Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
Tribunales
Almería/“El sistema alarga los procesos y victimiza a las víctimas. A mí no me gusta llamar víctima a mi hija. Mi hija no es una víctima. Mi hija es una superviviente. Víctimas son las personas que están muertas. Esas son víctimas. Pero mi hija es una superviviente porque no le ha quedado más remedio que seguir adelante”. La que habla así es Esther Sabio, madre de una joven que cuando tenía 14 años fue agredida sexualmente por su novio -también menor en ese momento, condenado a siete años de internamiento por estos hechos, y otros dos amigos de éste.
Tras una espera demasiado larga para esta familia, finalmente el exnovio de su hija ingresó a finales de noviembre en un centro de menores para cumplir su pena. Fue necesario esperar que el Supremo confirmase la pena del Juzgado de Menores, que ya había sido ratificada a su vez por la Audiencia Provincial de Almería. Una espera casi interminable en la que se han sucedido numerosos recursos y que para Esther ha tenido un final, por ahora, feliz. Por ahora porque aún queda pendiente otro juicio, en este caso por por las amenazas de muerte que supuestamente manifestaron el condenado y otro chico investigado y a espera de acusación por parte de la Fiscalía.
“El sistema tiene que cambiar. Y todos esos personajes que se ponen a hacer leyes, con historias, con rebajas… Hay jueces que no están condenando. La ley se interpreta. Si tú eres juez, a lo mejor tú interpretas la ley de una manera y tu compañero lo hace de otra, y la perjudicada, siempre, es la persona que denuncia”, mantiene la progenitora.
Lamenta además que sea la víctima la que tiene que “demostrar” aquello que ha sufrido. “El sistema no te da los recursos que necesitas. Te dicen que te dan ayuda pero, por ejemplo, los informes que realmente precisas, no te los dan. Tienes que ir de forma privada y gastarte 2.000 o 3.000 euros. Si no los tienes, pierdes un juicio, porque los juicios se basan en pruebas”, lamenta, a la vez que sostiene que es necesario modificar todo “desde el momento en el que vas a un centro de salud y se detecta que esa persona es víctima de violencia”.
Esther tampoco entiende cómo alguien a punto de cumplir los 26 años haya podido ingresar en un centro de menores. “Entiendo que se cumplan los protocolos (…) pero si entra en un centro de menores, creo que el director debería hacer un informe y decir que no puede haber una persona de esa edad. Porque la ley permite que cuando (un menor infractor) cumple los 18 años pueda solicitar el ingreso en prisión en el módulo de jóvenes, o hacerlo en un centro de menores hasta que cumpla los 23”. El consuelo para esta madre es que si el condenado tiene algún tipo de conflicto o el juicio por amenazas se traduce en una pena de cárcel, automáticamente entraría en El Acebuche.
Para Esther la lucha no cesa y ya tiene prevista una reunión a comienzos de año con la madre de Sandra Palo. “Somos dos madres a las que nos va a oír España”, asegura. Y es que pretenden que a menores como el agresor de su hija se les “juzgue como adultos”. Reconoce que la legislación actual intenta reinsertar a aquellos que no han cumplido los 18 años, algo que ve posible si se habla de un robo, pero no a “personajes con el perfil de los que asesinaron a su hija o éste que ha violado a la mía”.
“Por supuesto que hay que cambiarla, porque hay niños que son peligrosos (…) Y luego hay algo que para mí es fundamental: Tener conocimiento de las identidades de violadores y de asesinos. Imagina si vives en un piso y tienes a una niña de 14 años. ¿Te gustaría que tu vecino, este personaje que la ha violado, que le ha pegado palizones, se monte con ella en el ascensor? Sinceramente, creo que como ciudadanos tenemos el derecho de que nos digan nombres y apellidos”, añade. La idea es presentar una iniciativa popular, y para ello quiere ir con pies de plomo y ajena a ideologías. Ya ha contactado con un catedrático de Derecho de Granada para poder ir trabajando en este proyecto, porque “la Ley del Menor la tienes que tratar con pinzas”.
Esther también aspira a que no sea necesario que una víctima tenga que soportar tantas veces el trago de relatar en primera persona lo que le pasó. La propia Esther rememora cómo desde 2014 ha tenido que insistir en que “había algo más”, que su hija no había contado todo, ante lo que le manifestaban que “intentaba protegerla” demasiado.
Por suerte, ahora “por primera vez” en mucho tiempo, le dice que va a salir sin hora de regreso a casa. Se ha sacado su título de vigilante y “tiene brillo en los ojos” tras “muchos años viviendo con miedo”. La única angustia de la familia es pensar que cuando el condenado salga a la calle “no estará rehabilitado”. “Este chaval no se va a rehabilitar en la vida. Está obsesionado con mi hija. La podía haber dejado tranquila y esto jamás se hubiera destapado, pero siguió amenazándola, no ha parado”. Aunque eso es un futurible que nadie conoce y lo importante es que ahora su hija está mejor, algo que “no tiene precio”.
Y de cara al juicio que previsiblemente se celebrará en la primera mitad del año que viene por amenazas, reconoce que la joven está mucho más preparada. Porque también admite que no sería “justo” sino reconociese que ha tenido a profesionales “muy buenos” como los del equipo de salud mental de la Vega de Acá. “Este grupo se ha dado cuenta de que las familias también sufren”. Gracias a ellos, y a la labor de otros muchos, cuando el pasado 24 de noviembre se celebró la comparecencia para comunicar el ingreso en el centro de menores, la joven pudo “afrontarlo y lucharlo de una manera impresionante”. “El juicio tendrá otras connotaciones. Irá su hermana de testigo. También lo harán otras personas. No será fácil, pero lo va a ver desde otra perspectiva, porque ya no está libre y ya sabe que no tiene posibilidades de encontrarse con él”, insiste.
Lamenta asimismo las reacciones de diferentes personas a lo largo de estos años que han llamado “de todo” a su hija. “Con 14 años, mi hija puede tener novio y eso no le da derecho a que su novio, de forma grupal, la viole junto con dos niños. Tienes que tener muchas tragaderas. Yo las he tenido”, asegura. “Me quedo con lo bueno, con la gente que ha creído en mi hija. Me quedo con eso (…) ¿Por qué ha ganado un caso que era tan difícil? Porque siempre ha dicho lo mismo, lo que ha vivido y tiene en su cabeza”.
Por eso, para esta familia el juicio por venir será “la guinda del pastel, porque fue esa denuncia la que desencadenó todo el proceso”. “Por eso no se tiene que alargar tanto todo en los juzgados (…) Pero vamos a luchar como hasta ahora. Por fin se ha hecho justicia en una parte, y además hay un violador menos en circulación”, concluye.
También te puede interesar
Lo último
No hay comentarios