José Artés de Arcos (1893-19859). Un prodigio de la invención

A Dios rogando

Ilustre empresario nacido en Alhama de Almería que destacó por sus ideas novedosas en el mundo de la mecánica y los automóviles

Florentino Castro Guisasola (1893-1945). Un sabio humanista

José Artés de Arcos / D.A.
Rafael Lázaro

11 de agosto 2024 - 08:00

La servidumbre al esplendor de las Artes y las Letras y la aureola de fama que suele acompañar a escritores y artistas de todo género provocan en no contadas ocasiones la injusticia del debido reconocimiento a otros personajes, no tan reportados en los medios de comunicación y círculos culturales. Suele ser el caso de científicos e investigadores de ciencias naturales, o de inventores de nuevas técnicas cuya vida y trascendencia suele discurrir en un frecuente anonimato, aunque este no sea el caso de nuestro ilustre personaje de hoy.

De niño José Artés de Arcos se levantaba cada mañana con el agradable olor del pan recién cocido en el horno de la panadería que sus padres regentaban en Alhama de Almería, una profesión que bien podría haber continuado en la dinámica hereditaria común de un joven sin aspiraciones. Pero este no era el caso de nuestro protagonista que ya, desde muy pronto, manifestó un claro interés por el conocimiento de los principios de la física y por la aplicación práctica de esos principios, lo que demostró ya en su primera juventud con el descubrimiento del motor rotativo, un invento que, como en tantas otras ocasiones pasó desapercibido en su tiempo, hasta que fue reinventado por el alemán Wankel que tuvo la habilidad de patentarlo en 1926, años después del que inventara nuestro paisano. Pero éste sería sólo el principio de una larga carrera especializada hacia la innovación de accesorios automovilísticos que le darían prestigio nacional e internacional.

El inicio de su larga trayectoria como empresario e inventor se inició a partir de 1918 cuando se trasladó con 25 años a Barcelona donde montó su primer taller de automóviles. A partir de ese momento inició una febril actividad inventora que comprendería desde economizadores de gasolina hasta la bocina de aspiración, probablemente el invento de mayor repercusión cuya patente fue adquirida rápidamente por numerosos países. La bocina de aspiración permitía al usuario mediante la combinación de notas musicales la interpretación de diversas partituras, siendo famosamente reconocida la interpretación que personalmente hizo de la Marcha Real o de la Marsellesa en sus viajes publicitarios.

Pionero en todo lo relacionado con el mundo del automóvil, de su taller salieron novedades tan significativas como el todoterreno anfibio denominado Gato Montés y el Guepardo de la Fórmula 4, atreviéndose incluso a experimentar con el complejo mundo de la radiotelefonía en los automóviles de lo que se hizo eco la prensa especializada el año 1949, el mismo año en el que encontramos reseñas publicitarias de sus patentadas cajas de caudales. Según declaraciones de uno de sus nietos, Pepo Artés de Arcos, su abuelo llegó a registrar más de 500 patentes y sus fábricas se expandieron por Barcelona, Madrid, Jaén y, como sabemos ciertamente, también por Almería donde instaló una fábrica de componentes auxiliares de automóvil en las proximidades de la Estación de Autobuses, llegando en su momento de mayor expansión a disponer de una plantilla total de más de 1500 trabajadores.

Artés de Arcos fue un empresario que comprendió perfectamente que el buen funcionamiento de sus empresas dependía en gran parte del añadido valor humano de sus trabajadores, por lo que se preocupó de diferentes maneras en buscar su bienestar facilitándoles viviendas sociales en las proximidades de sus empresas, instalando comedores en el interior de las mismas e incluso estableciendo becas de formación. Todo ello, junto al empuje que supuso para la industrialización del país en una situación tan precaria como era la de la posguerra, le llevó a la obtención de la medalla al mérito al trabajo en 1965, concedida por el entonces jefe del estado, Francisco Franco, al tiempo que sus empresas eran calificadas de Empresas modelo.

Como buen amante de su patria chica Artés de Arcos realizó incontables actividades encaminadas a dignificar y modernizar la vida de su querida Alhama de Almería. Para ello realizó notables esfuerzos para obtener y conseguir el preciado recurso hídrico tan necesitado en su tierra o para rejuvenecer y modernizar su famoso balneario, del que se sintió tan orgulloso, entre otras iniciativas.

Pero no sólo fue la Administración pública, también el conjunto de la sociedad reconoció el talento de tan ilustre almeriense dedicándole calles en Almería, en Alhama y en la catalana Arenys de Munt, donde se había retirado a vivir durante la Guerra Civil. Por desgracia, con la llegada de la democracia, una izquierda sectaria hizo retirar el nombre de esa calle de la ciudad catalana al considerarlo un “franquista” por el sólo hecho de haber realizado una encomiable labor empresarial y recibir a cambio la justa recompensa de la medalla al mérito al trabajo. Tan injustamente a veces así se escribe la historia.

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