Una jubilación repleta de versos

María López Visiedo ha basado parte de su vida en lo que más le gusta: escribir · Sus compañeros la animaron a que escribiera un pequeño poema para aquellos que, por edad, debían marcharse de su puesto

María López Visiedo hojea un libro tras la presentación de los nuevos ejemplares que ofreció el delegado de Cultura de la Junta y su homónima en Bienestar Social.
María López Visiedo hojea un libro tras la presentación de los nuevos ejemplares que ofreció el delegado de Cultura de la Junta y su homónima en Bienestar Social.
Berta F. Quintanilla / Almería

27 de enero 2012 - 01:00

Ni el tiempo ni la voz caen por sus dedos al vacío inexorable del olvido. María López Visiedo, pechinera, amante del sol y del mar. De las historias que terminan bien y de la poesía de amor de Gustavo Adolfo Bécquer, quiso emplear la misma técnica que el escritor y regaló, a sus catorce primaveras recién cumplidas, unos versos a un chico del que estaba enamorada. El zagal, que era mayor que ella, estudiaba Filosofía en Madrid y parecía no hacerle demasiado caso, pero ella, erre que erre, fascinada, le escribía las historias de un aliento que se le escapaba.

Dolor, es lo único que hay en el fondo de mi alma atormentada. Dolor. Una inquietud , una queja, y al fin una lágrima que me atormenta... Las notas del piano al que él era tremendamente aficionado acariciaban en el aire cada una de sus palabras. Sin dejarlas caer. Tormenta de verano.

Ahora, con 69 años, conserva en la pupila la misma luz que desprendieron sus ojos al nacer, en el año 1942. Creció entre hojas, las de los periódicos que pasaba su padre y las ganas que le ponía su hermano a la hora de tomar los libros que le llevarán a ser catedrático de Francés en Granada. Ella trabajó como funcionaria en la Junta de Andalucía. Aquellos años, recuerda, fueron "muy intensos" ya que el movimiento en el área de Bienestar Social, que era donde estaba, nunca cesaba. Constante. "De pequeña, me gustaba mucho mirar. Lo buscaba todo". Lejos del aire de la ciudad, "nací en un cortijo cerca del pueblo, cuando mi abuelo soltaba el diario... ¡ahí que iba yo a echarle un ojo!"

"He escrito muchas cosas, es que no puedo dejarlo". Con catorce años conoció a su marido. Era maestro. Cuando le vio, dejó al resto del mundo. Ya nada le importaba. Solo él.

"Tenía ocho años más que yo". Y, de inmediato, cambió el destinatario de sus poemas. Más cargados de flores y de palabras bonitas. Quedan lejos ya esos años. "A mis padres no les hacía mucha gracia que fuera tantos años mayor que yo, él se fue y regresó más tarde". Ahí estaba, esperándole con los brazos abiertos.

Con 24 años decidió casarse. "Tuvimos un hijo, Jesús, al año y medio, nos llenó de ilusión a los dos". Son muchas cosas las que están ocupando su vida en estos momentos. Hay miles de poemas que lo atestiguan. "Algunos se han roto, por viejos, y otros los he guardado, algo de lo que me alegro ahora... y hay unos cuantos que me sé de memoria", destaca emocionada.

Hablar y recordar la llena de vida. Es una persona nueva, distinta, tremendamente ilusionada cuando se trata de disertar sobre cultura. Intenta no perderse un solo acto de los que se organizan en la biblioteca o en algunos centros de día, siempre que haya libros de por medio.

Muchos conocidos se lo han dicho, pero ella es reacia. "Nunca he publicado ninguna cosa, las guardo en una carpeta, algunas, otras se quedan por ahí". La explicación que da a quienes se lo propone viene acompañada por una sonrisa, a cara completa. "¡Yo escribo porque me gusta, porque me da vida y me alimenta el alma!". Una mezcla de paz y tranquilidad que para ella, es un cúmulo imprescinsible de sensaciones".

¿Qué hace ahora mismo? "Escribir, escribir y escribir... nunca lo he dejado". Pero tiene nuevas ideas. Le da un poco de vergüenza. "No me gusta que la gente me alabe por lo que hago, ya que es lo que yo quiero hacer porque me gusta, lo que pasa es que mis compañeras siempre me han dicho que tengo una sensibilidad altísima... y de ahí ha salido una idea". ¿Qué es? Ella se sienta, entrelaza las manos y mira a la ventana por la que entra algo de luz. "Mientras estuve trabajando en la Junta de Andalucía, cuando se jubilaba un compañero, me llamaban y me decían: oye, ¿y si haces algo?" De esa primera propuesta nacieron las caricaturas literarias. "No, el nombre no lo he sacado de ningún lado, es lo que veo yo que más se ajusta a lo que realizo". Tomando como base aquellas experiencias juntos, elabora "un resumen de su personalidad, en el que coloco aquellos aspectos destacados de esa persona a la que se lo dedico, especialmente con sus compañeros, ya que se trata de una jubilación".

El resultado es un "regalo precioso". Fruto de esta gracia especial, "me piden que haga más, me siguen incitando a escribir".

Ahora está más tranquila. Ha pasado el ajetreo de los años jóvenes. "Soy alumna de segundo curso de la Universidad de Mayores, aprovecho cualquier momento que tengo libre para hacer gimnasia y juegos de memoria, paseo al lado del mar y no me pierdo una sola presentación de libros". También se declara incondicional de la música clásica y el flamenco.

"La verdad es que he perdido la cuenta, pero a lo largo de mi vida creo que habré leído en torno a 2.500 libros", dice.

Le quedan muchas ganas y fuerza. Sobre todo eso. Han pasado años desde la primera vez que se sentó delante de un folio en blanco, pero para ella, cada momento es un horizonte circular que termina en un verso nuevo. O en una mirada de nostalgia.

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