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Parque natural de Cabo de Gata-Níjar
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Durante una patrulla por la angosta cala en la que desemboca la Rambla del Plomo, en una zona del parque natural del Cabo de Gata-Níjar en la que hace cinco siglos se construyó una atalaya desde la que se vigilaba el mar para prevenir los ataques de los piratas y saqueadores berberiscos, una pareja de agentes de la Guardia Civil se topó con un inmueble que parecía abandonado y cerrado a cal y canto, con las ventanas tapiadas que apuntaba a una de las infraestructuras logísticas que están acaparando las mafias del narcotráfico y petaqueo en la costa almeriense. Cuando al entrar encontraron una especie de galería subterránea saltaron las alarmas y creyeron que estaban ante un narcozulo en el que guardar los alijos de hachís y petacas de combustible.
Los agentes vieron ladrillos y otros materiales de obra y se acrecentaron aún más las sospechas de que se estaba acondicionando un almacén clandestino. De inmediato, fue notificado el hallazgo al puesto principal del Instituto Armado en Níjar e incluso se comunicó al consistorio de la localidad para que realizara una inspección y adoptara las correspondientes medidas para su inutilización, mediante el derribo o sellado permanente del edificio muy próximo al mar. Pero no ha sido necesario proceder al precinto porque su actual propietario ha aclarado que se trata de una antigua caseta de la Guardia Civil, el primer edificio de la cala del Plomo con más de un siglo de vida, que salió a subasta pública y fue adquirida en primera instancia por un vecino que posteriormente lo vendió al actual.
Lo que parecía un narcozulo no es nada más que una fosa séptica y depósito de agua que se comenzó a construir, pero que se mantiene sin concluir desde hace años porque el inmueble no tiene actividad. El propietario asegura tener la escritura y documentación en orden, aunque no le hayan dado nunca uso y que la Junta de Andalucía no ejecutó el derecho de retracto al ubicarse en zona de servidumbre marítimo-terrestre. La actividad creciente de las mafias en esta zona ha propiciado un refuerzo de la presión policial y un mayor control sobre este tipo de edificaciones cerca de las calas, extremando las precaucaciones cuando encuentran algún indicio de que pueda estar ligada a la actividad delictiva, una situación que no se ha dado con esta antigua caseta de la Guardia Civil.
Estos días precisamente, por el temporal y condiciones meteorológicas adversas, se ha intensificado la presencia de las narcolanchas en las calas paradisiacas del parque natural de Cabo de Gata-Níjar y el alcalde de la localidad, José Francisco Garrido, ha vuelto a exigir al Ministerio del Interior que tome cartas en el asunto lo antes posible. "Nuestras playas no pueden convertirse en la 'narcogasolinera' de las mafias que siguen operando con impunidad y prácticamente a diario sin que se adopten las medidas necesarias para combatirlas", reiteraba esta semana el regidor nijareño. Declaraciones para reclamar más medios humanos y materiales para la Guardia Civil en su batalla contra las redes criminales del narcotráfico y la inmigración que se realizaron tras el avistamiento de numerosas embarcaciones, neumáticas y semirrígidas, en las inmediaciones del faro de la Polacra.
"Hay un problema de inseguridad evidente que pone en riesgo la temporada de verano que se acerca cuando el turismo es una de las principales actividades económicas de esta comarca". El alcalde de Níjar también ha incidido en el perjuicio medioambiental que están causando en el el primer espacio marítimo-terrestre que fue protegido en Andalucía: "Siguen paseándose por nuestra costa como Pedro por su casa y están dejando un rastro de bidones de plástico con residuos de combustible flotando en el agua de las playas y calas", ha lamentado en los últimos días. El litoral nijareño, que antaño fue refugio de piratas y contrabandistas, hoy sufre por la actividad permanente de narcos y petaqueros al servicio de las redes del norte de África. Los vecinos de Las Negras contemplaban atónitos este miércoles -y algunos incluso grabaron la secuencia- la persecución de planeadoras frente a sus casas. También hay imágenes del seguimiento de otras embarcaciones entre Aguamarga y Punta de la Polacra.
Las organizaciones del norte de África que alternan el tráfico de drogas, petacas y personas han profesionalizado la actividad y disparado los riesgos al contar con medios de última generación y pilotos expertos y temerarios que se embolsan hasta 50.000 euros por trayecto. La presencia de encapuchados en las narcolanchas es la evidencia más clara de la incorporación de españoles al catálogo de roles de la delincuencia marítima. En los traslados de inmigrantes graban con el móvil la llegada, con desembarcos violentos y bruscos que ya han propiciado varias muertes por ahogamiento y traumatismos, y envían los vídeos a los cabecillas para certificar que han entregado el "paquete" en Almería. También se muestran más agresivos con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, con maniobras de riesgo, empleo de armamento y ataques como el que sesgó la vida de dos guardias civiles arrollados por una planeadora en Barbate.
Pero no se produjo ninguna detención. La interceptación, ya sea en alta mar o cerca de la orilla, es una misión imposible porque los agentes del Servicio Marítimo de la Guardia Civil se enfrentan a planeadoras de tres y cuatro motores de 300 caballos de vapor cada uno que vuelan a 60 nudos poniendo en peligro su vida y la de cualquiera que se cruce en su camino. Cruzan el mar de Alborán en dos o tres horas, se acercan al litoral y descargan el pasaje en dos minutos, a veces de manera brusca y violenta si se trata de personas, para internarse de nuevo en el mar. Los sindicatos y asociaciones de Guardia Civil y Policía Nacional consideran que siguen "infradotados" y necesitan mayores inversiones para poder plantar cara a organizaciones que cuentan con planeadoras de última generación y tecnología de vanguardia como drones para blindarse y eludir la actividad policial.
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