Manolo Requena Company
Obituario
Decía Manuel que al final del camino ha de encontrar cada cual destino acorde a su más firme creencia
El pasado 15 de octubre, festividad de Santa Teresa de Jesús, partió de esta orilla del mundo todo un sabio que como pocos supo hacer honor a su nombre: Manuel. Nombre de origen hebreo traducible como ‘Dios con nosotros’, Emmanuel es el nombre usado por el profeta Isaías, en el antiguo testamento, para referirse al Mesías que en la tradición cristiana quedó identificado con Jesús de Nazaret, el esperado Mesías: “Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emmanuel” (Isaías 7, 14).
Tal vez por esa razón sea que el primer día de cada año, el primero de enero, se celebra el ‘Dulce nombre de Jesús’, fecha que por diversos motivos ha ido desplazándose a lo largo de la historia en un principio al dos de enero y más tarde al día tres del mismo mes, que es la fecha que tan comúnmente encontramos como onomástica del ‘Santo nombre de Jesús’.
Ambos nombres, Manuel y Jesús, encuentran sus raíces en las ancestrales tradiciones mesopotámicas, cuna de la civilización y uno de los pilares más robustos de nuestra cultura actual. Poca gente habrá portado tan bien ambos nombres como nuestro muy querido y recientemente despedido, el abogado almeriense Manuel Requena Company, nacido un 19 de septiembre de 1942, para alumbrar el mundo con su presencia repleta de luz, a la vez que portador de tan bondadosa humanidad. Resulta difícil encontrar nombre más apropiado que el de Manuel para esta gran persona de la que hablamos y a la que hoy rendimos tributo, recordando su magisterio tanto en lenguas semíticas como en las sagradas escrituras judeocristianas, así como en asuntos etimológicos diversos, con especial énfasis hacia el amor a los orígenes y recovecos de las artes comunicativas y su desarrollo histórico. Persona tan sabia, que estar a su lado compartiendo el privilegio de su presencia siempre fue sinónimo de aprender. Se cuenta que en alguna ocasión alguien le preguntó, ante su evidente afán de conocimiento en torno a las lenguas clásicas, si por casualidad sabía griego, a lo que al parecer contestó algo así como que para nada era por casualidad, sino que muy al contrario le había costado mucho trabajo el aprenderlo. Ese tipo de hombre con humor avispado al que aludía Cervantes como una de las expresiones más genuinas de la inteligencia.
Tanto fue siempre su amor y su empeño en estos asuntos sobre el origen de las cosas y muy especialmente al tratar la dimensión lingüística, que en alguna otra ocasión salió en conversación el nombre del barrio de Los Almendros, al norte de nuestra capital almeriense, y el porqué de tal nombre para este barrio. Mirando al cielo, con una gran sonrisa aclaró que el almendro, al ser el primero en florecer, entre tantas plantas que florecen, es el elegido para anunciar la tan esperada primavera. Tradujo así almendro como ‘Anuncio’, y no es de extrañar que con una sencilla búsqueda hallemos otras fuentes que nos lo cuentan como ‘tempranero’ o ‘madrugador’.
Oriundo de Fiñana y las Tres Villas, tierra de sus padres María y Odilón, creció en Ciudad Jardín, bello barrio de Almería, siendo el mayor de seis hermanos. Estudió derecho en Granada, en el Colegio Mayor de San Bartolomé y Santiago; y una vez licenciado, ingresó en un monasterio trapense y hasta se ordenó sacerdote a la vez que desarrollaba su talento creativo en imaginería y músicas sacras en su monasterio, creando multitud de obras de arte expuestas hoy en diversos museos y templos, desde Colombia hasta España y desde la Catedral de Almería hasta el Valle de los Caídos.
Lustros después marchó de misionero a tierras colombianas, siempre acompañado por su incesante sonrisa y su espíritu alegre que seguramente han sido siempre sus rasgos más distintivos a primera vista, apreciables aún antes que su ciencia en los asuntos lingüísticos, las artes, el conocimiento en general o su increíble energía vital y una tremenda necesidad de entender como muy sagrado todo lo relacionado con el verbo compartir. De hecho siempre se ha compartido a sí mismo nuestro querido Manolo en primer lugar como persona, con su extraordinaria bonhomía, y después de compartirse entero, también ha gustado siempre de compartir todo lo demás, dando testimonio de una generosidad tan excepcional que nunca pareció encontrar límite alguno.
Durante su experiencia misionera americana encontró a Rocío, con la que se casó y juntos formaron una hermosa Familia que trajo al mundo a dos personas igualmente excepcionales: Jesús y Carmen, que saben rendir buen homenaje a sus padres con su sola existencia, pues se trata de dos personas realmente extraordinarias que han heredado la energía repleta de la viva creatividad de su padre.
Un padre para el que no hubo jamás un brote de vida que no le despertara interés, y entre toda la extensa obra que le sobrevive, acaso la más destacada sea su Familia, a la que siempre supo entregarse con toda su grandeza, como grandes son muchas de las obras que nos dejó mientras anduvo habitando esta orilla de la existencia, como su casa, casi convertida en un pequeño museo personal creado por él mismo y en la que aún hoy parece andar bien presente al visitarla, emulando tan sabiamente como le corresponde aquel verso juanramoniano titulado ‘El viaje definitivo’ (1911): “y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado, mi espíritu errará, nostáljico…”
Alguna vez escuché decir a este sabio llamado Manuel que al final del camino ha de encontrar cada cual destino acorde a su más firme creencia, y desde luego que si algo le faltó en esta vida a nuestro querido Manolo, ese algo no fue la fe. Así que recordando cual ipsa-verba sus propias palabras, bien convencido estoy de que anda teniendo un buen viaje y que los ángeles han sabido recibirle con todos los honores, pues el cielo bien ganado lo tiene a partir de sus obras y su inigualable bondad.
Creo que puede disfrutar de su merecido descanso y abrazar sin temor un viaje bien tranquilo, querido y admirado D. Manuel Requena Company. Buena herencia nos deja en su Familia y con toda su extensa obra en este mundo. Sin duda sus hijos andan bien a la altura del padre, por más difícil que lo haya puesto haciendo tanto honor a su nombre y encarnando tan bien a la Divinidad en la Tierra. Puede gozar sin reparos de la Luz perpetua y la Vida Eterna. Amén.
Temas relacionados
No hay comentarios