El valor en la oscuridad: el heroico rescate de cuatro policías que salvó una vida

Cuando lo encontraron, Rafael apenas se mantenía en pie, empapado y temblando de frío; el riesgo de hipotermia era extremo

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El ciclista fue rescatado por agentes de la Policía Nacional.
El ciclista fue rescatado por agentes de la Policía Nacional. / Almería Postureo

27 de marzo 2025 - 15:24

La noche caía en el paraje natural de las Cuevas de los Úbedas cuando un aviso urgente movilizó a cuatro agentes del Cuerpo Nacional de Policía. Rafael, un ciclista atrapado en plena naturaleza, había logrado pedir ayuda antes de que su teléfono móvil se apagara. Lo último que se supo de él fue que tenía frío, estaba desorientado y que sus fuerzas se agotaban. Lo que siguió fue una carrera contrarreloj que puso a prueba la valentía, la intuición y la resistencia de estos policías, cuyo arrojo terminó salvando una vida.

El ciclista fue rescatado por agentes de la Policía Nacional.
El valor en la oscuridad: el heroico rescate de cuatro policías que salvó una vida / Almería Postureo

El aviso llegó al 091 y encendió todas las alarmas: un hombre pedía auxilio y se encontraba en peligro por hipotermia. A medida que las coordenadas del teléfono marcaban una ubicación en mitad de un paraje montañoso, la tensión aumentaba. “Fue desesperante porque perdimos el contacto con él y la ubicación no era precisa”, relata Manu, uno de los agentes implicados.

El equipo se trasladó rápidamente en coche hasta el punto más cercano accesible. Sin embargo, las duras condiciones del terreno y el barro hicieron imposible avanzar más en vehículo. La única opción era continuar a pie, en completa oscuridad y bajo una intensa humedad que convertía cada paso en una dificultad añadida.

Desafíos y decisiones cruciales

Con el frío calando en los huesos y las botas enterrándose en el barro, los cuatro policías siguieron avanzando. Durante más de una hora caminaron a ciegas, guiándose únicamente por su instinto y la información difusa que tenían. Al no encontrar rastro de Rafael en la ubicación inicial, decidieron cambiar de estrategia. “Bajamos a la rambla y luego subimos por otra en busca de huellas de bicicleta”, recuerda Manu.

Así fue el rescate de Rafael a cargo de cuatro ángeles de la guarda uniformados.
Así fue el rescate de Rafael a cargo de cuatro ángeles de la guarda uniformados. / D.A.

La situación se volvía cada vez más complicada: la visibilidad era mínima y las linternas comenzaban a agotar sus baterías. En un acto de ingenio, decidieron improvisar hitos de piedra para marcar el camino de regreso. “Es algo que algunos de nosotros habíamos aprendido haciendo senderismo, y fue clave para no perdernos”, explica Néstor, otro de los agentes.

Un grito en la noche

La búsqueda parecía no tener fin cuando, de pronto, José Antonio, el más joven del grupo, escuchó algo. “Oí un sonido débil, como un susurro. Mandé silencio a mis compañeros y empezamos a gritar su nombre”, cuenta. Minutos después, la tenue luz del reloj de Rafael apareció en la distancia. “Estaba tan débil que apenas podía responder. Corrimos hacia él”, añade.

Cuando lo encontraron, Rafael apenas se mantenía en pie, empapado y temblando de frío. El riesgo de hipotermia era extremo. Rápidamente, los agentes lo envolvieron en sus propias chaquetas y le protegieron la cabeza y el cuello para ayudarlo a recuperar calor.

Así fue el rescate de Rafael a cargo de cuatro ángeles de la guarda uniformados.
Así fue el rescate de Rafael a cargo de cuatro ángeles de la guarda uniformados. / D.A.

La vuelta fue tan exigente como el propio rescate. Rafael apenas podía caminar, así que dos agentes le ayudaron a avanzar sujetándolo por los brazos, mientras los otros dos cargaban su bicicleta. “El barro se pegaba a las ruedas, y con las linternas fallando, cada paso era una prueba de resistencia”, recuerda Victorio, el cuarto integrante del equipo.

A lo largo de una hora y cuarenta minutos de dura travesía, lucharon contra el agotamiento y la incertidumbre. Pero su determinación fue firme. “Lo teníamos claro: no íbamos a dejar de buscar hasta encontrarlo”, afirma Néstor.

Un final feliz

Cuando finalmente llegaron al vehículo, donde esperaba una ambulancia, Rafael ya apenas podía articular palabra. Los sanitarios confirmaron que, de haber pasado la noche a la intemperie, no habría sobrevivido.

“Cuando vio nuestras linternas, Rafael nos dijo que pensó que eran ‘la luz de la esperanza’”, recuerda Manu con emoción. El agradecimiento del ciclista fue enorme, pero para estos cuatro policías, la mayor recompensa fue verlo a salvo. “Esa cara de alivio no se nos va a olvidar nunca”, coinciden.

La historia de este rescate no solo revela el coraje de estos agentes, sino también el valor de la empatía y el instinto humano. Sin formación específica en rescates rurales ni herramientas avanzadas, su iniciativa y determinación fueron decisivas. Como reconoce uno de ellos: “No nos preparan para esto, pero sabíamos que no podíamos rendirnos. Hicimos lo que haría cualquier persona: no abandonar nunca la esperanza”.

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