Vamos de música (IV). Isaac Albéniz, con espíritu andaluz

Música

Virtuoso del piano y excelso compositor, está considerado como uno de los más grandes músicos españoles

Vamos de música (III). El talón de Aquiles de los músicos entre el arte y la enfermedad

Isaac Albéniz bajo la Torre Eiffel / D.A.

La fecunda y animada vida de Isaac Albéniz, de cuyas leyendas fue él mismo un destacado artífice, llegó a visitarle en sus últimos días de vida en este mundo, su buen amigo y condiscípulo, Enrique Granados. Éste, el autor de “Goyescas” le traía la buena nueva de la concesión de la Legión de Honor francesa, y el autor de “Iberia” le tenía preparada a su colega una sorpresa aún mayor: estando al corriente de su estado y sabedor de que él no podía terminarla, quería que la partitura de su obra “Azulejos” la rematara Enrique Granados. En menos de diez meses éste tuvo preparada para su estreno la partitura en la que muchos han sido incapaces de detectar dónde se halla “la música soldadura” capaz de ensamblar el talento de dos de los más grandes compositores españoles.

Los elementos novelescos de la vida de Isaac Albéniz comienzan prácticamente con su nacimiento, el 29 de mayo de 1860. Durante muchos años y obligado por los traslados profesionales de su padre, deambularon de un sitio para otro, un funcionario de Estado de origen vasco que sufrió algunas represalias. Así el pequeño Isaac vivió en Sitges, Barcelona, Almería, Cáceres, París y Madrid, todo esto antes de cumplir los 10 años.

Siempre desubicado debido a un feroz compromiso consigo mismo, ya de mayor había sido considerado, en Cataluña, demasiado andaluz; en Madrid, donde quiso triunfar en la zarzuela, afrancesado en exceso; en el resto de España, demasiado internacional. Y eso que su carrera se había iniciado de manera deslumbrante con tan solo cuatro años, muy a la manera de Mozart, y que, como se predica a menudo de los niños prodigio, más que aprender la música parecía recordarla.

Cuando Albéniz irrumpió en el panorama musical de la época, la actividad en España estaba marcada por tendencias italianizantes. Mientras en el resto de Europa se empezaba a escuchar a Mozart, Beethoven y Chopin, en nuestro país el hecho musical había quedado relegado a un segundo plano en pro de otras artes como la pintura o la literatura. Albéniz abrió generosamente el camino a otros compositores españoles como Manuel de Falla y Joaquín Turina, más influenciados por las vanguardias europeas.

Isaac Albéniz es el líder de un grupo de compositores que es a la música lo que la Generación del 98 a la literatura: si los primeros estaban subyugados por Castilla, él lo estará por Andalucía. Por eso, en algunas partes de su obra, imita con el piano los acordes de la guitarra, por eso en muchas de sus obras se respira un inequívoco aire del sur.

A pesar de su prestigio como compositor de piezas para piano, Albéniz dedicó más de una década a escribir temas para teatro, canciones, piezas orquestales y de cámara.

Retraro del compositor español / D.A.

Suite “Iberia”

Obra cumbre de Isaac Albéniz. La Suite Iberia está enteramente escrita en París es, sin lugar a dudas, una obra maestra absoluta de la literatura pianística. Conforma un ciclo de doce impresiones para piano de gran unidad donde todas las piezas, salvo la inicial “Evocación y Lavapiés”, hacen alusión al sur de España, a Andalucía, a pesar de no tener la menor intención descriptiva. Estas doce impresiones fueron compuestas entre los años 1905 y 1908, y presentadas en París en su último año de vida. La maestría al piano dominó la vida y obra del músico catalán que, muy precozmente, ofreció su primer recital en Barcelona. Como compositor, aunque en un principio parecía triunfar en el ámbito lírico, finalmente nada de toda su obra vocal o sinfónica se aproxima al éxito de su repertorio para piano. De entre todas, “Iberia” revela la riqueza de una escritura que va más allá del puro virtuosismo, destacando notables innovaciones en la técnica pianística, una amplia paleta de color, con un complejo y refinado tratamiento de la armonía, y una fuente de inspiración inagotable que demostraba una nueva forma de concebir el folklore español. Una suite de doce piezas, en muchas de sus páginas trata de llevar al teclado el sonido de la guitarra. El resultado es una obra que los pianistas califican de difícil hasta casi el límite de lo imposible y para el oyente es un verdadero compendio de sensaciones. Una verdadera Biblia del piano escrita por un evangelista de este instrumento. A este catalán universal se le llamó “el quinto evangelista”.

Dividida en cuatro cuadernos, cada una de sus piezas, cuidadosamente construida pese a su aire rapsódico, se amolda naturalmente a su cuadro formal.

Primer cuaderno: Evocación,El Puerto,El Corpus Christi en Sevilla.

Segundo cuaderno: Rondeña,Almería****, Triana.

Tercer cuaderno: El Albaicín, El Polo, Lavapiés.

Cuarto cuaderno: Málaga, Jerez, Eritaña.

****Almería. Elocuente y sugestiva. Es un día musical en la vida de un bullicioso puerto marítimo, con la salubre proximidad del mar. Extraña pieza llena de contrastes, con tonos melancólicos y alegres en alternancia. El final de esta pieza es bellísimo. Por su escritura armónica, se trata de una verdadera obra maestra, en la que no faltan la taranta almeriense, el fandanguillo, las carceleras, etc.

Albéniz, antes de cumplir 10 años, vivió en Sitges, Barcelona, Almería, Cáceres, París y Madrid

 A comienzos de abril de 1909, se trasladó con toda la familia al balneario de Cambó-les-Bains, donde murió el 18 de mayo de 1909. El féretro fue trasladado más tarde a Barcelona, a donde llegó el 5 de junio. Ya en la estación de Francia fue objeto de un multitudinario homenaje, que continuó al día siguiente con un desfile por las calles de la ciudad y una parada ante las puertas del Liceo. Fue enterrado en el cementerio de Montjuic. En diciembre de 1935, solo ocho meses antes de morir asesinado, Federico García Lorca escribió un epitafio para su amigo Isaac en forma de soneto. En él se lee: “Oh dulce muerto de pequeña mano / Oh música y bondad entretejida / ¡Oh pupila de azor, corazón sano!”.

10 obras que no pueden dejar de oír

1)  Suite Ibérica (para piano solista)

2)  Suite Española (para piano y versiones orquestales)

3)  España. Seis hojas de álbun (para piano)

4)  Rapsodia española (para piano, y para piano y orquesta)

5)  Concierto para piano y orquesta Nº1

6)  Henry Clifford (ópera)

7)  Pepita Jiménez (ópera)

8)  Merlín (ópera)

9) Catalonia (suite orquestal)

10) Cuatro melodías

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