Mi padre tiene una Vespa

Almería

Las primeras motos Vespa que se vendieron en Almería salieron en febrero de 1954 de la “Casa Ciclista López”, en la calle Granada

Mi padre tiene una Vespa / D.A.
José Manuel Bretones

08 de mayo 2022 - 06:00

Almería/Cuando el Colegio Diocesano estaba en la Plaza de la Catedral y las explanadas del Templo eran sus patios del recreo apenas bajaban vehículos por la empinada calle Cervantes. Aquella cuesta mal adoquinada servía como antesala de las clases, donde los niños de finales de los sesenta, sin miedo a ser atropellados, intercambiaban en medio de la calzada sus cromos “Maga” por las incomestibles bolas de chicle chupeteadas.

Y cada mañana y cada tarde –porque antes también había colegio todas las tardes- por la calle Cervantes arribaba puntual como un clavo uno de los alumnos del colegio. Llegaba altivo, arrogante, con la mirada alzada, casi de desprecio. Quería que todos viésemos que aparecía motorizado: de pie juntillas, agarrado con las dos manos al manillar de una Vespa color crema y con su cartera de piel marrón de dos cierres metálicos colgada a la espalda. El ritual era diario e idéntico. Su padre paraba la moto ante aquel portón de madera, se agachaba, le daba un beso y cuando aquel altanero infantil daba dos o tres pasos, arrancaba y enfilaba, con escasa pericia, la calle del Cubo.

Algunos sábados –porque también había clases los sábados por la mañana- les acompañaba la madre. Era una señora fea, con los pelos encrespados y entrada en carnes. Iba sentada de costado, con su brazo derecho serpenteando el abdomen de su marido y con las dos piernas juntas y muy apretadas caídas hacia un mismo lado de la moto. Había que ir así porque “espatarrada” mostraba una señal inequívoca de indecencia. Cuando venía con la mamá, al niño la vanidad le salía por las orejas. Por si no había quedado claro exclamaba a gritos “¡mi padre tiene una Vespa!”, “¡mi padre tiene una Vespa!”. Un día, el director del centro, el cura Eduardo Navarro López (1929-2015), le soltó un pescozón y aquella cantinela concluyó para siempre. Años después, supimos que el padre se quedó sin Vespa y el niño casi sin padre, pero eso ya es otra historia.

Cartel publicitario del modelo de Vespa de 1958 / D.A.
Un acontecimiento lúdico que provocó un tirón de ventas fue la “VI Vuelta a España en Vespa”, que llegó a Almería el domingo 5 de junio de 1966

Las primeras motos Vespa que se vendieron en Almería salieron en febrero de 1954 de la “Casa Ciclista López”, en la calle Granada, donde Francisco López Rodríguez (1909-1981) también ofrecía recambios y accesorios originales. El 26 de julio de ese año, Modesto García Ortega se convirtió en el concesionario oficial; las exponía en la calle Rueda López 11 y las reparaba en la Carrera del Perú gracias a las manos mágicas de su hijo José García Salas y las de los mecánicos José Balbet Montero y Diego Cazorla. Se promocionaban como un “pequeño coche de dos ruedas”, con 125 centímetros cúbicos de potencia y motor de dos tiempos. Costaba 16.500 pesetas y se podían reservar entregando 3.000 pesetas y el resto a cómodos plazos de 6, 12 ó 18 meses. Se vendían dos al día, pero, eso sí, tardaban semanas en llegar desde fábrica. En 1958 ya valían mil pesetas más.

Durante dos décadas, esas Vespas modelos “150 GS”, “Súper”, “Gran Sport”, “160”, “150 Sprint”, “50”, 155”, ó “125 Primavera” revolucionaron la automoción almeriense. Como vehículo familiar por excelencia resultaba habitual ver pasar a un matrimonio con sus dos o tres hijos, todos subidos en la moto. Eran tan llamativas que incluso las populares tómbolas de caridad de la época las sorteaban; por cierto, una de ellas le tocó al juez Mariano Fernández Ulibarri. La Policía Municipal contó con cuatro de ellas, antes de enajenarlas y suplirlas por las potentes Ducati.

El modelo “50” tenía poca potencia, solo corría hasta 65 kilómetros por hora y lo podían pilotar adolescentes desde los 16 años. Ese fue uno de los ganchos publicitarios en 1965: la posibilidad de que los muchachos tuvieran una, pero en aquella Almería de los sesenta con emigración y escasa renta familiar era muy raro ver a uno subido en una Vespa. Todo cambió cuando, a principios de 1970, se comercializaron las “Vespinos”. Esas sí que calaron entre los chavales.

Una Vespa, matriculada en 1967 aparcada en la puerta de La Plaza / D.A.
Dada la facilidad de manejo, la moto se convirtió en la herramienta de trabajo de representante del comercio. Las primeras Vespas costaron 16.500 pesetas

Un acontecimiento lúdico que provocó cierto tirón de ventas fue la “VI Vuelta a España en Vespa” que llegó a Almería el domingo 5 de junio de 1966. Se trataba de una competición con un recorrido de 3.200 kilómetros por veinte provincias en la que se inscribieron 60 motos de ocho países y en el que las asociaciones de la prensa patrocinaban el trofeo. Miles de almerienses se acercaron al Parque para ver la llegada y salida de los participantes en la etapa Málaga-Almería-Murcia. También pobló la Nacional 340 una muchedumbre cuando atravesaron Rioja, Tabernas, Vera y Huércal-Overa. Ese acontecimiento fue más productivo que las posteriores campañas de publicidad, consistentes en sorteos entre los compradores de viajes a Italia y Lisboa y estancias en hoteles de Torremolinos, Mallorca y Santander.

No obstante, tener una Vespa en aquella época consistía en un signo de distinción y poder adquisitivo que se hacía visible las mañanas de domingo. Hubo novias con pretendientes con cuartos que se la regalaron como pedida de mano, maestros de escuela destinados a lo más remoto de la provincia que la pusieron al servicio del anejo, enamorados que se dieron a la fuga a lomos de la máquina y otros afortunados que la ganaron –como el juez Mariano- en sorteos. El empresario Manuel Luque García, del Bar Puerto Rico, obtuvo una en la promoción del “Coñac Soberano”, ése que era “cosa de hombres”.

Dada la facilidad de manejo, la moto se convirtió en la herramienta de trabajo de tenderos, viajantes y representante del comercio, como Robustiano Carrillo Chacón (1940-2015) por la comarca del Almanzora. Eso de comprar y que te llevaran los productos a domicilio ya se estilaba en la Almería de los sesenta y setenta y las Vespas eran el vehículo de transporte de los dueños de los ultramarinos. Así lo hacía con sus clientes el pintor indaliano Rafael López Vigueras cuando regentó “La Tienda de Barco”, al lado de la Plaza.

Mural vespa / D.A.

La Vespa se convirtió en la seña de identidad de algunos personajes famosos de la ciudad, ya que era raro verlos sin ir subidos en la montura de su moto. Manuel Carmona Ruiz, el “maestro Carmona”, iba y venía con la suya por la costa almeriense midiendo ventanas para su taller de forja de la Avenida de Monserrat; el empleado de Banesto y directivo del Almería Ginés Capel García (1938-2014) subía y bajaba el Paseo veinte veces al día; Emilio Napoleón Perals Loayza tenía el chasis de la AL-2808 atiborrado de adhesivos con los escudos de las ciudades que había visitado; el sastre Ángel López Almansa atravesaba la calle Murcia con su hatillo de costura y el maestro José Sánchez Gutiérrez la aparcaba siempre frente a la Puerta de los Perdones de la Catedral. Un testimonio pictórico de la época aparece en uno de los murales de la antigua estación de autobuses, hoy Mercadona. Un fresco de mediados del XX del artista Luis Cañadas (1928-2013) muestra a un cura sobre una Vespa entre el trasiego de los viajeros.

Hoy, aquellas primeras máquinas de hace 68 años están cotizadísimas en el mercado de la restauración de motocicletas antiguas y algunos caprichosos han llegado a invertir hasta seis mil euros en sus piezas originales. Pero, claro, ya no se ven familias enteras vestidas de domingo paseando a lomos de una Vespa y, por su puesto, ningún niño en la puerta de su colegio gritando “¡mi padre tiene una Vespa!”, “¡mi padre tiene una Vespa!”. Como aquel cipote del Diocesano.

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