Vamos de música (VII). Instrumentos musicales

Música

Expresan con rara intensidad la alegría, la tristeza, la esperanza o el júbilo

Emocionan y transmiten sin palabras lo que hay de eterno y trascendente en el hombre

Vamos de música (VI). La Zarzuela, el gran teatro musical

Instrumentos
Instrumentos / D.A.

Soy verdaderamente un amante de la música. No tuve la fortuna que los “caminos del Altísimo” me llevaran a tocar con precisión y justa profesionalidad un instrumento y nunca podré decir que no tuve oportunidades. Muchas. Más todavía. Pero tal vez la impaciencia, tal vez la falta de horas y horas con el instrumento, la poca constancia… el caso es que me quedé simplemente como un melómano que escucha música todos los días, de todos los géneros, y sin discusión alguna, soy conocedor de todos los instrumentos musicales y para más inri, por su número, los de una orquesta filarmónica y su ubicación en el escenario.

Todas las grandes orquestas tienen una sección de “Joven Orquesta de”. Al verlos en detalle, parece imposible que alguien llegue a dominar su técnica y es una alegría ver a chicos y chicas entre 12 a 16 años que tienen otros estudios y otras ocupaciones cotidianas a las que dedicarse y son músicos de orquesta. Todo tiene complejidad: la monótona serie de las 88 teclas de un piano en apariencia iguales y, sin embargo, cada una tan diferente de las otras; el intrincado y difícil juego de llaves, pinzas, platos, anillos, muelles y agujeros de un clarinete, de un oboe o de un saxo; la interminable longitud del mástil de un violonchelo, sin trastes para ajustar el sonido y la vibración de cada cuerda, en las que una décima de milímetro hace variar la nota correcta; la complejidad de las partituras, ante las cuales el aficionado se echa atrás, incapaz de descifrar ese inextricable lenguaje elaborado con una misteriosa y tupida red de pequeños signos apostados sobre algo en apariencia tan simple como las cinco rayas de un frío pentagrama.

Unos instrumentos tan precisos, sin embargo, no nacieron de sofisticados materiales tecnológicos. El hombre ha sentido tanta necesidad de armonía musical que buscó en la naturaleza o en la zoología la materia prima para producirla. Del pelo de las crines de los caballos se hacían las cuerdas de los arcos de los violonchelos y de la piel endurecida de los bueyes se fabricaba la membrana de los tambores. De las tripas de las ovejas y cabras se hacían las cuerdas con las que Bach compuso sus obras y del marfil de los elefantes, las teclas de los pianos. En unos pocos siglos adquirieron tanta precisión que, a medida que se inventaban nuevos instrumentos, decrecía la importancia de la palabra cantada. A lo largo del siglo XVIII la música instrumental se desarrolla y se independiza, adquiere autonomía sobre la vocal y va alejándose de los coros.

Llega el momento de salir al escenario y una vez ubicados cada uno en su silla, comienzan a tantear algunas notas de afinación, humedecen las cañas y boquillas de los instrumentos de viento, soplan para que adquieran la temperatura adecuada o tensan las cuerdas con un último giro de clavija, de pronto todo adquieres sentido. Como en un ritual, el oboe, da el “la”. Lo toma el concertino o primer violín y se lo pasa a toda la sección de cuerdas. Cuando están listos, el oboe se dirige a la sección de “vientos” de madera, y se les los da a sus integrantes. Luego les da el “sí” a los “vientos” de metal. Todos buscan hacer coincidir el sonido de esa nota “patrón” con la misma nota de sus instrumentos. Una vez logrado, la toman de referencia para afinar todas las demás notas. Tras unos instantes, y con un público expectante —que, como testigo involuntario, comparte en silencio un momento de gran intimidad de la orquesta—, el director da la señal esperada, levanta los brazos y en su mano la batuta. Y el concierto por fin comienza. Los sonidos discordantes de la afinación se vuelven armónicos y cada miembro de la orquesta se centra y afana en su actuación, porque en esos momentos para un músico es más difícil no tocar que tocar.

El clarinete arroja sus bengalas iluminando las nubes más oscuras del fagot o las tubas. El violín eleva la cresta serrana de sus notas y lanza un suspiro que despierta el bordoneo de los violonchelos. La timidez del oboe entra en rivalidad con el desparpajo de los saxos.

Sus sonidos logran que su deambular por el mundo sea más llevadero. Ya lo decía Platón, “la música da alma al universo, alas a la mente, vuelos a la imaginación, consuelo a la tristeza y vida y alegría a todas las cosas”.

La música es un arte que nos acompaña en muchas actividades de la vida cotidiana como conducir, hacer ejercicio, trabajar… Cualquier momento es bueno para escuchar un poco de música, no solo para disfrutar de un buen rato sino también para beneficiarse de los múltiples efectos que este arte tiene en la salud y en el estado de ánimo.

Efectos de la música en el estado de ánimo

- La música afecta al estado de ánimo de múltiples formas: La música alegre provoca que el cerebro inicie la producción de dopamina, la hormona que se encarga de provocar felicidad, emoción, diversión, etc. Por el contrario, la música lenta puede hacer sentir nostalgia o tristeza.

- Ayuda a descansar mejor: ya que la música disminuye el estrés y la ansiedad, escucharla antes de acostarse ayuda a dormir.

- Puede ayudar a mantener la calma durante la conducción. Cantar aumenta la felicidad, especialmente si se hace en grupo.

Otros beneficios de la música

- Reduce el deseo de comer: según un estudio publicado en Psychological Report, escuchar música mientras se come puede reducir el deseo de comer hasta en un 18%, además de aumentar el disfrute durante la misma.

- Mejora las habilidades visuales y verbales: varios estudios están de acuerdo en que la música estimula el cerebro de los niños y mejora las habilidades comunicativas, especialmente las visuales y verbales.

- Ayuda a practicar deporte: escuchar música mientras se hace ejercicio motiva y desvía la atención del esfuerzo, lo que disminuye la sensación de cansancio, fatiga o aburrimiento. Esto a la larga tiene consecuencias positivas en la salud.

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