Obras y descuido, la irracional pareja que deteriora la imagen de Almería

Ciudad

El esfuerzo inversor en los espacios públicos, empañado por la falta de mantenimiento y el incivismo ciudadano  

Botellones, trapicheo, cacas caninas y vehículos circulando en el nuevo parque de La Hoya

La otra cara del Mesón Gitano con pintadas, basura y cuevas aún tapiadas
La otra cara del Mesón Gitano con pintadas, basura en las escalinatas y cuevas aún tapiadas / Javier Alonso

Décadas de espera resuelta con más de dos millones y medio para acabar con la imagen degradada de la explanada de La Hoya con un parque, el de los Jardines Mediterráneos, laureado con premios nacionales de arquitectura. Pero este debido orgullo por mejorar el entorno de la Alcazaba se desvanece a menos de un año de su estreno con otro palmaré opuesto: botellones, vehículos invadiendo la zona, un vallado del recinto varias veces roto y repuesto, trapicheo o suciedad. Es muestra de una irracional pareja que se pasea por Almería, la de las grandes inversiones y el descuido. Bien por incivismo, bien por falta de mantenimiento. O ambos culpables de la mano.

 Y es que el parque de La Hoya no es el único espacio de la capital almeriense donde la desatención hace añicos las inversiones a la vista de los ciudadanos. El propio entorno de la Alcazaba, el principal monumento de la provincia y sobre donde el Ayuntamiento lleva varias legislaturas echando el resto, concentra otro proyecto donde la basura y la falta de mantenimiento se añaden a la postal que debería ser impoluta, teniendo en cuenta, además, su carácter turístico. Las obras del Mesón Gitano traspasaron varios mandatos y hasta se desconoce cuál es la cantidad de dinero total que el Ayuntamiento llegó a invertir. Cierto es que el yacimiento del barrio andalusí es un cuidado tesoro, si bien los alrededores del conjunto atesoran otro tipo de restos que se esparcen por escalinatas y jardineras. Bolsas de basura, latas de refrescos y cervezas, entre otros desperdicios, permanecen visibles, no días, sino el tiempo suficientes para echar, si pudieran , raíces entre las plantas. 

Las vistas de este punto turístico de la capital, así como desde la Alcazaba, no son aún las deseables con solares abandonados y, de igual modo, convertidos en vertederos comunitarios al lado de casa, sin que las ordenanzas municipales hagan su efecto en aquellos de titularidad privada, mientras que, en estos días, el Ayuntamiento remata otras faraónicas obras. Con más de tres millones de inversión la actuación trata de devolver al uso ciudadano el antes inhóspito Cerro de San Cristóbal y lo que antaño fue el barrio de prostitución de Las Perchas que, requerirá de un plus y mucha difusión, al objeto de favorecer la reapropiación de la zona junto al parque de La Hoya y no ocurra como con otras inversiones también en el casco antiguo. Algunas tan nefastas como la plaza del solar de la antigua perrera, que iba a convertirse en el ‘hall’ de la Alcazaba. Aquel Plan Urban, con fondos Feder, pretendía hacer de este espacio, en la calle Música, esquina calle Juez, un gran plaza para disfrute ciudadano. No llegó ni inaugurarse y, falto de elementos anunciados como el jardín vertical, fue pasto de botellones. No hay día ahora en el que no se vea ni un vecino acomodado en sus bancos.

Plaza de la antigua perrera.
Plaza de la antigua perrera. / Javier Alonso

No fue una gran inversión (cerca de 115.000 euros), pero sí preludio de otra cara operación urbanística cuyos objetivos se han quedado a medias. La transformación de la entrada a la ciudad por el Poniente en “el parque de Pescadería” requirió cuantiosos pagos para la adquisición de las naves como Piensos La Foca, en un plan dividido en tres fases que el Ayuntamiento no ha llegado a completar. La mejora de aspecto en comparación con aquella estampa es loable, aunque no hay ni un alma en esta supuesta zona de recreo en la que los aparatos de calistenia deben soñar con ser alguna vez utilizados. Las escalinatas esconden, sin embargo, vida. O, siendo más precisos, mala vida con colchones tirados, rodeados de botellas y jardineras repletas de vertidos y rincones verdes que no lo son.

Solitarios aparatos de calistenia en el parque de Pescadería
Solitarios aparatos de calistenia en el parque de Pescadería / Javier Alonso
Colchón y restos de bedidas en las escalinatas del acceso por Poniente
Colchón y restos de bedidas en las escalinatas del acceso por Poniente / Javier Alonso

 

Podría pensarse que es como esa habitación de casa que, como no se usa o no se ve, acaba convirtiéndose en la leonera. O que, con el paso de los años, es lógico que se sufra deterioro. Ante el primer axioma puede enfrentarse uno de los espacios públicos de la ciudad más visitados, el parque de Las Familias: decente en cuanto a limpieza y jardinería, acusa cierres prolongados de áreas de juego.

Juegos precintados en el parque de Las Familias
Juegos precintados en el parque de Las Familias / Javier Alonso

Y por otro punto de la ciudad circulan a diario miles de vehículos, que no de ciudadanos. El desdoblamiento de la N-340 supuso una inversión de 10,5 millones de euros y, si bien su función de mejorar el tráfico puede darse por cumplida, nadie acude de paseo a aquella “nueva Rambla de Almería” con locales que nunca han abierto, como las cuevas del Mesón Gitano, y fuentes, como la de ‘los chupachups’, no tienen agua con la animar el trayecto de los conductores. 

Fuente de los chupachups
Fuente de los chupachups / Javier Alonso

En cuanto al segundo axioma, hay obras de reciente factura que aparentan años de desatención. Ejemplo de ellos es la reforma de vías en El Zapillo que desembocan al paseo marítimo, como la calle California que, al margen del aspecto sucio que desluce el nuevo pavimento, tiene elementos sin acabar como escalinatas sin pintar o bancos donde la iluminación proyectada no existe y los vecinos han optado por tapar los huecos dejados en el suelo para los conductos de la luz. 

Calle California, obras terminadas pero sin rematar
Calle California, obras terminadas pero sin rematar / Javier Alonso
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