El icónico Cristo de La Almedina

Almería

FOCOAL. Impresionado sobre un collage con imágenes titulares, en el cartel semansantero de Fotógrafos Cofrades de Almeria luce el admirable Cristo de la Expiración, adquirido por Baltasar Giménez

El icónico Cristo de La Almedina
El icónico Cristo de La Almedina / Juan M. Marchal

Almería/En la muy calurosa mañana del 1 de julio de 2014 el contestador de voz del teléfono fijo registraba a destiempo el compungido mensaje de Antonio Andrés Diaz: El amigo Baltasar Jiménez ha fallecido y está en el tanatorio que han abierto por encima del cementerio…

A féretro pasado supe que en el sepelio le acompañaron muchísimos almerienses, de variada índole. Lógico puesto que cultivó la amistad desde la cercanía que llevaba a gala. Y también que Tomás Cano, entonces párroco de San Juan, subrayó la entereza -sustentada en su acendrada fe- para llegar con suficiente ánimo a la festividad del Corpus. Y de su generosidad para legar a su barrio almedinero una admirable talla cristífera, tal como señalaba en la presentación del cartel de Focoal su entrañable Juan José Muñoz, responsable de la traída desde Rociana del Condado (Huelva) a Almería del Cristo adquirido por Balta. Lo saludé en la puerta del compás de Las Puras que se abre a la calle Cervantes -ya muy deteriorado y en sillas de ruedas-, acompañado de Remedios (su esposa), su hija Paloma y de los inseparables Francisco M. Sánchez “Papica”, Juan Leal y Juanjo Muñoz, báculos y ancla de una maltrecha enfermedad, , donde le dijo hasta siempre a la Custodia que relevó a la de plata del obispo Alfonso Ródenas. Práctica y formalmente me había despedido de él en la Semana Santa de aquel año ante la casa donde los “pasos” cofradieros paraban para felicitarle y contemplar la talla del Stmo. Cristo de la Expiración que encargó con la firme idea de entronizarlo como advocación de la capilla del Hospital Provincial, recuperada para el culto por Tomás Azorín, a la sazón presidente de Diputación. A modo de posdata, casi una década después me place recordarte con lo escrito en su momento en estas mismas páginas de Diario de Almería.

La magnífica talla del Cristo de la Expiración es obra del imaginero onubense Elías Rodríguez

COFRADE ADMIRABLE

Nunca en edad adulta he pertenecido a hermandad, credo o entidad religiosa alguna. Respeto sinceramente a quienes formando parte de ellas se hacen merecedores de tal respeto. No obstante, desde el laicismo agnóstico nuestros caminos son divergentes. Sí coincido con quienes admiran el arte y la belleza que atesoran los desfiles procesionales; a los que valoran su componente histórico y cultural y se interesan por determinadas tradiciones como materia de estudio social y antropológico. Ello me llevó en los pasados años 80 a participar en una recién constituida Asociación de Amigos de la Semana Santa, desconociendo que era el paso previo a la fundación de una cofradía formal, la de Pasión. Me di de baja. Ahí conocí a Baltasar Giménez Campuzano, vecino de la Almería secular y ostentador de un segundo apellido de rancia estirpe torera y musical. Después coincidimos en reuniones de la AA.VV. “Casco Histórico” en las que siempre demostró interés por sus reivindicaciones y deploró sus carencias. Baltasar había nacido en la calle Arriaza, próxima a la de Antonio Vico que sube al cerro de San Cristóbal. Su padre, dependiente de Almacenes Segura, se independizó para montar una droguería en la calle Real de la Almedina (esquina a La Estrella), entre Demóstenes y Clarín. Un hombre pozo de sabiduría popular que se fue de este mundo sin dejar escritas sus acumuladas vivencias.

Amigo Baltasar, tú pasión es mi pasión, el gran amor hacia tus cofradías te dignifica… Fue el piropo que le brindó Enrique Marín durante su pregón de Semana Santa-2014 en el Teatro Apolo. Y era merecido. No entraré en el enorme cariño depositado en dos conocidas hermandades capitalinas. Y en el mal pago recibido. Eso quedó entre las paredes del nº 40 de la calle Almedina. Del noble caserón del siglo XIX suma de vivienda familiar, local comercial (Droguería “Balta”) y museo decorado de bellos objetos religiosos y profanos. Fue durante una cena a la que nos acompañó Mª Remedios Torres (madre de los dos hijos habidos en el matrimonio), sus íntimos Papica y Antonio Andrés. Ahí supe que, guiado por su inquebrantable fe, su irrenunciable ilusión era la de un Crucificado expuesto a la devoción del vecindario, diferente a todo lo conocido en Almería. Un considerable grupo de personas colaboró en la tarea, pero él corrió con el grueso del elevado gasto. Afortunadamente, el empeño obtuvo el fruto apetecido: en el oratorio habilitado en la planta baja luce con esplendor el Stmo. Cristo del Amor en su Sagrada Expiración ('El gran Amor de la Almedina'). Impresionante talla en madera de cedro real y ojos de cristal; obra del onubense Elías Rodríguez Picón. El realismo en el gesto, impactante mirada y veracidad anatómica lo convierte -en opinión de expertos y mía propia- en el Cristo (no procesional) más sobresaliente de la iconografía cristífera provincial. En aras a su magnificencia y simbolismo es de agradecer que los capataces de las hermandades que frente al portal transitan hagan girar los rostros de sus imágenes hacia el sacro vecino.

De facto, y como estación penitencial, ya forma parte del viacrucis que ascendía a la Alcazaba

DE HUELVA A LA ALMEDINA

Rodríguez Picón, reconocido escultor e imaginero onubense con taller en Rociana del Condado (Huelva) tiene repartida su obra profana y religiosa por prácticamente toda Andalucía. Y ahora en Almería con el 'Amor de la Almedina', bendecido en enero de 2014 en la iglesia de San Juan. Con la colaboración de familiares y amigos, fue adquirido por Baltasar Giménez Campuzano (29 de junio de 1959), estando expuesto, como queda dicho, en los bajos de su casa. Calle principal por la que en el siglo XVIII transcurría el víacrucis intramuros que partiendo del Sagrario catedralicio ascendía hasta la Alcazaba; y del que a la cruz restaurada en calle Soto se suman dos más en el propio entorno vecinal. Tres centurias después, bien podría el de nuestro referenciado incorporarse, de facto, como otra “estación” del primitivo recorrido penitencial.

El barroco crucificado en su Expiración (“quiero un Cristo aún no contemplado en Almería”) fue el deseo consumado del amigo fallecido. De tamaño natural (185 cm.) y labrado en noble tronco de cedro, presenta la singularidad de dos clavos en sus pies (en lugar de uno) y ojos de cristal, el derecho atravesado por una vía de sangre. Expuesta un tiempo en la Casa Colón onubense, a juicio de los expertos se trata de una imagen notabilísima en su tratamiento anatómico, de gran realismo, dramática expresión y reminiscencias manieristas, al igual que el hispalense Cristo del Museo (obra de Marcos Cabrera en 1575). En especial el espasmo agónico que le confiere una suave curvatura serpenteante hacia la derecha (“aunque por estar representado en el momento inmediatamente anterior a la muerte se mantiene rígido, con el tórax henchido, el rostro con los labios abiertos y mirada elevada, expresando sus últimos instantes de agonía”), completado por un airoso paño de pureza anudado al costado y la corona de espinas, “tallada separadamente de la cabeza”.

Cristo de la Almedina
Cristo de la Almedina / Focoal 2022
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