El primer avión de Almería

Almería

Hoy en día resulta de lo más común ver cruzar el cielo a grandes moles de acero dejando estelas a su paso; pero a comienzos del siglo pasado resultaba todo un acontecimiento

El primer avión que llega a Almería: el Deperdussin 50 HP, de Julián Servient, en 1911
El primer avión que llega a Almería: el Deperdussin 50 HP, de Julián Servient, en 1911 / D.A.
José Luis Ruz Márquez

11 de mayo 2024 - 22:47

Almería/Madrugada fría. En lo alto de la Alcazaba, el centenar de personas que ha tenido el privilegio de conocer el telegrama que desde Gibraltar anuncia la llegada en aeroplano, entre siete y ocho de la mañana, de nuestro torero Relampaguito, que acaba de poner en México el broche de oro a su campaña americana... Los primeros rayos del sol ponen a trabajar los ojos en el escudriño del cielo, sin éxito alguno y ateridos de frío, creyéndose víctimas de una broma, están ya dando los primeros pasos de mochuelo hacia el olivo, cuando uno de aquellos desvelados, de gabán negro, grita: ¡Allí! ¡Allí!, señalando con un catalejo al horizonte roquetero.

Los ojos guiñados dan con algo así como una caja para envasar naranja que enfila Almería, se pierde por El Zapillo, asoma por la vega, rodea la ciudad… como si estuviera dando tiempo a que los que le aguardan lleguen de la Alcazaba al primer tramo de la Rambla… pista de su aterrizaje por la que al fin rueda y salta hasta acabar deteniéndose -por la cuenta que le trae, a él y a todos- antes del puente de la Estación, a rebosar, como los malecones, de cientos de almerienses que se han sumado a la bienvenida.

En el reloj, las ocho y treinta del martes 28 de diciembre de 1909. Media Almería grita y aclama, ondeo de pañuelos y voleo de sombrerería. Ovaciones y palmas. No hay allí nada vivo que esté tranquilo, a no ser el par de bueyes que acerca el aparato a la inmediata fundición de Oliveros. De poco le ha servido a Relampaguito el aterrizar, pues ha sido poner el pie en tierra, y verse a hombros de sus paisanos que esta vez no lo sacan sino meten por la puerta grande de su Almería adorada. Y así fue el día grande de la llegada del primer avión a Almería. La verdad es que fue un día de esos que tienen las ciudades cada mil años…

Bonito, ¿verdad? Lo malo es que es que todo lo que les acabo de contar es mentira, es la broma interpretada por mi con la que el diario La Independencia, tan católico y tan serio, convirtió a sus lectores en Santos Inocentes, apoyado en el interés que el aeroplano despierta en todo el mundo civilizado, tan ducho él en detectar los inventos rentables. Y podría haber añadido yo que el piloto y el mecánico de aquel avión, no fueron otros que sus inventores, los almerienses Millé y Asensio… y hubiera enriquecido el cuento, claro que sí, que la mentira en el arte, en la creación, debidamente mesurada, acaba siempre por tener un algo de verdad…

De Jerónimo Asensio sé que era de Cuevas y vino a Almería cuando sus padres pusieron tienda de piensos en la calle de Granada; estudiante de ingeniería, en febrero de 1908 proyecta en Almería un aeroplano en colaboración con su compañero de carrera Andrés Millé Giménez, nacido en 1885 en una conocida familia de la ciudad con unos cuantos hermanos de probada inclinación a la ciencia y al arte que, como él, acabaron emigrados en Argentina, con excepción de Isabel Millé Giménez a la que llegué a conocer, de la pluma de Antonio Sevillano en las páginas de este mismo Diario.

Ambos socios se presentan en París en septiembre de 1908, para materializar el proyecto, logrando pronto unas ayudas que ponen de manifiesto las extrañas alianzas que suelen hacer los negocios: el taller amplio y generoso del constructor catalán Figueredo, “un obrero español, libertario por más señas y a mucha honra”... y treinta mil francos del marqués de Casa Riera, Alejandro de Mora, un aristócrata rico y enigmático y aún capaz de tener por descendientes colaterales a una reina y un esperpento: Fabiola de Bélgica y don Jaime de Mora y Aragón.

Confiados en que al cabo de dos meses andarían de pruebas con aquel aeroplano, sintieron el halago de verse tratados en la prensa como Ios “Wright españoles”, como podían haber sido los Dumont, Delagrange, Forman, Zeppelin, y tantos y tantos pioneros de la navegación aérea…pero no sé qué geniecillo, de los muchos del mal que siempre atacan a los grandes inventos en la cuna, impidió que llegara a madurar aquel proyecto. Así es que ni Asensio ni Millé volaron nunca a Almería, y me temo que a ningún sitio, y a lo más que llegó el segundo fue a emigrarse en 1910 por mar a la Argentina de sus hermanos en donde acabará investigando historia…

Y ahora vamos con el primer avión que llega a Almería: el Deperdussin 50 HP, de Julián Servient, que se presenta el 23 de agosto de 1911, luego de una travesía sobre las olas… pero ¡en la cubierta del vapor «Turia»! Retorna de Orán de ser revisado tras los ensayos que aquí había hecho para afrontar el primer vuelo serio de la historia de Almería, plato fuerte del programa de feria, servido el día 26 de agosto de 1911. A degustarlo acuden grandes y chicos con desigual fortuna: los que logran subir a los carruajes de servicio, y otros que, polvo y sudor, llegan al río, aeródromo por un día, y alrededor del cual se ha congregado media Almería, mientras la otra media anda por los terrados. A las seis y veintiséis minutos, sube el piloto al avión y sonada ya la Marcha Real, iniciada La Marsellesa, el monoplano levanta ovación, polvo y vuelo para ya en el aire ir al mar, virar a Sierra Alhamilla y allí perderse para reaparecer como alivio de la gente, rodear la ciudad por el N.E., pasar sobre el cable del mineral… para acabar aterrizando en el lugar de partida, ante la tribuna presidida por el gobernador y los alcaldes de Almería y Orán, entre la música y la ovación atronadora de todos los asistentes. En hombros, como a Relampaguito, llevan a un Julián Serviet que se muestra gozoso por aquel vuelo de setenta klm, veintiséis minutos de duración y un beneficio de siete mil pesetas; mucho dinero, si, pero pocas veces se sintió tan pletórica la comisión de festejos de un ayuntamiento. ¡Qué éxito!

Cuentan que al pasar el aviador sobre la Alcazaba le extrañó ver un fantasma con negro gabán y catalejo que gritaba ¡Allí! ¡Allí!, señalado al poniente roquetero y eso le extrañó. Él no sabía que fue doble, verdad y mentira, el primer avión de Almería.

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