No hubo quinto malo en Berja

Se lidiaron cuatro toros, el segundo fue un inválido y el quinto fue indultado

El Fandi cortó dos orejas, Perera tres y Sebastián Hernández tres orejas y rabo

La terna salió a hombres de la plaza de toros de Berja.
La terna salió a hombres de la plaza de toros de Berja. / Marian León
José Luis Laynez Bretones

03 de agosto 2024 - 23:08

Berja/Corría el año 1956. Berja era ya una ciudad importante, gracias fundamentalmente al cultivo de la uva de mesa; pero le faltaba un detalle: una plaza de toros de obra que sustituyera a la vieja portátil que se instalaba cada año en un sitio distinto. No había dinero para acometer la obra y el alcalde de entonces tuvo una feliz idea: puso a la venta acciones y, quienes las compraban, tendrán un palco a perpetuidad pagando para entrar el precio de la entrada más barata del festejo del día. Aquello tuvo éxito. Se edificaron 33 palcos, tres fueron para la presidencia, dos para el Ayuntamiento y 28 se vendieron en un santiamén.

La plaza se edificó en 40 días y para la Feria de aquel año ya salió el primer toro al ruedo, de nombre Batidor. Hace 68 años de esto y lo cuento para explicar el lleno que hay cada corrida de toros en la plaza de Berja... a la sombra; el sol agosteño es otro cantar. Si a la sombra hacía el sábado 33º ¿cuántos haría al sol? A pesar de ello, la hora de comienzo del festejo, las 19.30 h, el calor ya no es tan intenso y la afición se anima a subir al Llano de Vilches, de accesos y aparcamientos imposibles, para disfrutar con el espectáculo por antonomasia de cualquier feria española que se precie: la tarde de toros. El empresario, José Olivencia, trajo dos toreros demasiado vistos: El Fandi y Miguel Ángel Perera, así como al rejoneador Sebastián Fernández, que cumplieron.

Toreo contrapuesto el tremendismo del granadino (con vistosas banderillas incluidas) y el clasicismo del cántabro, con su torero de alta escuela. Entre ambos se repartieron ortaron un total de 5 orejas y un rabo e incluso el Fandi indultó un toro. El rejoneador, espectacular y elegante como suele suceder con los toreros a caballo, desorejando igualmente a sus dos astados. Y el último párrafo, para la fiel y sufrida afición virgitana: nunca falla pero nunca les arreglan los accesos al coso.

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