José Ángel Tapia Garrido. El Padre Tapia (1914-1992). La Historia de Almería

Almerienses ilustres

Gracias al Padre Tapia disponemos del más amplio panorama posible de nuestra geografía

La Bella Dorita: la reina del Paralelo

Retrato del Padre Tapia, por José Luis Ruz Márquez y la portada de uno de sus libros. / D.A.
Rafael Lázaro

15 de septiembre 2024 - 08:00

Reconozco una emoción especial al iniciar el relato sobre el hombre, el historiador, el investigador incansable que ha dado forma y proyección completa a la historia de nuestra provincia. El que estudió la mayor parte de los archivos de Almería, empezando por el de la Catedral, seguido por el municipal de la ciudad y continuando con los parroquiales y municipales de la mayor parte de los pueblos de la provincia. Una labor ingente y especialmente difícil debido al mal estado de conservación de esos archivos en aquella época. Un estudioso que dedicaba sus primaveras y otoños a explorar a fondo los grandes archivos nacionales, desde Simancas a Barcelona y que desde el humilde despacho de dos parroquias, la de Berja y la de Vélez Blanco primero, y más tarde desde su reducido espacio domiciliario en la calle Lope de Vega de nuestra ciudad, resumía en fichas perfectamente estructuradas -más de 50,000 llegó a reunir- todo el caudal de información que dejaba perfectamente dispuesto para plasmarlo más tarde en los numerosos volúmenes de su producción científica. No exagero si afirmo que el Padre Tapia fue un coloso de la investigación histórica y que gracias a él actualmente disponemos del más amplio panorama posible de nuestra geografía histórica.

Nada tiene de extrañar, pues, que siempre que algún curioso o serio investigador busque resolver dudas sobre cualquier aspecto en relación con la historia de Almería y su provincia acuda a su obra con la seguridad de que allí encontrará el dato que se le resistía encontrar, o lo que es más importante, la segura referencia de la fuente en que se basaba. Y si bien se ha producido posteriormente algún intento de emulación de su obra no creo que haya alcanzado, ni de lejos, el nivel y profundidad de la suya.

Al parecer todo empezó cuando vio en el escaparate de una librería la obra “El Esplendor de Almería en el s. XI” de Castro Guisasola, cuyo archivo posteriormente también exploraría. Quedó tan impresionado de su lectura que esa misma noche redactó un artículo sobre el tema que bajo seudónimo publicó en la Independencia. Y así se iniciaría el torrente de publicaciones que salieron de su taller intelectual. Fueron en primer lugar la historia de Vélez Blanco y la de la Baja Alpujarra a las que siguieron un Episcopologio que, reconocido por el entonces obispo Angel Suquía, abriría las puertas a una completa dedicación como historiador dejando desde entonces su labor pastoral.

Consigue de la Caja de Ahorros de Almería con el apoyo de Suquía una subvención, especie de salario mensual, que le permitirá una exclusiva dedicación a la investigación. A partir de ese momento comienza la gran empresa y explorará con fuerza su inmenso poder de reorganización retrospectiva basado ya entonces en la gran cantidad de material almacenado en su fichero que continúa creciendo.

Fruto de este esfuerzo titánico, que suponía una dedicación diaria de más de 12 horas, fueron sus dos obras más conocidas: la monumental “Historia General de Almería y su Provincia” en catorce tomos, publicados entre 1981 y 1990, que abarca desde la Prehistoria, el primer tomo, hasta el año 1752 con su último volumen dedicado a la “Repoblación de las tierras de Almería y de Vera”. La segunda de estas obras es la archiconocida “Almería Piedra a Piedra,” una radiografía histórica del municipio del que no deja detalle sin tratar, referencia inexcusable para quien desee penetrar en las entrañas de nuestra ciudad. Una primera edición tuvo lugar en 1970 en un solo volumen, y una última edición “mucho más gorda y florida” como la definió el mismo P. Tapia, en 1992 en cuatro volúmenes. En ambos casos a cargo de la Caja de Ahorros de Almería que tan magnífica labor cultural desarrolló hasta que los señoritos de Sevilla decidieron que tenía que desaparecer a mayor gloria de sus partidistas intereses.

Entre tanto no descuidaba nuestro personaje otros campos de investigación, y salían de su telar: “Almería hombre a hombre” en 1979, “Historia del Monte de Piedad” ese mismo año, “Los Baños de Sierra Alhamilla” en 1980, “La Virgen del Mar” en 1987, “Historia de la Vera Antigua” también ese año, “La Virgen María en nuestra tierra” en 1988, el mismo año en que publicó “El Estado de Tahal”. Además de ello no cesaba su publicación divulgativa, que ya venía de antiguo, en numerosas revistas y en los periódicos, El Yugo, primero y la Voz de Almería después, y hasta en diarios de alcance nacional como Arriba o ABC.

A pesar de algunos evidentes errores por su falta de especialización en alguna materia, toda la obra del P. Tapia rezuma el deseo de ser sumamente minuciosa en el tratado de los hechos que narra, que en ningún caso desea interpretarlos. “Aproximarse a lo sucedido es tarea ardua. Dogmatizar sobre el pasado es audaz. Sólo aspiro a ser un cronista lo más veraz posible. Procuro huir de la interpretación sectaria a la que tienden algunos historiadores”.

Así definía su labor histórica nuestro ilustre personaje al que en 1986 se le ofreció un merecido homenaje con la celebración del I Encuentro de Cultura Mediterránea que tuve la satisfacción de organizar y al que asistieron destacados historiadores españoles y extranjeros. Sus intervenciones fueron publicadas en 1988 en un magnífico ejemplar que recogía también aportaciones de los “nuevos historiadores” almerienses que tanto le deben, aunque quizá no lo declaren abiertamente.

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