Fidela Campiña (1894-1983). La tijoleña de la voz de oro

A Dios rogando

La cantante de Tíjola fue una de las sopranos con la voz más aguda de la historia

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Fidela Campiña, cantante tijoleña con la voz de oro
Fidela Campiña, cantante tijoleña con la voz de oro / D.A.
Rafael Lázaro

18 de agosto 2024 - 08:00

Si de algún almeriense ilustre resulta clamoroso el inmerecido olvido al que en ocasiones es forzoso remitirse, no cabe duda de que el caso de la en otro tiempo reconocida diva internacional Fidela Campiña, resulta de lo más indignante. Porque Fidela Campiña, almeriense universal donde las haya, apenas es reconocida en Almería pese a sus indiscutibles méritos.

Nacida en la ciudad de Tíjola, la quinta de ocho hermanos, aunque, oriunda por su familia de la muy cercana Lúcar, la que en tiempo de los romanos era designada como “bosque sagrado”, la pequeña Fidela, ya desde muy temprana hubo de desplazarse a Madrid, donde vivió en el barrio de Malasaña, en un hogar donde la música de piano se dejaba oír a todas horas. Allí inició sus estudios en el Real Conservatorio de la capital de España de la mano de José Tragó como profesor de piano y de canto con el maestro Tabuyo.  

Su presentación como cantante tuvo lugar en 1913, cuando contaba con 19 años en el Teatro Real interpretando a Margarita en la ópera Mefistófeles con tal éxito que le permitió estar en cartel hasta 1925, en un arranque de carrera que ya no tendría descanso hasta culminar en 1948 cuando se despide de los escenarios en el teatro Verdi en Trieste con el premonitorio Ocaso de los dioses de Wagner, un autor que contó entre sus preferidos y de quien interpretó en repetidas ocasiones Tristán e Isolda y Nerone

Como soprano, Fidela Campiña contaba con la voz más aguda entre las que forman el registro humano, con capacidad para ejecutar sucesivamente notas rápidas en un estilo ornamentado con trinos improvisados. Según el crítico Girbal “tenía voz amplia, dicción impecable y talento interpretativo, capaz de ejecutar con asombrosa brillantez partes de soprano lírico-dramática y mezzosoprano”. No menos cálidas son las alabanzas de Juan Torreblanca que le dedicó una amplia monografía. Le reconocía “una voz extraordinaria, extensa, aterciopelada y hermosamente timbrada, provista de un temperamento arrebatador y grandes cualidades interpretativas con las que dominaba la escena”.  

Con semejantes cualidades, nada tiene de extraño que su figura artística se agigantara en el escenario musical de los años treinta y cuarenta del siglo pasado. Cantó en castellano, vasco, catalán, francés, italiano, inglés y alemán y actuó en los más importantes escenarios operísticos del mundo: el Teatro Real de Madrid, el Liceo de Barcelona, el Metropolitan de Nueva York, la Scala de Milán, el Teatro Colón de Buenos Aires, la Fenice de Venecia etc de manera que citar todos los teatros donde actuó resultaría largo de contar, así como interminables los personajes que interpretó. Fidela se llamó Turandot, se llamó Tosca, se llamó Norma, Gioconda, Aida, Santuzza, Amelia, Dolores, Isolda, Desdémona, y así hasta más de cincuenta nombres que representan a sus personajes en el escenario.

En España interpretó óperas españolas apenas conocidas en el extranjero como la Dolores de Bretón y Maruxa de Vives, y fue elegida para cantar la versión operística de las Golondrinas, drama lírico en tres actos del malogrado José María Usandizaga con los coros y orquesta del Gran Teatro del Liceo de Barcelona, precisamente la versión que con motivo del homenaje que le tributamos en 1998 desde el IEA vio la luz en un CD prologado por nuestro inolvidable Manuel del Águila.

Su prestigio como cantante la llevó a compartir escenario con los más grandes intérpretes del momento. Así, en Roma compartió escenario en la ópera Mefistófeles con Benjamino Gigli, el más cotizado tenor de la época, y en la Habana debutó con el célebre Titta Rufo cantando Tosca, Caballería Rusticana, Carmen y la Gioconda. En Italia era tal su reconocimiento que cuando la ciudad de Catania, patria de Bellini, deseó celebrar el estreno de Norma, ella fue la soprano invitada para cantarla, como intérprete ideal de esa trágica heroína. Tal era la admiración que los italianos sentían por su figura que en un arranque de agradecimiento permitió que su nombre fuera italianizado como Fidelia Campigna. Otro tanto ocurría en EEUU donde fue una de las estrellas invitadas con motivo de la Exposición Universal celebrada en 1940 en Nueva York, ciudad en la que había debutado muchos años antes interpretando y obteniendo un enorme éxito con el Otelo de Verdi.

Su pueblo natal, Tíjola, adonde acudió una vez en plena carrera de éxitos, la ha reconocido dedicándole una calle y poniendo el nombre a su Centro Cultural. Yo creo que le debemos mucho más, y es de esperar que las autoridades, que en ocasiones con demasiada ligereza, otorgan “reconocimientos” más que dudosos, se haga eco de una de las figuras más destacadas de la historia de nuestra provincia. 

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