más oportunidades. En la patera viajaban hacinadas 48 personas, entre ellos dos mujeres con bebés y tres menores. Recuerda llantos y gritos y un viaje durísimo que se ha cobrado cientos vidas durante las dos últimas décadas. “He perdido muchos amigos, pero eso me hace más fuerte y me ayuda a valorar más lo que estoy consiguiendo”. 24 horas de trayecto agachado y casi sin poder moverse a bordo de una embarcación con un motor de 15 caballos que sería auxiliada por Salvamento Marítimo atracando en puerto motrileño el 7 de agosto de 2018. Dejó 1.500 euros de pago en finanza hasta llegar a destino.
"Había tanto despliegue policial que pasé miedo, nos creíamos que después de tanto sufrimiento nos mandaban de vuelta a casa”. Pero no fue así. Cruz Roja les entregó mantas, ropa, agua, una manzana y un bocadillo de tortilla que ni se pudo terminar por el agotamiento extremo que sufría. “No podía ni andar, me tuvieron que coger”. No tenía documentación y en la primera identificación le anotaron 14 años, aunque Moha repetía que eran 15. Un error que subsanarían días después cuando contactaron son su familia y tuvieron acceso a la partida de nacimiento. Horas más tarde era conducido al centro de protección de menores Ángel Ganivet en Granada en el que pasó sólo unas semanas.
A mediados de septiembre lo cambiaron al centro provisional de acogida de menores extranjeros no acompañados que se abrió en Padules, en el corazón de la alpujarra almeriense, y allí se empezaría a construir su futuro en España. Hoy domina el idioma a la perfección, incluso tiene un poco de acento andaluz, pero recuerda que entonces no sabía decir nada que no fuera “hola, ¿cómo estás?”. Recibía dos horas al día de clases de español y tuvo buena acogida entre sus nuevos compañeros. “Era como si estuviera en mi casa, me sentía bien, recuerdo esa etapa con mucho cariño”. En enero de 2019 accedió al instituto Valle del Andarax en Canjáyar con otros tres menores inmigrantes y conoció a la que se acabaría convirtiendo en su madre adoptiva.
Moha explica que Pilar Carmona era su profesora de inglés y ciencias sociales y fruto de la convivencia, nada menos que ocho horas diarias, se fue forjando una relación filial. “Lo mejor que me podía pasar fue encontrar aquí a otra madre que me ha ayudado cuando más lo he necesitado, tuve mucha suerte”, argumenta Moha. Pilar, que hoy trabaja en el IES San Isidro de Níjar, narraba en el documental que desde un primer momento le cautivó la actitud del joven guineano. “Maestra, gracias por la clase”, le decía al terminar cada día. “Se comía los libros y lo que se propone lo consigue”.
Y las prácticas le llevaron hasta el hospital Vithas Almería en el que hoy trabaja cubriendo una baja por paternidad. Conoció a su actual supervisora de quirófanos, a la que siempre llama “jefa”. Ana Sánchez quedó entusiasmada con las ganas que le ponía y el rendimiento que demostró. “Superó la prueba con creces”, afirma. De hecho, al poco de terminar le ofrecieron volver porque surgió una vacante, pero Moha ya se había marchado de Erasmus a Portugal. A la vuelta se puso a trabajar en residencias de mayores del grupo Avita, pero su formación debía continuar y, por la distancia y jornada laboral, tuvo que renunciar a ese empleo para iniciar un grado superior de prótesis dental en Aguadulce.
85.291 africanos en Almería
En la provincia de Almería residen en la actualidad cerca de 170.000 extranjeros de un centenar de países, de los que 85.291 proceden del continente africano. La población foránea representa casi el 23% del censo provincial. Almería superó en enero de este año por primera vez la barrera de 80.000 trabajadores extranjeros afiliados a la Seguridad Social, la mayoría en el sector de la agricultura en el que ya gestionan casi 4.000 hectáreas de invernadero. Han sido una pieza clave del milagro agrícola que ha convertido a la provincia en la huerta de Europa.
En abril cumplió los 21 años y entraron en escena dos nuevos hitos. Se completó el largo trámite de adopción y lo llamaron nuevamente del hospital en el que ya se ha ganado la admiración y el respeto de toda la plantilla. “Moha es la sonrisa del quirófano, nos contagia con su vitalidad, siempre alegre, transmite optimismo y es muy importante para este tipo de paciente que es más vulnerable al enfrentarse a una operación, con su actitud genera la tranquilidad y la calma que necesitan”, explica Ana Sánchez . “Lo que más me gusta de mi trabajo es la convivencia con los compañeros, que me ayudan y me dan consejos y siempre quiero aprender cosas nuevas. También el trato con los pacientes es bonito y satisfactorio”, asegura Moha.
Estoy muy feliz de estar consiguiendo lo que me propuse cuando dejé mi país, el sacrificio ha merecido la pena”
Hace unos días celebraban con una comida la acreditación Joint Comission International, siendo el único centro almeriense en recibir este reconocimiento que analiza más de 1.200 ‘items’, y el joven de Guinea-Conakry fue el alma de la fiesta con su discurso y después en la pista de baile. “Lo pasé genial y me emocionó recibir tanto cariño. Cuando le envié los vídeos de esta celebración a mis padres lloraron de ver cómo me están tratando en el hospital y me decían que están muy orgullosos de su hijo”. No ha podido volver a casa desde que se marchó con 13 años porque tiene todavía algunos flecos pendientes con la documentación, pero confía en que ese reencuentro no tardará demasiado.
Habla habitualmente con ellos y aprovechan cada una de la videollamadas para darle las gracias a Pilar -en inglés- por lo que ha hecho desinteresadamente por su hijo. La madre adoptiva les dice que lo volvería a hacer una y mil veces. “Vivía sola en casa y estaba bien, pero compartirla con Moha está siendo maravilloso y me da lecciones cada día”, aseguraba en el cortometraje de su amigo Sergio Catá. A su madre -la abuela del joven- le gusta conversar de la vida y verlo cuando reza en casa, cinco veces al día en dirección a La Meca.
Moha quiere seguir trabajando en el hospital, ha descubierto su vocación por la sanidad, mientras se prepara para ser médico. No ha perdido el tiempo y estudia para acceder a la universidad. “En todo este tiempo he aprendido que hay que marcarse un objetivo por el que luchar cada día y aprovechar las oportunidades que surgen en el camino”, asegura en la entrevista con Diario de Almería. Amigos que se marcharon a Francia le animan a cambiar de país, pero Moha está forjando su futuro en España y no le gustaría empezar de cero. “Estoy muy feliz de estar consiguiendo lo que me propuse cuando dejé a mi familia, el sacrificio ha merecido la pena”.
Moha es la sonrisa del quirófano, nos contagia con su alegría y vitalidad y le da tranquilidad al paciente que en ese momento es muy vulnerable”
Atrás queda una auténtica odisea que le llevó a más de 4.500 kilómetros de su casa e imágenes que ningún adolescente debería ver. “En la patera uno firma vida o muerte”. A Moha le tocó cara y no comprenderá nunca ese discurso de odio que se promueve contra los inmigrantes que quieren un futuro mejor. “Todos podemos aportar algo a la sociedad”. Y solo hay que ver su ejemplo de superación. El sueño de Moha se está cumpliendo.
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