Los archivos parroquiales de Almería, un patrimonio maltratado (II)
Almería
El maltrato sufrido por las vicisitudes de los años, no ha sido un buen aliado del Archivo Diocesano de Almería
La crisis en el obispado y algunos precedentes históricos
Almería/“El archivo parroquial quedó en la casa rectoral, y al marcharse el dicente al campo, requirieron a la criada para sacar todos los objetos de la casa y desalojarla, repartiendo esta todo lo que había en tres casas de la vecindad y, posteriormente, el Juzgado Municipal se incautó del archivo, llevándolo al ayuntamiento. Dos libros, de cuentas de fábrica uno y, de ánimas otro, únicamente se han perdido”. El que habla es el entonces cura de Urrácal, Alejo Muñoz Muñoz, en declaración efectuada ante el fiscal Ruiz de Luna en 1943 sobre los sucesos ocurridos durante la Guerra Civil, donde se relata la pérdida de parte del patrimonio histórico y artístico de esa localidad, destacando diferentes imágenes religiosas que fueron pasto de las llamas, así como de las penalidades que hubieron de sufrir muchos almerienses, entre ellos el mencionado párroco, durante el tiempo que pasaron en los campos de trabajo y concentración donde fueron internados, así como las torturas que padecieron a manos de los republicanos.
Pues bien, como acabamos de ver, el archivo parroquial donde se custodiaban los libros de bautismos, matrimonios y defunciones iniciados a finales del siglo XVI salió prácticamente indemne de la contienda civil, pero en la actualidad se encuentra incompleto pues, algunos libros, como por ejemplo el Libro 2º de Defunciones (1697- 1775) se ha perdido. ¿Cuándo se ha producido la pérdida de este libro, si, como acabamos de ver, el archivo estaba completo en 1939 tras finalizar la contienda?
No es el caso de Urrácal, ni de lejos, el de la única parroquia que ha visto mermado su archivo con posterioridad a 1939. La falta de celo en custodiar ese patrimonio ha sido general por parte del clero, obviamente con no pocas excepciones, pero deficitaria sin lugar a dudas, viéndose la conservación de dichos archivos resentida por muchos y variados motivos. Entre ellos se suele mencionar la falta de medios económicos, pero que, para quien suscribe se trata de una mera excusa, pues el motivo real ha sido, desde antiguo, la falta de aprecio que el patrimonio documental ha sufrido, en contraposición, por ejemplo, del patrimonio arquitectónico, mucho más estimado y valorado generalmente. Y digo esto con total certeza y tras haber escuchado durante los últimos lustros las quejas de diferentes sacerdotes que no tenían escrúpulos en gastar altas sumas de dinero en flores para el día del patrón o patrona en cuestión, pero decían no poder comprar un armario donde guardar los libros centenarios, almacenados en cajas medio podridas en la cocina de la vieja casa rectoral. Y me estoy refiriendo, concretamente, a Gérgal. Por suerte, esos libros están desde hace años, a buen recaudo en el Archivo Diocesano.
Así las cosas, y por todas las razones antes apuntadas, la creación de un archivo que aglutinase y recogiese todo ese corpus documental disperso a lo largo y ancho de la geografía almeriense, se recibió como una auténtica bendición del cielo. La inauguración, en julio de 2012, del Archivo Diocesano de Almería, ubicado en unas nuevas y magníficas instalaciones, supuso un punto y aparte tanto en la custodia como en la conservación de los archivos parroquiales del obispado almeriense, que tras la reforma de 1957 corresponde y coincide, con los límites provinciales.
El balance de estos doce años, y sin desmerecer la labor de reunir en el mismo los fondos documentales de las diferentes parroquias, no puede considerarse en modo alguno positivo, pues ni siquiera uno de sus primeros objetivos, el de recoger en el mismo todo ese conjunto documental antes apuntado, se ha conseguido completar. Quedan aún más de una decena de archivos en sus respectivas parroquias, debido a muy diferentes y variopintas razones; entre ellos, algunos de extraordinario valor, pues se inician a partir de la década de 1550. Son los casos de María, Vélez-Blanco, Oria, Olula del Río o Níjar, este último sometido a una adecuada labor de restauración y desinfección durante los últimos lustros, todo ello auspiciado por el párroco de esa localidad, José Rodríguez Bonilla. Sin duda un ejemplo de buena custodia y conservación, pero que no puede en modo alguno, evitar que ese archivo se traslade al Archivo Diocesano, donde su conservación y seguridad estarían garantizadas. Y no creo que la actual situación se pueda permitir ni mantener en el tiempo, aun cuando desde Níjar se envíen al Archivo Diocesano las peticiones que este último pueda recibir, pues ello conllevaría un extraordinario agravio comparativo para todas aquellas otras parroquias que habiendo contado con magníficas instalaciones, véanse los casos de Tíjola o Huércal-Overa, se han visto obligadas a depositar sus fondos en Almería, privándolas así de parte de su patrimonio histórico documental, y sin recibir ningún tipo de contraprestación como podría ser que, al menos, conservasen una copia digital de los fondos depositados finalmente en el Archivo Diocesano.
Por lo expuesto en líneas precedentes, queda patente que esa primigenia labor de concentración, que en un primer momento fue el principal y casi único objetico del archivo recién creado, no se ha logrado completar tras más de dos lustros, pero lo que reviste mayor gravedad y provoca mayor preocupación es que los fondos ya custodiados, no se hayan digitalizado, para así asegurar su conservación y su consulta.
La digitalización de la totalidad del archivo, y no solo de aquellos libros que se encuentran en mal estado, debería haber sido una de las principales tareas. Una digitalización a la que siguiese su difusión en internet, con acceso libre para cualquier interesado, como ya ocurre en numerosos archivos diocesanos españoles; el de Tarragona, y el de la vecina Murcia, son dos buenos ejemplos de lo anteriormente apuntado. Y ni que decir tiene la extraordinaria labor realizada en las diócesis vascas, donde la Iglesia ha conseguido, ¡sin poner un duro!, digitalizar sus fondos. Al igual que en Palencia, donde se ha llevado a cabo un proyecto de digitalización e indexación de los libros parroquiales gracias a una subvención del Ministerio de Cultura y Deportes. Todo ello sin obviar la extraordinaria y valiosísima labor de digitalización y difusión que Familysearch viene realizando desde antiguo.
En Almería, este tema es mucho más oscuro, pues además de no haberse iniciado la digitalización, tampoco se permite que los interesados que acuden presencialmente al archivo puedan tomar fotografías; incluso para algunas personas que se han atrevido a ello, les ha comportado la expulsión del mismo. La dirección del Diocesano se opone a que se tomen fotografías ateniéndose a supuestas normativas diocesanas y sobre protección de datos. Pura falacia y burdo engaño, pues ellos sí se pueden pasar por el escroto dicha legislación, previo desembolso crematístico, por supuesto. Las copias digitalizadas se cobraban hasta hace escaso tiempo a 6 euros, pero como ustedes sabrán, la inflación desorbitante y, las guerras en Ucrania y Oriente Próximo, han hecho que los precios estén por las nubes. No iba a ser menos el Archivo Diocesano de Almería, que ha pasado de cobrar 6 euros a cobrar 10 euros por cualquier copia digitalizada (una simple fotografía de la página de un libro). Aunque si usted necesita un certificado, lo que toda la vida hemos conocido por copia compulsada, el precio se dispara hasta los 30 euros. No es mal negocio. Y menos en un tiempo histórico en que como consecuencia de la Ley de Memoria Democrática, que permite acceder a la nacionalidad española a los descendientes de españoles que cumplan unos determinados requisitos, tanto los Registros Civiles como los de la Iglesia se encuentran prácticamente colapsados, ante una avalancha de solicitudes sin precedentes.
Una coyuntura insostenible que dura ya muchos años y que sitúa a Almería a la cola de la preservación del patrimonio documental de la Iglesia y que se deriva, obviando la manifiesta mala gestión del obispado, de que no se cuente con una legislación eclesiástica común para todas las diócesis españolas. La Iglesia debe tener un criterio unitario en cuanto a la conservación y difusión de sus archivos, no dependiendo esta de cada obispado.
Situación que contrasta con la gestión de los tres principales archivos almerienses: el Archivo Histórico Provincial, el Archivo de la Diputación y el Archivo Histórico Municipal que, pese a contar con una insuficiente dotación presupuestaria, han llevado a cabo en las últimas décadas una labor ejemplar, reconocida por historiadores e investigadores y la práctica totalidad de la comunidad científica. ¡Un auténtico ejemplo a emular!
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