Mis recuerdos en la década de los años cuarenta en Almería (II)

Almería en los 40

Voy a relatar los recuerdos de entonces que no cité en la primera parte, es más un recuerdo de personas que se me quedaron en el tintero de mi memoria, sin dejar alguna que otra pequeña anécdota de aquellos años

Con cariño a Pedro Gómiz. Amigo de correrías en el barrio, compañero de carrera y hermano para siempre

Mis recuerdos de Almería en la década de los cuarenta (I)

Equipo OAR a finales de los cuarenta. Detrás de pie y de izquierda a derecha, el portero Joaquín (Ramallet), Troncoso, Antonio, Nene, Marcelo Calderón, Güil, José Antonio Segura y Sr. Ríos (entrenador). Agachados; Jesús Verdejo, el día de la foto no jugó, Angel Agis, el que suscribe, Reyes, Diego Rodríguez y Linde Carmona. / D.A.
Ángel Agis Marín

15 de septiembre 2024 - 08:00

Voy a relatar los recuerdos de entonces que no cité en la primera parte, es más un recuerdo de personas que se me quedaron en el tintero de mi memoria, sin dejar alguna que otra pequeña anécdota de aquellos años.

Empezaré por recordar la alineación del equipo de fútbol Juventud O.A.R. Al que tuve el honor de pertenecer y que cito: Detrás de pie y de izquierda a derecha, el portero Joaquín (Ramallet), Troncoso, Antonio, Nene, Marcelo Calderón, Güil, José Antonio Segura y Sr. Ríos (entrenador).

Agachados; Jesús Verdejo, el día de la foto no jugó, Angel Agis, el que suscribe, Reyes, Diego Rodríguez y Linde Carmona.

Otros amigos de entonces:

Luis Ortiz, hermano éste del capitán At. Baleares, Manolo e Ignacio Torrecillas.

Siempre destaqué en el fútbol, siendo una de mis grandes pasiones deportivas. Por cuestiones laborales no pude más que dedicarme a jugar de forma amateur, pero sí tuve mi momento cuasi profesional, cuando estuve en dos entrenamientos con el primer equipo del At. Almería C.F, por mediación de mi amigo Peña, que trabajaba en las instalaciones del club y me presentó al entrenador del equipo, el Sr. Bardina, que llegó a ser jugador del Sabadell C.F. Fue a él a quien solicité poder hacer algún entrenamiento con ellos y aceptó dándome el gusto, por lo que tampoco podré olvidar nunca ese gesto y días de profesional.

Los jugadores de entonces eran: los porteros Luengo y Escamilla, y los jugadores; Antonio Serrano, Del Pino, Sosa, Aguayo, Ruiz López y algunos más. Hacía con ellos los entrenamientos físicos y después el partidillo preparatorio del domingo, en el que formaba parte del equipo oponente al titular.

No pude continuar mucho más porque mi padre me dijo; como tú no vas para figura del fútbol, dedícate a estudiar y ahí estuve esforzándome mucho para sacarme el título de Practicante en Medicina y Cirugía.

Había hambre e ingenio para buscar golosina en la naturaleza; en el Huerto Pencas, escarbando, extraíamos unas raíces dulces a las que denominábamos “rabanicos corderos”.

Las carcajadas de nuestro querido amigo Juan Salas nos hacían dar un respingo en las sillas de la terraza del CineImperial cuando la película era de humor, era tan fuerte que algunos decían que se oían fuera entre las personas que salían con sus sillas a las tertulias nocturnas de las calles aledañas al fresco de la noche.

En los descansos de las películas salían varios niños pertrechados con cubos con hielo a vender bebidas frías y agua fresca en un botijo.

También se veían anuncios en la pantalla del cine con una musiquilla muy característica. Las colonias y fragancias, como: Es Eno Nike la loción por excelencia y el anuncio de: las tabletas analgésicas y anti térmicas OKAL, calmante sin igual.

En esta época comenzó a generarse en nosotros un deseo, el de fumar, y lo hacíamos con cigarrillos de matalahúva liado en papel que vendían en librillos

Había un personaje, “el quincallero” que vivía en la calle Ramos y salía los domingos con su carretilla ambulante. Su carrito con múltiples colores parecía más bien un carrito de verbena, además llevaba colgados los rollos de bovinas de hilos, junto con las telas y demás elementos de costura.

El servicio de gas se fabricaba al lado del balneario “Diana”, al lugar le llamaban, en un alarde de creatividad, la fábrica del gas. Cuando cerró y cesó la fabricación sólo quedó un solar, al que se le llamó el campillo del gas, donde se celebraban combates de boxeo y otras actividades deportivas y musicales.

Por su parte, en la calle Reyes Católicos había una fábrica de luz, toda la fachada estaba acristalada y cuando pasábamos por delante nos creaba gran admiración.

Teníamos la terraza de verano del “Tiro Nacional”, el origen del nombre, lo dice todo. Tenía una pantalla para la proyección del cine de verano. También aquí se celebraban combates de boxeo y otros deportes, verbenas, fiestas y bailes de sociedad. Estaba situada en la esquina actual de la Av. Federico García Lorca y la Av. De la estación, en los números pares. Cerca estaba la calle de los Picos, que debía su nombre a un cortijo que así se llamaba.

El presidente del equipo UNIDOR era Ramón Gómez Vivancos, cuyo laboratorio fabricaba la medicina OKAL. Ramón era también de nuestro barrio y generación. En Almería ha sido una personalidad por todas sus actividades profesionales; como presidente de la Cámara de Comercio y de otra índole, siendo uno de los fundadores del Automóvil Club Almería, del que fue presidente.

En verano también íbamos a bañarnos al espigón del muelle pesquero, al que le decían “los cuescos”, por el sonido que hacía el agua del mar al entrar y salir por las concavidades entre las rocas, creo que no tengo que explicar más de su origen escatológico.

A pescar nos íbamos con las cañas y aparejos al Camino del faro, al denominado “martillo”, una estructura metálica que había al comienzo del espigón de poniente.

Mirando hacia otras zonas, recuerdo que en la finca o chalet de Don Agustín Baeza (situado al norte de la rambla Belén) estaba el molino del corcho, donde se molturaba el corcho que después se utilizaba para conservar la uva en los toneles y barricas de madera, que se usaban para exportar la uva almeriense por todo el mundo. El serrín triturado que quedaba se aprovechaba en las estufas y fogones de cocina.

El encargado del molino se llamaba Roque, quien compaginaba esta labor con la de guarda de la finca, y al que teníamos que vigilar cuando nos introducíamos en la misma para comer las dulces moras que el moral nos proporcionaba.

Otro personaje que viene a mi memoria era el encargado de la biblioteca Francisco Villaespesa en el paseo de Almería, se llamaba Robles, era una persona muy atenta y educada, y siempre atendía nuestras demandas con un gran cariño y educación.

Volviendo al barrio, no puedo dejar de recordar a una familia vecina en la calle Restoy, el padre Rafael López Díaz y su esposa Amelia Aguilera, que tuvieron 12 o 13 hijos. No se les murió ni uno. Su preocupación, además de sacarlos adelante, fue que pudieran estudiar y tuvieran un futuro brillante, dándoles a todos los que pudieron la oportunidad de estudiar, no obstante, destacaron siempre por educarlos y hacerlos grandes y honradas personas. Tengo el recuerdo sobre todo de los más mayores; Rafael, Juan y Carmen, que hicieron la carrera de magisterio. Había otro, Liberio, al que vi por última vez de representante de la asociación vecinal el “Centinillo”. Magníficas personas toda la familia.

Carta de identidad de la Universidad de Granada / D.A.

Volviendo al barrio, allí teníamos a un personaje del mundo del toro, Julio Gómez “Relampaguito” quien pasaba a pie por delante de mi casa cuando iba a ver alguna corrida, sobre todo en las fiestas de agosto.

Alguna faena presencié en el coso de la Avenida Vilches, recuerdo una novillada en la que el matador salió de la barrera para darle un capotazo a un novillo y éste le enganchó de la pierna rasgándole todo el largo del pantalón.

Por aquí van acabando mis recuerdos de aquella década en la que me acercaba a los 18 años y en la que, sin tenerlos todavía, empecé a estudiar la que fue mi carrera profesional. Practicante en Medicina y Cirugía. Obtuve el título en la Facultad de Medicina de Granada en el año 1951, el cual me facultaba para atender partos normales indicándolo expresamente en el mismo, al haber estudiado la asignatura de obstetricia y ginecología.

Por falta de medios en la familia, tuve que estudiar por mi cuenta y presentarme como alumno libre. Para obtener el título, había que pagar unas tasas que eran altas para aquella época, unas 300 pesetas, que fueron costeadas por mi tía “Lola”, Dolores Enciso Amat; la madre de la egregia escritora almeriense, mi prima María Pérez Enciso, “María Enciso”.

Ya contaré con detalle este capítulo en otro escrito sobre mi currículo y vida profesional. Sin embargo, no quiero finalizar sin recordar las madrugadas de verano en las que me levantaba apenas había unos rayos de sol para subirme al terrao de nuestra casa en la calle Restoy para, así al fresco y antes de que comenzará el bullicio de la casa, pudiera concentrarme en mis libros.

No puedo olvidarme del tribunal que me examinó en Granada. Que presidía el Dr. Miguel Guirao Gea, Decano de la facultad de medicina. La Dra. Dª Asunción Linares, Dr. Del Moral, Dr. Ortiz de Landázuri (Ginecólogo), etc.

Previamente había realizado mis correspondientes prácticas obligatorias en el Hospital Provincial de Almería. Y aquí como digo, comienza un nuevo capítulo de mi vida que narraré en una próxima entrega.

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