De mármol blanco en honor a la esforzada mujer mojaquera
Siempre se la recuerda con un cántaro bajo el brazo y otro sobre la cabeza que apoyaba sobre el roete, ambos llenos de agua de la Fuente
La figura de la mujer mojaquera recibió un homenaje en forma de estatua de mármol blanco de Macael el día de San Agustín de 1989, cuya autoría es de Ángeles Lázaro Guil. Ataviada con el traje típico, sostiene el pañuelo árabe con los dientes y porta el cántaro que se utilizaba para, desde la Fuente, abastecer las casas de agua. Se halla ubicada en la Plaza de La Iglesia y viene a recordar el esfuerzo de una mujer que cultivó la tierra, cuidó casa y familia y mantuvo en pie un pueblo, mientras los hombres emigraron en búsqueda de sustento.
La mojaquera lavaba sobre una gran piedra inclinada de la famosa fuente de Mojácar, con los pies metidos en el agua y las piernas al descubierto. La mujer mojaquera de aquella época, cubría su rostro con pañuelo negro en periodo de luto, periodos cada vez más largos al llegar a la ancianidad o con paños amarillos que eran los más comunes y ocultaban los rostros de jóvenes y casadas.
El traje tradicional consta de cinco piezas: una falda larga hasta los pies llamada refajo que generalmente es de color verde, rojo, azul o de colores, con dos franjas negras en el bajo de la falda. Debajo lleva unas enaguas blancas de tela fina para que almidone el refajo y proteja del calor. Consta también de unas faltriqueras que hacen la función de bolsillos y que se sujetan a la cintura con un cordón a juego con el refajo. El corpiño es negro, unas veces bordado, otras no, con las mangas blancas. Un pañuelo amarillo con topos que pueden ser de color verde, azul o rojo dependiendo del color de la falda; este pañuelo se utilizaba para cubrir el rostro de modo que sólo se veían los ojos.
En los pies se llevan unas esparteñas negras o beiges. Llama la atención que antiguamente las mujeres se ataban a la cintura un trozo de tela enrollado (morcilla) debajo del refajo para aparentar la voluptuosidad tan llamativa en la época y también para no lastimarse cuando llevaban el cántaro a la cintura.
Así pues, una de las señas de identidad de la provincia de Almería ha sido, desde hace décadas, el traje típico que utilizaban las mujeres de Mojácar. Sin embargo, escribe Milagros Soler Cervantes, "factores externos contribuyeron a falsear los registros de costumbres y tradiciones que le eran propios. La explotación como zona turística a la que fue sometido durante la década de los años sesenta, forzó a sus habitantes a integrarse en un contexto escénico concebido para el consumo de las agencias de viajes extranjeras. La llegada de gentes y negocios foráneos fue de tal envergadura, que tanto la estructura urbana como la de sus pobladores se vio alterada de forma traumática. La obligada adaptación a la que tuvo que someterse la población mojaquera sesgó, tal vez de forma irreversible, la mayor parte de su legado histórico y costumbrista.
En la 'historia y evolución del traje típico de la mujer mojaquera,Consideraciones sobre sus posibles orígenes', continúa Milagros Soler su exposición con el análisis de que "buscando espectacularidad para ofertar diversión y entretenimiento a los visitantes extranjeros, se inició un proceso de deterioro que aceptó desde el principio renunciar a su propia personalidad cultural y étnica, en aras de sensacionalismos economicistas. La influencia de otras regiones andaluzas y levantinas produjeron modificaciones 'a la sevillana', que incorporaron flores en el pelo o vestidos de faralaes. La moda importada del Levante trajo disfraces carnavalescos en las fiestas de moros y cristianos, pasacalles con carrozas, música y otras nuevas formas que nada tenían que ver con la identidad mojaquera. La invasión fue tan agresiva y con tanto apoyo por parte de las autoridades de la época, que a nivel popular apenas pudo fraguarse una reacción de protección y defensa.
La sobriedad del peinado mojaquero se vio alterada con peinetas y otros adornos, absolutamente ajenos a su tradición. Algo parecido sucede con las típicas alpargatas, que fueron sustituidas por otro calzado más actual, debido seguramente a la falta de artesanos que supieran elaborar las auténticas. Lo mismo ocurre con la ropa interior, sobre la que se colocaba el vestido. Tal es el caso de las enaguas plisadas, que por la complejidad de la realización, su uso ha desaparecido prácticamente. En ese sentido, las autoridades no supieron potenciar la artesanía local, que hubiera sido otra fuente de ingresos, pero esta vez en armonía con las verdaderas tradiciones históricas y antropológicas locales.
En Mojácar existían dos formas diferenciadas en el atuendo femenino. Por una parte tendríamos el empleado para el uso cotidiano y por otro, el que se utilizaba en ocasiones especiales o festivas. Ambos terminarán mezclándose durante los años sesenta, época en la que se vivió la explotación turística de la zona. En ese periodo, muchas de las costumbres de las gentes de esta tierra cambiaron drásticamente, desvinculándose de sus auténticas raíces. Las populares fiestas de Moros y Cristianos son reflejo de estos cambios, estrechamente vinculados a la imagen turística que se pretendía dar. Estaban concebidas para espectadores ajenos y desconocedores de las verdaderas tradiciones del lugar, que llegaban a España buscando sol y atraídos por formas exóticas de su folklore".
En el 'Origen y Controversia:el traje regional de la mujer mojaquera', Soler Cervantes relata que "hasta principios del siglo XX, la forma especial de cubrir el rostro 'a medio ojo' con el pañuelo en la cabeza era lo que distinguía a las mojaqueras del resto de las mujeres de la región. Se trataba de un anacronismo local, pues en otros lugares de la comarca la mujer no estaba obligada a tapar su rostro como muestra de decoro. Por lo demás, el vestido de laborar era similar al de Turre, Vera, Cuevas del Almanzora, o los de otros puntos del Levante almeriense".
Muchos quieren ver en el pañuelo mojaquero reminiscencias de costumbres castellanas que se extendieron por toda Europa y en la América Colonial, durante los siglos XVI al XIX. Por el contrario, hay quienes proponen influencias del norte africano ,T´Serstevens, o tradiciones árabes medievales y renacentistas. En este último caso tendrían mucho que ver las capitulaciones de Mojácar al recién conquistado Reino de Granada.
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