Los pilones del Barrio Alto

Tradición. En la Plaza Béjar, antes Plaza de Despeñaperros y luego Placeta del Pilar, todavía existe el Patio de los Pilones, donde las mujeres barrialteras lavaban y tendían la ropa

Los pilones del Barrio Alto
Los pilones del Barrio Alto
Agustín Belmonte

19 de mayo 2013 - 01:00

EN el corazón del Barrio Alto, de pescadores y obreros, la Plaza Béjar se llamó antes de Despeñaperros. Pero la gente la conoció siempre por Plaza de los Pilones porque, en el lado de poniente, entre la hilera de casas tipo puerta y ventana, tan de Almería, un portón daba paso -lo da aún- al patio donde las mujeres barrialteras lavaban la ropa y la tendían al sol colgándola de unos cordeles que aupaban en pértigas de caña. Estos mástiles convertían aquel bosque blanquiazulado y húmedo de grandes sábanas en velas, y el patio en un imaginario navío pirata del que los niños éramos capitanes por obra y gracia de las lavanderas.

EL 11 DE SEPTIEMBRE

Ese día de 1891 Almería sufrió la mayor inundación de su historia, como se sabe. En el paraje conocido en la época como el Pilar de los Arquitos, confluencia de las Ramblas de Belén y Amatisteros, ambas se desbordaron, inundando el Barrio Alto. Antonio Sevillano ha recuperado una coplilla que surgió entonces:

La rambla de Amatisteros le dijo a la de Belén:/

agárrate prima hermana que yo te acompañaré/

cuando las aguas estén claras. /

Se cogieron de la mano y arrancaron a correr;/

se han llevado el Barrio Alto y la calle San Miguel./

Gracias le demos al cielo que la nube fue de día,/

que si llega a ser de noche fenece to' Almería./

Se abrió una suscripción nacional para socorrer a las víctimas. La Asociación de la Prensa de Madrid construyó a sus expensas el Barrio de la Caridad y, en Los Molinos de Viento, la Ermita de San Antonio, la Escuela y el pequeño Barrio de la Misericordia. Béjar destacó con un excepcional ejercicio de solidaridad, por lo que el Ayuntamiento almeriense, en agradecimiento, puso el nombre de la ciudad salmantina a la Plaza Despeñaperros. Pero la gente la siguió llamando de los Pilones.

1915

El pilar que había en el centro de la plaza surtía de agua a toda aquella parte del barrio, donde eran muy raras las casas que la tenían corriente a pesar de la cercanía de los Depósitos Municipales en el cercano paraje del "centimillo". En ese pilar fue el encuentro de mis abuelos paternos, escena que narro en mi novela "Retrato parcial en rojo" (IEA, 2012):

"Todas las tardes, con la fresca, la joven cruzaba la Calle Martínez con su cántaro de barro a la cadera, hacia el pilar que había en el centro de la plaza de los Pilones. A sus quince años era una muchacha de una hermosura natural, descarada, salvaje. Bajo la raída pañoleta de flecos negros lucía inmaculada camisa blanquísima de dril y falda recia de dos volantes, larga casi hasta el suelo. Uno de sus picos lo remetía en la cinturilla del humilde mandil de retales y dejaba ver la saya de filos de ganchillo. Muy morena, recogía su negrísimo pelo en una gruesa y larga trenza que unas veces, en su ondulante movimiento, se le iba deshaciendo en mechones espesos sobre el hombro con descuidada gracia y otras le caía desmadejada sobre el pecho del lado contrario al del cántaro. De tez finísima, la cara sin afeites, natural, lavada de jabón cocido en casa -único adorno que podían permitirse las mujeres jóvenes pobres-, era bella, con los pómulos pronunciados, los ojos rajados, grandes y azabachados, la boca en una pura explosión de labios granates, las cejas anchas y bien delimitadas, las pestañas largas hasta lo increíble. Ya lo decía la copla:

"Ojos grandes, pelo negro,/

labios rojos, tez morena:/

como la Virgen del Carmen,/

la virgen más marinera."/

El pescador la miraba con arrobo, embebido en su oscilante cadera, que se movía al ritmo de su paso firme, pero cansino bajo el peso de aquel cántaro a la vuelta del pilar.

-¿Te ayudo, niña?

-Ya puedo yo.

-"Saboría". ¿No ves qu'es p'hablarte? -el pescador se puso a su lado: ella era más alta- ¿Cómo te llamas, niña? ¿Eres de los hileros, esos que montan las ruecas en la Plaza la Mula, que hacen cordeles y maromas de cáñamo?

Ella siguió su camino. El pescador se quedó en la esquina de la Bodega Los 7 Días, mirándola cómo se alejaba tranquila, Calle Martínez adelante, rodeando los charcos de agua nauseabunda por entre el revoloteo salvaje de niños desnudos, descalzos, churretosos que jugaban y corrían de acá para allá. La seguían las miradas curiosas de algunas vecinas. No volvió la cabeza".

1937

Ese año se construyó en la plaza uno de los refugios antiaéreos que proyectó el arquitecto municipal Guillermo Langle durante la Guerra Civil. Lo cubrieron con un extenso túmulo de tierra de casi dos metros de alto, cercado de balates de mampostería. Durante más de dos décadas aquel altozano fue improvisado campo de fútbol de los jóvenes del barrio. El pilar fue trasladado entonces a la esquina de la Calle Molino, y se convirtió en nuevo punto de reunión para el comadreo vecinal. A la plaza, cuando los pilones dejaron de funcionar, se le llamó Placeta del Pilar.

1961

La Delegación Nacional de Sindicatos del franquismo construyó ese año cuatro bloques de viviendas baratas en el medio de la plaza, destruyendo el refugio de Langle. Fueron 68 viviendas, según reza aún la inscripción en una de sus fachadas, que recibieron el nombre del director del antiguo periódico católico La Independencia, Fructuoso Pérez Márquez, asesinado a comienzos de la Guerra Civil (otras viviendas del mismo tipo se construyeron en esa fecha en la Plaza del Quemadero, recibiendo idéntico nombre).

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