¿Quién quemó los talleres Oliveros?
Siniestro. En 1973 un violento incendio arrasó las instalaciones que estaban situadas en el último tramo de avenida de Federico García Lorca, en la actualidad avenida Cabo de Gata
SE van a cumplir cuarenta años y hasta hoy sigue siendo una incógnita que fue lo que realmente pasó sobre el incendio de los talleres de Oliveros, aunque el abanico de sospechas e hipótesis sobre lo que ocurrió es bastante amplio y de distintos colores.
A principios de la década de los setenta concretamente en 1973 un devastador incendio cuyas causas no se llegaron a determinar formalmente arrasaron las instalaciones de los talleres de Francisco Oliveros S.A. ubicados en una amplia superficie entre el último tramo de la avenida de Federico García Lorca, lo que hoy es la avenida de Cabo de Gata y la carretera de Ronda. La puerta principal de la factoría se encontraba en la avenida de Cabo de Gata frente a la estación de servicio Trino.
Oliveros fue sin género de dudas un referente de la industria que prosperó en Almería durante la primera mitad del pasado siglo XX y que llegó a dar trabajo a más de un millar de padres de familia en aquellos años. En relación con el tema del incendio, no hay mucho o más bien poco sobre lo que pudo suceder.
El periodista Blanco Martín en su libro "La memoria de los almerienses de los años 80" dedica apenas unas quince líneas en contar sucintamente el suceso. Mas o menos lo encuadra dentro de lo que el periodista denomina "Conflictos que nunca existieron". Literalmente dice "una breve noticia de protestas de los trabajadores de "Oliveros en 1973 provocó la reacción airada del Gobierno Civil de Almería. El símbolo industrial almeriense terminaría bajo el fuego provocado, años después en una reconversión local, que provocó uno de los focos de tensión laboral de aquellos tiempos. La operación inmobiliaria dejó siempre en el aire la incertidumbre sobre la autoría del fuego. Aunque algunas denuncias obreras señalaban a la propia empresa, otros interrogantes apuntaron la coincidencia de que en el día del siniestro, fuera también el de la presentación de una "extraña" organización sindical obrera asamblearia "Asociación Obrera Asamblearia (AOA) y que el fuego fue su tarjeta de presentación. La autoría del incendio provocado que destruyó Talleres Oliveros, sigue siendo todavía un enigma".
Al principio de los años cincuenta un reportaje de ABC revelaba una serie de datos acerca de la empresa Francisco Oliveros S.A. Con unos talleres exánimes después de la Guerra Civil, Oliveros se convierte en una potente factoría industrial que da trabajo a 450 trabajadores - a principios de los sesenta mas de 600- y cuyos primeros 4000 metros cuadrados de superficie se han ampliado hasta superar los 50.000. Un total de 11.000 vagones de tren semidestruidos fueron recuperados para el transporte.
En el año 1880 ya existían en Almería los talleres de Francisco Oliveros S.A. Al fallecimiento de éste sus hijos, Francisco y José asumieron el negocio, mientras que un tercer hermano, Antonio optó por dedicarse a la Medicina. La guerra civil acaba con todo el proyecto industrial. Varios muertos en la familia aunque los dos hermanos siguen adelante. Finalizada la contienda, los hermanos Oliveros ponen todo su empeño en relanzar la industria.
Se instala un horno eléctrico con capacidad para dos toneladas. Además de los vagones de ferrocarril comienzan las fundiciones y fabricación de piezas para buques, automóviles, etc... Las nuevas naves destinadas al torneado, ajuste, estampación y forja siguen su acelerada marcha así como los edificios para los talleres de galvanoplastia, almacenes, laboratorio de pruebas y oficinas, al tiempo que continúan con su ritmo habitual las fundiciones de hierro, acero y metales con sus carpinterías metálicas y soldaduras autógenas y eléctricas.
La reconstrucción de vagones de Renfe- admiten más de 300 en sus vías-son una fuente extraordinaria de un constante trabajo por lo que la plantilla de la factoría llega incluso a situarse en un millar de empleados. Se llegan a reparar más de 11.000 vagones y a construir otros 600 nuevos.
Pero después del esplendor llegaron las vacas flacas, Oliveros fue decreciendo, igual que el resto de otras potentes empresas del país, y sus plantillas fueron disminuyendo. Año tras año la sangría va haciendo mella. Cierre de instalaciones reconversiones hasta que se produce el desahucio total y los propietarios de los terrenos consideran otras opciones.
La difícil situación de los obreros es cada vez mas latente. Esta empresa familiar, nacida con la construcción de la línea de Linares a Almería en 1895, a partir de la iniciativa de un armador almeriense, se convirtió en el gran taller ferroviario del sureste español, aprovechando la oportunidad de una rígida demanda de suministros y reparaciones ferroviarias derivadas de la exigente línea, de grandes pendientes y, por lo tanto, con un material móvil muy necesitado de mantenimiento.
Como en el caso de la mayor de instalaciones ferroviarias decimonónicas, los Talleres Oliveros se instalaron en los límites de la ciudad histórica, en concreto al otro lado de la rambla de Almería, en la zona de huertas. El crecimiento de la ciudad hizo que en la década de 1950 estos talleres estuvieran rodeados de viviendas y edificios, lo que posibilitó años después una jugosa operación inmobiliaria en una de las zonas más caras de la ciudad, derivando, además, en la conversión de la antigua actividad industrial en una nueva de mayores expectativas, Inmobiliaria Oliveros, que urbanizó los antiguos terrenos de los talleres.
El 8 de noviembre de 1977 un artefacto explosivo destruyó el coche del presidente de Francisco Oliveros SA aparcado en el garaje del edificio Olima. Los bomberos fueron alertados para sofocar el siniestro para evitar su propagación por el resto del sótano y que afectó a otros vehículos aparcados. Hacia cierto tiempo que la empresa había promovido un expediente de crisis con objeto de despedir un determinado numero de obreros, casi la mitad de la plantilla. El expediente fue rechazado por la Delegación de Trabajo. Los trabajadores acusaban a la empresa de no haber aceptado la ejecución de distintos trabajos con la única pretensión de abandonar la actividad productiva y estar así en condiciones para poder especular con los extensos solares en que la fábrica se encontraba enclavada.
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