Ginés Parra (1896-1960). La fuerza creadora de la sencillez

A Dios rogando

El prestigioso pintor de Zurgena es uno de los principales baluartes del arte en nuestro país

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Autorretrato abocetado del propio Ginés Parra y una de sus obras
Autorretrato abocetado del propio Ginés Parra y una de sus obras / D.A.
Rafael Lázaro

25 de agosto 2024 - 08:00

Otro “exiliado” almeriense desde la más tierna infancia, que alcanzó la gloria bien lejos de sus raíces en Zurgena y cuyo verdadero y completo nombre es el de José Antonio Ramón Parra Menchón, cambió su nombre por el que hoy se le conoce en homenaje a su hermano Ginés fallecido en Argentina cuando siendo ya unos mozos emigraron desde Tremezén en Argelia, a donde había llegado con apenas diez años, huyendo de las calamidades que entonces ofrecían las ásperas tierras almerienses. De espíritu inquieto y aventurero, marchó posteriormente a EEUU donde inició sus estudios de Arte, y posteriormente, en 1920 a París, donde continuaría sus estudios a fuerza de experimentar una vida llena de penalidades en todo tipo de trabajos, y donde habría de experimentar sus más destacados éxitos.

Un crítico español ya fallecido, relacionaba su forma de ser y de pensar con el budismo lo que, en mi opinión, contrasta radicalmente con el reconocimiento que declara el crítico almeriense A.M. Campoy quien supo que en la biblioteca hogareña existieron un sinnúmero de autores clásicos latinos, unos autores que las palabras del propio Parra a Mercedes Guillén confirman: “Cuando me di cuenta que estaba en este mundo tuve la sensación de encontrarlo todo revuelto. Después, la lectura de los clásicos latinos y españoles me predispuso a verlo todo mejor”. Dónde adquirió esta predisposición humanística es un misterio.    

De espíritu reflexivo y taciturno, el crítico Jean René, que lo conoció profundamente decía de él: “Parra sonríe una vez por semana, y ríe una vez al mes, come poco, habla poco y trabaja duro”. Por ello como viajero impenitente, recorrió gran parte de los países de América, realizando siempre exposiciones en multitud de ciudades del cono del Sur, y cómo no, en Europa en Londres, Estocolmo, Praga, Bruselas…  al tiempo que no cesaba en su cada vez más intensa actividad creadora. No se olvidó no obstante de su patria chica que visitó en 1920. Posteriormente en 1939 volvió a España, y más tarde en 1957-58 pisó de nuevo el suelo patrio donde, al parecer, en un pueblo de Zaragoza pintó algunos cuadros de tema religioso.

El inicio de su reconocimiento internacional tuvo lugar con motivo de la exposición celebrada en 1927 en el Salón de los Independientes de París donde presentó su obra Leda y el Cisne que rápidamente fue adquirida por una galería de Boston. Desde entonces su fama no dejó de crecer hasta el punto que en las décadas 30 y 40 del s. pasado fue reconocido como uno de los pintores más célebres de la Escuela de París, realizando exposiciones conjuntas con los más destacados pintores de la época incluyendo a Picasso. Su obra, que es extensa y se encuentra en museos de todo el mundo, es variada y comprende desnudos, paisajes con arquitecturas, bodegones, figuras y temas religiosos en su mayoría con la técnica de óleo sobre lienzo.

De la obra de arte, ésta es la reflexión del propio Parra: “Sólo se representa a sí misma. Tiene que tener conciencia propia. Lo esencial es implícito y es lo que la respalda y la defiende. La misma anécdota, por muy figurativa que sea, hay que suprimirla siempre. Esta es la gran dificultad y lo que la distingue como obra auténtica”. Por eso su obra, como alguien ha dicho, tiene mucho de la espiritualidad de El Greco. Pero ¿Qué opinaban los críticos de su época? Veamos un breve repaso.

Waldemar George dice de él que “es un gran colorista. Sus temas ofrecen el esplendor de las vidrieras medievales. Sus paisajes traducen el alma de las cosas”. El ya mencionad Jean René, crítico de Le Monde: “hay en su arte una nobleza altiva, una originalidad creadora que se impone por sus eminentes cualidades”. Y el crítico Delaglade: “Los auténticos pintores se imponen tarde o temprano. Hemos encontrado uno de estos pintores. Se trata de Parra, un español que extiende su pasta generosa en sus cuadros dando a sus figuras la sobriedad expresiva de los antiguos. Nunca cede a lo fácil y acomete los temas con bravura.” Recientemente Mariví Otero, responsable de la exposición antológica que tuvo lugar en Almería en 2007 dice en su prólogo al catálogo de la exposición: “no es fácil relacionar a Parra con el resto de sus compatriotas de la Escuela de París. Su modo de hacer es muy personal evitando seguir las corrientes de la época”.

Más que merecidos han sido los homenajes que ha recibido nuestro pintor. El mismo año de su muerte en 1960 el Salón de los Independientes de París organizó una exposición antológica de su obra. Otra exposición tuvo lugar en Madrid en 1974 y en 1980 la primera gran exposición homenaje que le tributaron Almería y Zurgena con la exposición de treinta y seis de sus óleos. Durante dicha exposición se colocó una placa en la casa donde había nacido en la barriada del Cucador y se le dio su nombre a una calle del pueblo. Últimamente hemos conocido que Zurgena ha recibido en préstamo varias obras del pintor que serán expuestas brevemente al público.

Y un apunte más, gran parte del conocimiento que tenemos de Ginés Parra se debe al enorme interés que por él demostró otro ilustre almeriense, el crítico A.M. Campoy. 

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