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Cuando Pulpí era 968

Pequeñas historias almerienses

El municipio almeriense mantuvo el prefijo telefónico de Murcia hasta el 9 de junio de 1996

La calle del Duendecillo

Anuncio de la crónica de 1988 con prefijo de Murcia / D.A.

Hace bien poco, para llamar por teléfono a una localidad diferente a la tuya tenías que poner una conferencia. Marcabas un número de la compañía –el 003- o ibas a su locutorio de la calle González Garbín, 20, y una señorita amable y dispuesta te conectaba con el abonado deseado. Con una gran habilidad manual sacaba y metía clavijas en lo que en argot de la empresa era “el cuadro”. Y te decía con voz radiofónica “conferencia con Alboloduy,cabina tres”. Entrabas al cuartucho, donde solo había un aparato, y allí de pie, aislado del mundo te ponías a hablar. Cuando terminabas, pagabas el importe de los “pasos” consumidos y te marchabas satisfecho. Yo he visto salir del locutorio de González Garbín a reclutas y militares chusqueros vestidos de soldaos con una sonrisa de oreja a oreja, después de haber “pelao la pava oral”, suponemos, con su novia del más allá geográfico.

Los abonados de los municipios que no disponían de conexión automática a la red tenían como número de línea el 5, el 50 o el 23. En Alhabia, en 1977, el teléfono del cuartel de la Guardia Civil era el 2; en Laujar, la oficina de la Caja Rural era el 102 y en la villa de Níjar, ese año, para hablar con el colegio nacional había que pedir el 202. Mojácar, que ya empezaba a ser destino de ocio de jóvenes jipis y de veteranos de guerra británicos, se incorporó al servicio automático de Telefónica el 27 de abril de 1977. A pesar de contar, desde once años antes, con un parador nacional de turismo.

La lista de pueblos que carecían de línea automática de Telefónica, hace 47 años, era interminable; municipios tan importantes como Cantoria, Tabernas, Benahadux, Dalías, Huércal de Almería o Cuevas del Almanzora carecían del servicio directo. Abla fue la última localidad en usar una centralita manual. El aparato bien podría haberse donado al museo etnográfico de Terque o a cualquier otro espacio museístico para el disfrute de las nuevas generaciones, que usan el móvil para todo menos para hablar.

El servicio automático comenzó a implantarse poco a poco. Cuando ocurría, podías descolgar el auricular en tu casa y, metiendo el dedo en aquella rueda con dígitos, contactar con tu pariente, amigo o cliente, si tenías una empresa. Los números eran de seis cifras y, por ejemplo, en la capital empezaban por 21, 22, 23 y más tarde por 24. En Navidad, para encargar el pavo trufado del Restaurante Imperial podías marcar el 231740 y si querías preguntar en “La Sirena” si había llegado el LP “My Aim Is True”, de Elvis Costello, resultaba imprescindible el 236122. La casa de socorro de la calle Alcalde Muñoz era el 230712 y el parque de bomberos el 220044. En todos los hogares había una agenda encuadernada de piel donde el padre o la madre anotaban los teléfonos habituales: butano, modista, taller del coche, Spar, prima del Alquián, cuñá de Tarrasa… Los más modernos tenían un soporte para poner encima el aparato, ambos del mismo color, con trece botones y las letras del abecedario serigrafiadas. Pulsabas uno y salía la hoja de los nombres con “C” y “D” o los que empezaban por “R”, “S” y “T”.

Quienes nos llamaban desde fuera de la provincia debían anteponer al número del abonado el prefijo 951, que era el que adjudicaron a Almería; aunque luego nos cambiaron el 1 por un 0 y el 1 se lo quedó Málaga, como la Costa el Sol. En las guías telefónicas imprimían un plano de España con el prefijo de cada provincia: Las Palmas era el 928, Sevilla, el 954 o La Coruña, el 981.

Pues bien. En esa vorágine de números y prefijos, Almería fue tristemente marginada. Para llamar a un municipio del Levante, Pulpí, era necesario anteponer al número del abonado el prefijo de Murcia. El 968. Sí; había que poner una conferencia. Y en 1976, había instaladas en el pueblo unas 320 líneas.

El abogado Fausto Romero-Miura (1945-2019) decía que marcar ese prefijo era hacerlo “al extranjero autonómico”. El otro día, mi amigo el arqueólogo Antonio Andrés Díaz Cantón, recordó el asunto del 968 en su magnífica conferencia, organizada por la AAVV “Puerta de Europa”, sobre los errores históricos de la capital. Esa discriminación con Pulpí no solo era en el teléfono. El equipo de fútbol del pueblo jugaba en la liga de Murcia y en los televisores, en lugar de las noticias regionales del “Telesur” veían la desconexión territorial de TVE de la comunidad vecina. Es verdad que algunos barrios y cortijadas de Pulpí están en la misma raya que separa Almería y Murcia, pero pertenecen a nuestra provincia: Pozo de la Higuera, Los Aznares, o el Paraje El Cocón.

Aquel simbólico desaire del 968 perduró durante muchísimos años. Hasta el 9 de junio de 1996. Nos querían hacer ver que, incluso, era bueno para los ciudadanos, como dijo el 21 de marzo de 1985 el delegado de la compañía, Ricardo Delgado Francisco. “El prefijo 968 interesa más al municipio y a sus habitantes” llegó a exponer en rueda de prensa. Por cierto, Ricardo Delgado ocupó ese cargo durante veinte años: desde el 1 de diciembre de 1966 al 27 de noviembre de 1986. Cuando se marchó, en la delegación provincial trabajaban 404 personas.

Las grandes empresas de la comarca que comenzaron a constituirse o a expandirse a finales de los años ochenta seguían dependiendo del 968 para que sus clientes almerienses o la administración andaluza contactaran con ellos: “Frío España”; “Imes S.A:”; “Talleres Caype S.L.”, “Cárnicas de Pulpí”; “Agroibérica”, “Primaflor S.A.”; “Prima-Ram” o “Semilleros Jarico”.

La incorporación de los abonados de Pulpí a la red almeriense, con los consiguientes cambios de prefijo y números privados, ocasionó anécdotas y molestias. Mucha gente seguía llamando a los dígitos antiguos y en lugar de un pulpileño respondía a la llamada un tío de Alcaudique, en Berja, o una señora de Las Norias de Daza. Antes de la modificación del prefijo, los números de los usuarios levantinos empezaban por 480 y 490 y con la automatización se modificaron a 464 y 465. Pero quienes no se enteraron seguían marcando el el número antiguo. Y, claro, la llamada sonaba en otro lugar, a 160 kilómetros de distancia de La Glorieta: “Aquí no é”. Y colgaban.

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