El sueño americano de Palomares: no habrá limpieza sin Estados Unidos

accidente nuclear

España necesita al gobierno estadounidense por dos motivos: el elevado coste del transporte del material contaminado y porque en Europa no hay cementerios de tal magnitud para un ‘entierro’ definitivo

Estados Unidos hace negocio con las bombas nucleares de Palomares

Proyecto Indalo: el plan que falseó la contaminación en Palomares

Terrenos afectados por la radiación, tras la caída de cuatro bombas nucleares que no llegaron a explotar, en el núcleo cuevano de Palomares.
Terrenos afectados por la radiactividad en el núcleo cuevano de Palomares. / Javier Alonso

Palomares vuelve a estar de moda. Sucede cada cierto tiempo. La falta de certezas y de información hace que cualquier novedad se convierta en un auténtico espectáculo. La mentira y la censura lo han conseguido.

Ha vuelto a la primera plana porque el Gobierno español ha solicitado, por enésima vez, ayuda a Estados Unidos. Es evidente que España necesita a la administración Biden (o a cualquiera de ellas) para acometer la limpieza.

Es así tanto por dinero como por depósitos. Porque ni hay dinero -no quieren gastarlo- ni cementerio. España no tiene ningún espacio nuclear capaz de albergar lo que Palomares guarda bajo sus pies: 8 kilos de plutonio repartidos en 50.000 metros cúbicos de material. Y en Europa tampoco existen. En el terreno económico, en su momento se cifró en 600 millones el traslado de la tierra contaminada. La limpieza bastante menos, unos 37 millones.

Cronología tras el accidente.
Cronología tras el accidente.

El caso es que José Manuel Albares, ministro de Asuntos Exteriores, pidió hace unos meses de forma oficial al país norteamericano que retire la tierra contaminada. La respuesta, según el propio Gobierno, ha sido positiva.

Y con esto, Palomares vive otro ‘Déjà vu’. Hay que remontarse a 2015 para poder interpretarlo. John Kerry, el entonces secretario de Estado estadounidense, se reunía en Madrid con José Manuel García-Margallo, ministro de Asuntos Exteriores. Palomares estuvo en su agenda. Es cierto que se habló de la limpieza. Pero apenas se tomaron apuntes. Aquello no fue ni un acuerdo. Era una declaración de intenciones garabateada sobre unos pocos folios. En ellos, gobierno norteamericano se comprometía, en un futuro, a sellar un acuerdo que pusiera fin a una pesadilla de más de 50 años.

Kerry y Margallo mantuvieron un encuentro con Palomares en la agenda.
Kerry y Margallo mantuvieron un encuentro con Palomares en la agenda.

Pero eso nunca sucedió. El gobierno de Obama pasó a la historia y Donald Trump entró en escena. Y con él, Palomares regresó al olvido.

El documento se metió en un cajón. Y aunque tampoco era demasiado explícito, la administración Biden podría recuperarlo para firmar de una vez el acuerdo de reparación y rehabilitación de Palomares.

Lo que ese documento incluía era el proceso de retirada de la tierra radiactiva, que hubiera tenido una duración de entorno a tres años. El tratamiento hubiera sido costeado tanto por el gobierno español como por el estadounidense, aunque no se hizo público el porcentaje de cada uno. En principio, España hubiera procedido a retirada de la tierra y Estados Unidos se hubiera hecho cargo de su traslado, con el fin de depositarla en el estado de Nevada. El coste de los trabajos sería superior a los 600 millones de euros, pero su mayor parte estaría destinado al traslado, parte más costosa.

En España no hay forma de enterrar 50.000 metros cúbicos contaminados. Hay quién, en su momento, presionó para que el material se trasladara hasta las instalaciones de El Cabril, en Córdoba. Pero desde Enresa, la empresa pública española responsable de la gestión de los residuos radiactivos que se generan en el país, aseguran a Diario de Almería que es inviable.

Terrenos contaminados de Palomares.
Terrenos contaminados de Palomares.

El Cabril, misión imposible

El Cabril está autorizada para recibir, tratar y acondicionar para su almacenamiento definitivo, residuos radiactivos de muy baja, baja y media actividad, cuya actividad sea debida principalmente a la presencia de radionucleidos emirosres beta o gamma de periodo inferior a 30 años y cuyo contenido de vida larga sea muy bajo”, explican.

Argumentando que teniendo en cuenta los criterios de aceptación aprobados, “no sería posible almacenar en El Cabril el volumen de los materiales radiactivos existentes en Palomares”.

Cementerio de El Cabril, en Córdoba.
Cementerio de El Cabril, en Córdoba.

Desde Enresa apostillan que “sin la existencia de almacenamiento definitivo en España, si finalmente se decidiese mover dicho material, tendría que ser almacenado temporalmente en instalaciones dedicadas específicamente a esta finalidad, que tendrían la condición reglamentaria de instalación nuclear”.

Dos mentiras, una con nombre

Para quien no lo retenga, fue en enero de 1966 cuando cuatro bombas termonucleares caídas del cielo pudieron borrar del mapa a media España. No se trata de exagerar. Eran 65 veces más destructivas que las de Hiroshima y Nagasaki. La culpa, a quien corresponda. El Gobierno español permitió realizar tareas de abastecimiento en el aire al ejercito norteamericano en plena Guerra Fría. Y en una de estas maniobras, dos aviones chocaron dejando caer cuatro bombas termonucleares sobre el núcleo de Palomares.

Pero muy poco se ha sabido de todo lo que vino después. Por mentir, se mintió hasta en el lugar en que Manuel Fraga se bañó. No lo hizo en Palomares, sino en Mojácar. A 15 kilómetros. Él no se atrevió, pero en plena escalada de turismo extranjero, había que dar una imagen de seguridad en el Mediterráneo.

Fraga bañándose en Mojácar.
Fraga bañándose en Mojácar.

Pero esta no deja de ser una burda mentira empequeñecida con las que continuaron y precedieron. Una de las más sonadas fue la de la primera limpieza. Porque la primera y única descontaminación de Palomares fue una tapadera. De los nueve kilogramos de plutonio que cayeron sobre la pedanía de Cuevas , los norteamericanos apenas se llevaron 270 gramos. Eso sí, repartidos en un total de 4.810 barriles. De estos, 4.808 fueron enterrados en un cementerio nuclear estadounidense y dos se enviaron a laboratorios de Los Álamos para su análisis.

Los norteamericanos fingieron una especie de limpieza con la no llegaron a retirar ni un kilogramo de material radiactivo dejando el resto allí. Pero esto no quedó ahí. Varias décadas después llegaron los debates sobre qué zonas podían estar contaminadas y qué otras no, ampliándose incluso el vallado al detectarse, por parte del CIEMAT, que la amplitud de la radiación era mayor.

Después de esto, España se quedó huérfana. Los análisis posteriores demostraron la existencia de radiactividad, pero no hay forma de moverla de Palomares. La segunda de las mentiras se extendió mucho más en el tiempo. Es tan cruel como la de la falsa limpieza, pero, al menos, tiene nombre: Proyecto Indalo, que se extendió desde 1966 hasta 2009. Fue un plan secreto desarrollado por Estados Unidos, en colaboración con los distintos gobiernos españoles, para estudiar la interacción del plutonio con los habitantes de Palomares.

El Proyecto Indalo ocultó expedientes y aumentó a su libre antojo el nivel aceptable de plutonio. Si en Estados Unidos este era 0,13 µgr/m2 (microgramos por metro cuadrado), en Palomares se estableció en los 460 µgr/m2 según el Departamento de Defensa y 1000 según el Departamento de Estado. Lo razonable o aceptable de plutonio en España para los EE.UU. era 3.554 veces superior a lo que consideraban para su propio territorio y habitantes.

Soldados norteamericanos junto con locales en Palomares.
Soldados norteamericanos junto con locales en Palomares.

Para las primeras pruebas sobre humanos se escogieron a los 69 vecinos con más opciones de haber respirado aerosoles el día del accidente. La orina fue recogida en Palomares desde el 06/06/1966 en tres ocasiones; una por mes. Los resultados dieron un 99% de positivos. Pero fueron invalidados. La justificación era una conjetura elevada a rango de evidencia. Se basaba en la supuesta contaminación en origen, a través de la estrecha boca de la botella colectora de la orina, en los segundos que dura una micción, cuando siempre afirmaban que no existía contaminación en el aire. Desde entonces, un muestreo anual de 120-150 vecinos han pasado por la JEN-CIEMAT para someterse a reconocimiento médico completo y análisis de orina en busca de plutonio.

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