Vamos de música (II). Manuel de Falla, una vida dedicada a la música
Música
Falla es, sin duda alguna, el más internacional de los compositores españoles
Es el compositor que mejor ha reflejado la esencia de Andalucía
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Vivió unos años en París donde se embriagó del sentir de los impresionistas. Gran parte del atractivo de la música de Falla está en esa mezcla de aires flamencos con el refinamiento de la música que reinaba en Francia a comienzos del siglo XX. Sus obras son un gozo para el oído. A lo que hay que añadir su amistad con Federico García Lorca, con quien hablaba de Granada, del Albayzín, del Sacromonte...etc. Hubo algunos testigos de los encuentros entre las grandes figuras del momento, entre Falla y el autor de “Romancero gitano” y tantas otras obras que se ubicaron en el corazón de los lectores, pero también con Dalí, Alberti, Aleixandre, Salinas, Gerardo Diego y otros tantos, con Neruda en algún otro momento como invitado.
En el Centro Cultural Manuel de Falla, en la Antequeruela Alta, en Granada, junto a Carmen de la Fundación Rodríguez Acosta, convergen investigadores de todos los puntos del planeta para estudiar la obra del universal Falla. ¿Qué tiene su música que atrae por igual a australianos, rusos, americanos y europeos, que trasciende nuestras fronteras musicales españolas? Hay una respuesta: Tiene esencia de autenticidad, renovación sonora, compromiso con su tiempo, esperanza en el futuro, rechazo de los odios sin sentido y abrazo de los pueblos en el espíritu universal de la música.
Falla entonces está viviendo en Granada, ciudad por la que siente una íntima y espiritual devoción, aunque el ambiente cultural alhambrista no le es ni mucho menos favorable, cae en sus manos el poema de Jacinto Verdaguer, “La Atlántida”, y comienza trabajar en ella, pero en 1935, los tristes presagios de una guerra civil lo alteran profundamente. Acude al Gobierno Civil para interceder por su amigo Federico, aunque ya nada pudo hacer. Tal impresión le causó el fusilamiento del poeta que inmediatamente cayó enfermo.
Falla se instala en una melancolía aguda, agravada si cabe por la muerte de Ravel en 1937. La penuria económica y moral obligan al músico a tomar la determinación del exilio, la necesidad de darle a su alma una paz verdadera.
El 28 de septiembre de 1939, recién acabada la Guerra Civil, el maestro Falla salió de su precioso “carmen” granadino, al lado mismo de la Alhambra, donde se instaló cuando volvió de París, para no volver nunca jamás. Con la contienda ya terminada, días antes de iniciar un exilio se despide de Granada: “Adiós, hasta la eternidad, allí volveremos a encontrarnos”.
Falla fue el único compositor participante en el homenaje dedicado a Góngora en 1927 que sirvió para definir a la generación de poetas. Su amistad con Lorca o Alberti, o su correspondencia con Gerardo Diego, son solo unos ejemplos de la inmensa vida intelectual desplegada por el compositor, el único español después de tres siglos, con Albéniz y Granados, que consiguió renombre internacional, y el más dotado de los tres.
Nacido en Cádiz en 1876 y muerto en Alta Gracia (Argentina) en 1946, allí se retiró, sabedor de que no regresaría jamás a su amada Andalucía, después de haber dejado España en 1939 tras la guerra civil. En 1945 rehúsa una invitación del Gobierno de España para retornar a su tierra, muriendo al año siguiente. Vivió 70 años porque su cuerpo fue constantemente azuzado por un alma inquieta. Era, además, muy aprensivo. Estuvo enfermo casi toda la guerra civil española y cuando marcho a Argentina se encontraba ya muy delicado.
La vida de Falla está marcada las ciudades: Cádiz, Granada, Madrid, París y Buenos Aires. Entre 1907 y 1914 vivió en París donde conoció a Debussy, Dukas y Ravel, La semblanza de Falla se ilustra con algunas de sus piezas más emblemáticas: así en 1915 estrenó en Madrid “La Vida breve” y “El amor brujo”, en su época “Gitanería” como fue titulada, con Pastora Imperio, en el teatro Lara, conocido popularmente como “La Bombonera”. Hermosa historia de hechizos, brujería y espectro de un amante celoso. Recordemos l letra que María Lejárraga dedicó para la canción del “fuego fatuo”: “Lo mismo que er fuego fatuo / lo mismito es er queré. / Le juyes y te persigue, / lo yamas y echa a corré. / Lo mismo que er fuego fatuo, / ¡lo mismito es er queré!”.
De ese periodo es también, “El sombrero de tres picos” ballet estrenado en Londres en 1919 por los Ballets Rusos y uno de los más brillantes montados por Diaghilev. “Noches en los jardines de España” (1916); “El retablo de maese Pedro” (1923); el “Concierto para clavicémbalo y orquesta” estrenado en Barcelona por Wanda Landowska en 1926, y la inconclusa “La Atlántida”, por la que estaría obsesionado hasta el final de sus días. De esta obra, Ernesto Halffter ofrecería la versión definitiva en 1976. Recogemos uno de los mensajes más universales dejados por el maestro, que tanto ha significado para las posteriores generaciones de músicos: “Por convicción y por temperamento soy opuesto al arte que podríamos llamar egoísta. Hay que trabajar para los demás; simplemente, sin vanas y orgullosas intenciones. Solo así puede el Arte cumplir su noble y bella misión social”.
Archivo Manuel de Falla
El Archivo Manuel de Falla se fundó en 1991 como lugar de conservación del legado documental y la biblioteca del compositor y está ubicado en Granada. Cuenta con más de 25.000 documentos epistolares, que ayudan a reconstruir la relación por correspondencia, prácticamente completa, entre el compositor y las personas con las que mantenía relación por carta. Además, incluye un catálogo de partituras y manuscritos musicales, creado por Antonio Gallego en 1987; la biblioteca personal del compositor, con cerca de 4.500 libros y partituras impresas, y 223 revistas; unas 2.300 fotografías; programas de mano de conciertos en los que se interpretaron obras del compositor, en los que actuó como intérprete o a las que asistió; recortes de prensa, tanto española como extranjera, que el propio compositor recopiló durante su vida; y otros documentos personales o manuscritos.
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