El parqué
Jaime Sicilia
Incertidumbre
Coronavirus Almería
Javier García Padilla ha vuelto esta semana al trabajo como enfermero en la Unidad de Cuidados Intensivos del hospital universitario de Torrecárdenas. Pero no era un lunes cualquiera en el que se reincorporaba tras un par de días de descanso. Había pasado más de un mes desde su última guardia, el tiempo que ha necesitado para recuperarse de la infección por coronavirus SARS-CoV-2 que lo arrastró durante más de una semana junto a los pacientes críticos a los que venía tratando desde finales de noviembre. Enfermero con más de tres años de experiencia en la Clínica Mediterráneo, Javier se había incorporado al inicio de la tercera ola al hospital de referencia de la provincia gracias a los contratos de refuerzo del Servicio Andaluz de Salud.
Doblando turnos y horas, casi sin días de descanso al compatibilizar tareas, Javi, como le llaman los compañeros, era consciente de la necesidad de profesionales para plantar cara a la pandemia y comenzó su andadura en una de las áreas más difíciles para cualquier sanitario por el drama permanente al que se enfrentan por los estragos de un virus que se ha cobrado más de seiscientas vidas en la provincia, sobre todo en los últimos meses con la presión asistencial por las nubes tras la explosión de contagios. Pero es su profesión y pese a la crudeza diaria de la UCI, Javier García mantiene intactas las ganas de luchar por sus pacientes. Confiesa que hay días en los que se planteaba tirar la toalla, por la presión psicológica y física a la que están sometidos, pero la vocación siempre acaba remontando y sale a flote lo que denomina el “orgullo de ser sanitario”. Cada vez que un paciente abandona el box de críticos para volver a planta es una inmensa alegría que comparte con el afectado y sus familiares.
Ejerciendo el noble arte de salvar vidas en su trabajo, este enfermero sufrió un duro revés que le ha marcado para siempre. El 21 de diciembre comenzó una pesadilla cuando empezó a sentir cefalea, febrícula y cansancio. Javier García relata que rara vez enferma, por lo que saltaron todas las alarmas en su psique. Era la sintomatología de la COVID-19. Y así fue. Al día siguiente le hicieron la prueba diagnóstica y confirmaron su infección. Empezó con diarrea, vómitos y la fiebre demasiado alta. Siguió con dolores musculares y debilidad, aunque detalla que no perdió ni el gusto ni el olfato. Y aparecieron los problemas respiratorios. El 1 de enero sentía que se asfixiaba y llamó a la ambulancia para acabar siendo hospitalizado con un diagnóstico de ingreso de neumonía bilateral con afectación de ambos pulmones y disnea por la saturación del oxígeno.
No respondía al tratamiento de oxigenoterapia con mascarilla y las pruebas confirmaron lo peor. La radiografía de tórax pintaba mal y no quiso ni verla. Fue entonces cuando pasó a la Unidad Cuidados Intensivos para tener una vigilancia mucho más exhaustiva. “Esperaba que no fuera nada grave, pero cuando me derivaron a la UCI lo pasé muy mal, tenía mucho miedo porque cuando trabajas allí comprendes el daño que hace este virus”, comenta Javier. Sus compañeros, enfermeros, auxiliares y facultativos se volcaron con el paciente más joven que ha pisado la zona de críticos en este año de pandemia y nunca podrá olvidarlo: “Esos días te pasan muchas cosas por la cabeza, pero no pierdes la esperanza, la fuerza que yo sacaba estando allí era gracias al personal, a los compañeros que no dejan de animarte, hacen un trabajo maravilloso, voy a estar agradecido toda la vida”, comenta Javier.
Fue una semana en la UCI y después vinieron dos más hospitalizado, primero en la zona covid con PCR negativizada y a continuación en la sexta planta asistido por los neumólogos. “Cuando uno está fastidiado se da cuenta de lo importante que es tener a grandes profesionales como los que hay en Almería”, añade. Más aún cuando el enemigo es invisible y universal y no entiende de lógicas ni de perfiles. “Es una enfermedad impredecible, de un día para otro me vi en la UCI yo que trabaja allí”. Sólo tiene 25 años, mantiene una vida de hábitos saludables, sin fumar y haciendo deporte, y no está lastrado por una enfermedad crónica que lo sitúe en la diana del coronavirus. Tampoco tenía vida social, como la mayoría de los sanitarios vivía apartado de familiares y amigos desde hace meses. Pero aún así acabó entre los pacientes críticos posiblemente por la fuerte carga viral a la que se enfrenta cada día a pesar de extremar las medidas preventivas.
La resiliencia es la capacidad para adaptarse a las situaciones adversas con resultados positivos. Y este enfermero veinteañero la ha forjado en las dos caras de la UCI y es todo un ejemplo porque hasta del mal trago ha quedado en un susto del que hace una lectura favorable. “Cuando uno se pone en los zapatos del paciente alcanza el grado máximo de empatía, esta experiencia me ha ayudado a ser mejor enfermero y persona”. Su mensaje hoy, más allá de la superación del que se incorpora al trabajo tras cicatrizar las heridas de guerra, es el de concienciación a la población, sobre todo a los que llevan meses infravalorando las consecuencias de un virus letal. “Nadie te prepara para una situación así, estás con un paciente que habla tranquilamente con su mujer y a la media hora lo ves despedirse porque ha empeorado y lo tienes que intubar. Todos nos llevamos a casa una mochila de sinsabores, pero también la inmensa alegría cuando los vemos recuperarse”.
Los héroes de la bata blanca están demostrando su calidad humana y profesional por encima de las deficiencias de un sistema que se ha visto superado en una batalla inesperada. Exhaustos y lastrados por el miedo y la exposición permanente a los riesgos del contagio del coronavirus, no han bajado la guardia y han sido el mejor escudo de la población. Pero lo han pagado a un alto precio: 1.007 positivos entre los profesionales sanitarios de la provincia, aunque afortunadamente han sido una proporción mínima los que han acabado hospitalizados y no ha habido que lamentar ningún fallecido. Tan sólo entre marzo y noviembre, antes de la tercera ola, el Servicio Andaluz de Salud tenía contabilizadas en la provincia 1.600 bajas laborales por contagios y aislamientos preventivos.
La misión que se les ha encomendado en esta crisis planetaria pasará a la historia, un esfuerzo sin precedentes de profesionales que han demostrado sobradamente su capacitación ante el fatalismo. Testimonios como el de Javier García Padilla evidencian el gran reto que han afrontado para neutralizar los estragos del virus, el más complejo de sus trayectorias profesionales, y los permanentes sacrificios, tanto laborales como familiares, que han tenido que hacer en tiempos de conmoción y necesidad.
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