“Los relojes son como las personas: no hay dos iguales”

Almería y sus personajes I Javier Giménez Delgado (Relojero)

Nació en Almería en 1984, hizo estudios de Relojería en Córdoba y siguió con el taller de su padre

Se ha especializado en relojes antiguos

Javier Giménez con un antiguo reloj, casi centenario, de los que repara en este momento
Javier Giménez con un antiguo reloj, casi centenario, de los que repara en este momento / Javier Alonso

El centenario reloj de la foto es mío. De vez en cuando da la lata, achaques de la edad y se lo llevo a Javier, auténtico médico relojero Lo tiene unos días (a veces hasta un mes) en la UCI y... hasta la próxima. Debe ser el último que queda en Almería especializado en relojes de este tipo.

–Artesanía relojera es lo tuyo, un auténtico amanuense.

–Es que cada reloj es diferente y cada problema tiene una solución distinta. En muchas ocasiones es muy difícil encontrar piezas nuevas y más difícil aún adaptar piezas de otras máquinas. Vivimos en una sociedad acostumbrada a recibir en un día o dos las compras que hace por Internet, y la reparación de un viejo reloj dista mucho de eso.

–Y eso te hace tener fama de lento en tu trabajo.

–Los clientes se suelen quejar del precio y de los tiempos de espera, con lo que incluso a veces pierdo dinero por intentar ajustar al máximo los precios. Hay veces que una reparación se complica y lo que se debía arreglar en una hora se lleva medio día; eso hay gente que no lo entiende.

–Curioso y angosto lugar de trabajo el tuyo, parece el laboratorio de Harry Potter.

–¡Ja, ja, ja! Pues sí, en calle Santos Zárate, lo que era un rincón del portal del viejo caserón que hay al lado. Mi padre comenzó aquí este trabajo pero él ya se jubiló y yo continué aquí mismo su labor. Comencé a ayudarle a los 18 años y llevo aquí 20. Apenas tengo espacio para tanto reloj.

"He arreglado los relojes del Seminario, la Catedral o la Virgen del Mar, piezas de gran valor artístico”

–Relojero de tradición familiar.

–Si, ya te digo que el oficio me lo enseñó mi padre y lo perfeccioné en Córdoba. Pero probablemente no volvería a escoger esta profesión, ya que los clientes no suelen entender la dificultad que este trabajo conlleva. Es totalmente artesano y manual.

–Con 18 años ya encerrado en este habitáculo...

–Mira, yo hice la Primaria en el colegio Madre de la Luz y el Bachillerato en el insituto Alborán. La mayoría de mis amigos se fueron a estudiar a Granada pero yo empecé a trabajar con mi hermano en la joyería e incluso estuve haciendo estudios superiores de Joyería en Córdoba. Pero me pilló la crisis de 2008 y en Almería no había mucho trabajo de eso, así que decidí aprender la relojería de mi padre, de quien he heredado el taller que el fundó hace 50 años. Y en él sigo.

–¿Qué te pasó con el reloj de péndulo que no funcionaba?

–¡Ja, ja, ja! Un día me viene una mujer con un reloj de péndulo que se le paró y no podía ponerlo en marcha. Lo tuve tres días observándolo y funcionaba bien. Se lo llevó y esa misma tarde vuelve: “Sigue sin funcionar”. Lo cuelgo en la pared ante ella, le doy al péndulo y me dice: “¡Ah! ¿pero es que hay que darle al péndulo con la mano?”.

"Hay personas que lo quieren todo para el día siguiente y eso en este trabajo no es posible; a veces falta paciencia”

–Auténticas exquisiteces relojeras veo por aquí...

–De pared he arreglado innumerables relojes centenarios de gran valor. El más curioso fue un reloj de pared de 200 años de antigüedad construido totalmente en madera. Ahora tengo aquí uno también bicentenario pero es para ponerlo en una mesa.

–Me consta que has entrado en lugares a los que muy pocos han tenido acceso...

–Pues sí, este trabajo me ha permitido acceder a lugares que de otra manera no hubiera conocido, como el cuarto del reloj del Seminario de Almería, la sacristía de la Virgen del Mar o de la Catedral.

Observando una pieza diminuta.
Observando una pieza diminuta. / Javier Alonso

–Aquel reloj de pulsera Omega que no iba...

–¡Ja ja ja! Esa fue otra buena. Me trae un hombre un reloj de oro que decía que se paraba. Era automático, se cargaba con el movimiento de la muñeca. Me dijo que todas las mañanas iba a pasear con amigos y por la tarde también salía; o sea que el brazo lo movía. Por más que lo revisé el reloj estaba bien. Un día lo vio mi padre por el Paseo, le pregunta y dice: “No, es que no me lo pongo porque es de mucho valor, no me lo vayan a robar”.

–Es que un buen reloj es caro...

–Los relojes de pulsera más caros que he arreglado sonlos Vacheron, Rolex y Omega.

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