La sequía pone en grave riesgo la supervivencia de las cabras celtibéricas de Genoveses
La preocupante falta de precipitaciones, con el registro más bajo en lo que va de siglo en Níjar, deja sin pastos a las 1.200 cabras de raza autóctona en peligro de extinción de finca El Romeral que gestionan los herederos de Doña Pakyta
Un cementerio de olivos centenarios en Almería
La zona más árida de Europa, con temperaturas medias anuales de entre 18 y 20 grados y un volumen de precipitaciones inferior a 200 litros por metro cuadrado, se ha caracterizado siempre por su alta diversidad florística, de avifauna y entomología, además de ofrecer paisajes volcánicos únicos, calizas arrecifales y playas vírgenes con proyección internacional como la de Genoveses, Mónsul o Barronal. A pesar de la escasez de agua y las limitaciones climáticas, la finca El Romeral en el corazón del parque natural de Cabo de Gata-Níjar es uno de los puntos más calientes de la biodiversidad de toda la cuenca mediterránea. El uso histórico del territorio fue agro-silvopastoral y la ganadería su principal recurso vinculado a una “agricultura de subsistencia” que aprovechaba el agua de avenidas de barrancos y ramblas mediante un sistema de boqueras, acequias y todo tipo de instalaciones para su captación.
Pero la sequía prolongada está alcanzando ya cotas insostenibles, marcando en el año hidrológico que acaba este lunes su registro pluviométrico más bajo en lo que va de siglo con sólo 70 milímetros, lo que limita al máximo la oferta forrajera y condiciona la productividad de una explotación caprina ecológica que se queda sin recursos pascícolas pese a contar con alrededor de 500 hectáreas de labor. La supervivencia de 1.200 cabras blancas celtibéricas, raza autóctona en peligro de extinción, se ha convertido en un desafío sin precedentes para los herederos de Francisca Díaz Torres, conocida como Doña Pakyta, en su intento de mantener el admirable legado de la Hija Predilecta de Andalucía por su trayectoria de conservación y defensa de un enclave único de 3.500 hectáreas y 17 kilómetros de litoral que salvó de la presión del ladrillo y el avance de la agricultura intensiva cuando todavía no existía ni la figura de parque natural ni era Reserva de la Biosfera.
Doña Pakyta y el mayor terrateniente de Níjar
A mediados del siglo XX, José González Montoya estaba considerado el mayor terrateniente de los campos de Níjar. Más de 7.000 hectáreas que se extendían desde el torreón de cala Higuera hasta La Fabriquilla. Vendió la mitad a Michelin para la construcción del centro de experiencias y se quedó con la finca El Romeral que acabaría siendo el embrión del parque natural de Cabo de Gata-Níjar. Su proyección y relevancia social fue tal que quedaría plasmada para siempre en un pasaje de la obra Campos de Níjar de Juan Goytisolo. El protagonista pregunta de camino entre Las Salinas y Boca de los Frailes: ¿De quién son esos campos? Y un carretero le responde: "De don José González Montoya, Tó San José y el Cabo de Gata es suyo". Pero el verdadero hito se forjaría tras la muerte del reconocido empresario, que fue precursor del riego por goteo, cuando su viuda, Francisca Díaz Tores, conocida como Doña Pakyta, cogió las riendas del latifundio con 17 kilómetros de litoral paradisiaco y se convirtió en figura clave de la conservación del parque natural por encima de cualquier otro interés económico o urbanístico. Una figura clave de conservación de un entorno privilegiado por el que recibiría un sinfín de reconocimientos, entre los que destaca el de Hija Predilecta de Andalucía en 2010.
El Grupo Playas y Cortijos, en el que se integra esta explotación de caprino ecológico, la Fábrica de los Genoveses, el Cortijo El Sotillo y el hotel Doña Pakyta, entre otros negocios, ha afrontado con éxito los cambios socioeconómicos que han ido surgiendo en la finca más grande del parque natural de Cabo de Gata-Níjar, a corta distancia del núcleo de San José frente a la bahía de los Genoveses, mediante una combinación de agroturismo, restauración y hostelería con el máximo respesto a la naturaleza. Pero la cabaña ganadera tiene por delante un horizonte complicado. “En el estado actual del terreno sin pastos por la falta de lluvias, el mantenimiento de la ganadería está siendo muy difícil. Ya hemos empezado a comprar alimento y será inviable en el tiempo, más bien en el corto plazo”, explica el director general de la agrupación empresarial, Iván García.
En el estado actual del terreno sin pastos por la sequía el mantenimiento de la ganadería está siendo difícil, ya hemos empezado a comprar alimento, pero no será viable en el tiempo”
La trashumancia dejó de ser viable y ha desaparecido por completo de la gestión ganadera de la provincia. Esta práctica consistía en desplazar el rebaño hacia pastos de alta montaña de Sierra Nevada, a través de Sierra de Gádor, desde finales de abril. Los pastores nijareños se reunían en Los Albaricoques e iniciaban el trayecto hacia los montes del norte de la provincia en busca de buena oferta forrajera. Y durante el otoño e invierno llegaban los rebaños de otros territorios más fríos desde las provincias limítrofes. Muestra de ese pasado no muy lejano quedan dispersos por el territorio cortijos, apriscos y cuadras junto a norias, pozos y aljibes que recibían agua de las escorrentías, pero se han ido perdiendo las vías pecuarias por el crecimiento del espacio agrícola. Las blancas celtibéricas de San José retomaron hace unos años la marcha hacia el fértil valle del Andarax, pero la experiencia no tiene viabilidad porque el gasto de esta logística era excesivamente alto, además de la enorme dificultad que entraña el traslado de más de un millar de cabezas en camiones.
No existe más solución que agua del cielo que permita regenerar los terrenos o ayudas para paliar los efectos de la sequía por parte de las administraciones públicas. Las cabras celtibéricas dejaron de ser rentables para la mayoría de los ganaderos porque no dan leche, sólo carne. De ahí su retroceso en las últimas décadas con un censo de alrededor de 8.500 cabezas en nuestro país. Pero llevan ya más de un siglo recorriendo este paraíso almeriense entre las dunas, pitas y playas del sudeste de Níjar por el empeño de Doña Pakyta de que no se perdiera esta variedad caprina, por lo que el “valor sentimental” de la cabaña ganadera va más allá de la productividad que pudiera tener y concentra gran parte del esfuerzo empresarial de los herederos.
La apuesta por lo sostenible, el bienestar animal con un exquisito trato a las cabras que campan a sus anchas por los cerros y vaguadas y un estándar de desinfección e higiene muy exigente en las instalaciones son las pautas de trabajo en la finca El Romeral que afronta en la actualidad un escenario adverso. “Tenemos unas 480-500 hectáreas de labor y sembramos solo para el ganado. El año pasado tampoco llovió, pero había forraje seco. Este año nada. La tierra está seca, es cemento puro”, explica el capataz de la explotación, Benito Amores, a los participantes en una reunión científica de la Sociedad Española de Pastos en una visita reciente en la que analizaron la adaptación al cambio global. La sequía está causando estragos en el paisaje, tanto en el monte como en los cultivos.
62ª Reunión Científica de la Sociedad Española de Pastos
La Sociedad Española de Pastos ha celebrado esta semana su 62ª reunión científica en Almería, uno de los escenarios de mayor interés a nivel nacional para evaluar cómo es la adaptación al cambio global en uno de los territorios más áridos del continente en el que se están perdiendo las prácticas ganaderas y se ha producido un considerable crecimiento de la agricultura de invernaderos. La Estación Experimental del Zaidín del CSIC viene realizando investigaciones sobre los agrosistemas mediterráneos en dos puntos de la provincia a los que han desplazado esta semana a medio centenar de científicos de todo el país. Estuvieron el miércoles en Cortijo Clavero de Dalías, que es una de las dos únicas experiencias de herviborismo pírico que existen en Andalucía, y un día antes recorrieron la finca El Romeral, en colaboración con el grupo Playas y Cortijos, para conocer la situación de la ganadería extensiva en pastos semiáridos y áridos de alto valor ambiental. Y es que la bahía de Genoveses es uno de los puntos calientes de la biodiversidad del litoral mediterráneo y mediante el control de las cabras celtibéricas con collares GPS y de la vegetación con drones han comprobado que el pastoreo no perjudica a las especies protegidas y beneficia esa diversidad.
No hay apenas rastro de buenas hierbas y el esparto, plato fuerte en la alimentación del caprino, se está perdiendo. Una ausencia muy prolongada de recursos hídricos (ni 40 litros han caído desde enero a septiembre) intensifica las malas hierbas y el valor nutricional de los pastos disminuye. Tenían en torno a 40 hectáreas de chumberas que hace una década fueron arrasadas por la cochinilla del carmín y en la pandemia se consumían las pitas americanas por el ataque del picudo negro. La ganadería extensiva es clave para la biodiversidad del parque, para la limpieza del combustible en la prevención de incendios y favorece la dispersión de semillas y contribuye a la reproducción de especies florales endémicas y protegidas como el azafrán del Cabo de Gata (Androcymbium europaeum), pero su actividad se ha ido mermando por el estrés hídrico del latifundio cerealista.
“Lo que necesitamos es lluvia, si tenemos agua tenemos de todo”, añade el encargado, que lleva nueve años gestionando el pastoreo del rebaño y también el abastecimiento de carne de choto para consumo propio en todos los establecimientos del grupo. Desde hace un par de años, el ganado está monitorizado por un grupo de investigación de la Estación Experimental del Zaidín del CSIC, a través de seis collares GPS, que recoge el patrón temporal de movimiento y sus posibles cambios por la sequía, así como el impacto positivo en la vegetación del paraíso almeriense que también se radiografía desde el cielo con imágenes de un dron. Además, permite localizar el rebaño en cualquier momento, especialmente en orografías abruptas porque esta especie en peligro de extinción aprovecha recursos que otras razas no alcanzan por su gran rusticidad y capacidad de adaptación al medio pese a su difícil climatología. Pero la supervivencia en el parque natural de Cabo de Gata-Níjar de la que consideran la cabra más bonita del país, con su linaje autóctono, grandes cuernos con tirabuzones y un blanco mate, es un reto harto complicado si el escenario climático de extrema sequía, con el peor registro desde mediados de los noventa, no cambia en los próximos años.
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