Los primeros vacunados estrenan la inmunidad sin bajar la guardia
Coronavirus Almería
Los usuarios y trabajadores de residencias y los sanitarios son los primeros en completar los 28 días que separan el pinchazo inicial de la “protección total” frente a la COVID-19
Seis testimonios e historias de inmunidad
Vacuna a vacuna se hace el camino hacia una inmunidad colectiva frente al virus SARS-CoV-2. Sin necesidad de pisar la luna como el astronauta norteamericano Neil Armstrong, con cada pinchazo se da un gran paso para la humanidad ante uno de sus mayores retos de la historia reciente. El principio del fin de la pandemia comenzó a finales de diciembre en la provincia y desde hace unos días se van multiplicando a cuentagotas los primeros almerienses que ya son inmunes a la COVID-19. Podrían contagiarse y propagar el virus, pero dejarán de ser candidatos a que se agrave y tengan que acabar ingresando en hospitales al borde del colapso.
Después de casi un año de pesadilla, sumidos en el fatalismo de los estragos del coronavirus, los usuarios y trabajadores de las residencias de mayores y los profesionales de la salud han sido los primeros en cruzar la frontera de la esperanza en tiempos de conmoción y mascarillas. Una nueva etapa de inmunidad en nuestra provincia con historias de alivio e ilusión como la de Sor María Jesús que fue la primera persona en vacunarse en la residencia de mayores Santa Luis de Marillac de Cuevas del Almanzora a principios de enero y la semana pasada recibía la segunda dosis, al igual que el conjunto de residentes, entre los que figuran la más joven, Loli con 73 años, y la veterana Teresa con 99. Nombres y testimonios de almerienses protegidos ante la infección, al menos por un tiempo, entre los que destaca el de la primera persona a la que se administró la vacuna en la provincia, Remedios, de 71 años, en el geriátrico Ciudad de El Ejido el 27 de diciembre.
Fue un día histórico para Almería cuando llegaron los primeros cien viales con 400 dosis de la vacuna de Pfizer-BionTech que permitieron que los 68 residentes y 23 trabajadores del centro en el que reside ‘Reme’ ya gocen de la protección que otorgan los 28 días que separan el primer pinchazo de la inmunidad. La segunda dosis se administra tres semanas después. Si la primera pone en alerta a nuestros linfocitos, la de refuerzo les proporciona una memoria inmunitaria más potente y duradera. En el hospital de Poniente se vacunaban a la par que en el geriátrico ejidense y otros dos nombres se inscribían en la historia de la inoculación frente al coronavirus. Los privilegiados para las primeras inyecciones eran la enfermera de la UCI Ana Moya y el facultativo de urgencias pediátricas Enrique Moyano.
Al igual que ocurre en La Inmaculada y Torrecárdenas, estas dosis iniciales fueron para los profesionales en contacto directo con pacientes COVID-19, los de primera línea de combate, hombres y mujeres que llevan casi un año entre positivos doblando turnos hasta la extenuación en los servicios infecciosos, medicina interna, intensivistas de la UCI, Urgencias y Neumología, tanto facultativos y enfermeros como auxiliares, celadores y limpiadoras. Cuando llegaron las primeras vacunas a los hospitales se vivió como una jornada festiva con miradas cómplices de alivio. Pero su día a día no ha variado lo más mínimo, como reconocen Ana Moya y Enrique Moyano, y se mantienen todas las medidas de seguridad e higiene hasta que se logre la ansiada inmunidad de rebaño. Eso sí, trabajan más tranquilos, al igual que los profesionales sociosanitarios de las residencias por la protección de sus pacientes y usuarios sin olvidar la de sus familiares cuando vuelven a casa.
En la residencia de Serón recibían a finales de la semana pasada la segunda dosis después de controlar un brote con nueve afectados y este viernes han completado el tránsito a la tranquilidad. Porfidio Checa fue el primero en rematar la vacunación en este centro del norte de la provincia. Y en la otra esquina, la que limita con Murcia, en Cortijo Colorao de Pulpí, el 25 de enero respiraban con la segunda dosis. Con anterioridad a suministrarles la segunda inyección, Salud realizó un cribado con PCR que debía arrojar resultados negativos tanto en mayores como en trabajadores para poder seguir adelante. Después de una pandemia sin brotes, no querían retrasos por positivos y durante días, según relata la psicóloga Sonia Ponce, mantuvieron aislamiento preventivo en las habitaciones con normas estrictas.
Hoy siguen restringidas las visitas de familiares en el conjunto de geriátricos de la provincia porque aún queda camino por recorrer y quedan incógnitas por despejar. “Es una lucha permanente ahora con los usuarios que se sienten protegidos y quieren recibir a sus allegados e ir recuperando la libertad de movimientos, pero todavía no es posible”. Demasiado drama y desgarro emocional como para cambiar el decorado de un día para otro. Todo llegará cuando toda la población esté a salvo. “Ha habido muchos virus y cosas raras, pero como esto nada en la vida”, comenta con resignación Antonia Pérez, que cumplirá 80 años en mayo, desde su refugio en la residencia pulpileña de Vitalia. Recuerda la ilusión con la que recibieron a los vacunadores y sólo tiene palabras de esperanza, de que “todo esto se arregle”.
Después de meses angustiados emocionalmente por los vaivenes de las olas en los telediarios y con la rutina y actividad como mejor receta para sobrellevar esta difícil tesitura, tienen la necesidad de retomar su vida anterior. Son los más vulnerables y presentan mayor porcentaje de complicaciones y defunciones y hasta principios de semana, conforme se inoculaban las segundas dosis, todavía existían brotes en seis residencias almerienses que afectaban a más de 150 usuarios y trabajadores. “La primera dosis me la pusieron el 5 de enero, fue mi regalo de Reyes Magos”, comenta José Miguel Garrido, enfermero de EPES-061 en Almería, que pone en valor el trabajo de los equipos de vacunación ahora que todo el mundo cuestiona el ritmo de inoculación: “Se están dejando la piel”.
A pesar de la dosis de optimismo, todos coinciden en la necesidad de no bajar la guardia y cumplir a rajatabla los protocolos y medidas de prevención hasta que no haya inmunidad de grupo cuando al menos un 70-80% de la población haya completado el ciclo completo de vacunación. Pueden ejercer como transmisores del virus hasta que la ciencia no demuestre lo contrario. Mientras siguen los ensayos clínicos que determinen el tiempo de protección, lo único claro hasta la fecha son los plazos de vacunación que garantizan la “protección total” a partir de los 28 días del primer pinchazo.
El coordinador de vacunación y director de Enfermería del distrito sanitario Almería, Miguel Zapata, explica que la máxima inmunidad se alcanza al séptimo día de recibir la segunda inyección, si bien las enfermeras de enlace recomiendan esperar dos semanas en más de una residencia del levante. Las mascarillas, las limitaciones de aforo y las medidas de distanciamiento social seguirán estando presentes en los próximos meses, también en los centros con todo el personal vacunado, pero el primer paso ya lo han dado. Los inmunizados brotan, de hecho, en un momento crítico para la provincia que sufre una explosión de contagios y hospitalizaciones en la tercera ola. Vacuna es hoy sinónimo de normalidad y el único antídoto contra los abrazos robados y besos perdidos. Más de 26.000 almerienses han recibido ya la vacuna de Pfizer-BioNTech y casi la mitad tienen ya dos dosis.
El escepticismo inicial de algunos parecía un problema, pero es ya residual y son muy pocos los profesionales sanitarios y ancianos de las residencias que se han negado a ser ‘pinchados’. Como ocurre con todos los medicamentos las vacunas también pueden ocasionar efectos secundarios, pero nada reseñables por el momento. Dolor y enrojecimiento de la zona en la que se aplica el vial, sensación de malestar similar a la del catarro, fatiga y dolor de cabeza, a veces incluso vómitos. Trabas menores que no han podido frenar la esperanza inoculada y el deseo de que la vacunación comience a coger velocidad de crucero y llegue a todos cuanto antes mejor.
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