Festejos históricos de la feria de Almería que han desaparecido

Pequeñas historias almerienses

Las “Cucañas en la bahía”, la “travesía del puerto a nado” o “La Gargantúa”

Los pregoneros foráneos de la feria almeriense

Un joven trepa por la cucaña / Rafa Gonzalez

La feria de Almería, como todas las fiestas, evoluciona con los tiempos. Y cada año son “las mejores de la historia”. Desde 1979 no he oído a ningún concejal del equipo de gobierno municipal de turno reconocer que la feria del año anterior fue superior. Eso queda para la oposición.

Es lógico que los festejos en honor de la Virgen del Mar se adapten a los gustos de los ciudadanos de cada época, pero no es menos cierto que determinadas actividades propias de Almería, en estos días de agosto, se han ido diluyendo hasta desaparecer. Es nuestra fea costumbre de no mantener y conservar las tradiciones.

A la propia feria, en su calendario, le ha dado bandazos absurdos. Incorporaron y eliminaron el “lunes de resaca”; recortaron sus diez días; la llamaron del “Mediterráneo” y luego el apellido desapareció; empezó en viernes, luego en sábado y otra vez en viernes… Y el domingo, que la Patrona de la ciudad sale en procesión, ya no es feria. En fin, un dislate.

Entre esos desatinos están, como decía, varios festejos que tuvieron un calado tremendo entre la población y hoy están, si no eliminados, con un perfil bajísimo en el programa oficial del área de Cultura. Por ejemplo, las dianas con música y gigantes y cabezudos, que este año se han incorporado con pinzas al programa. Solo cuatro días recorrerán algunos barrios. La diana matutina tiene una larga tradición en el programa lúdico local. En 1905 empezaba a las seis de la mañana y los compases que despertaban a los ciudadanos eran de la banda de cornetas, tambores y bombo del Regimiento de Extremadura. Con los años se ajustaron horarios y recorridos y se potenciaron la famosas “botijas” con las que los cabezudos pegaban buenos zurriagazos a quienes se cruzaban en su camino.

Las “cucañas en la bahía”, que se remontan a finales del XIX, no se celebran desde 1979

Cucañas en la bahía

Otros festejos muy almerienses eran las “cucañas en la bahía” y la “travesía del puerto a nado”, referencias obvias de cuando el puerto estaba integrado en la ciudad. Si repasamos la historia, las “cucañas en la bahía” ya se practicaban hace 130 años y los premios los pagaban las concesionarias de los buques que atracaban en los muelles para exportar uva de embarque o para llevar pasajeros a América. La competición era tan barata y suponía tan escaso coste a las arcas municipales que meses después de concluir la Guerra Civil, las “cucañas en la bahía” ya formaban parte del programa de fiestas.

La prueba era divertida, refrescante y al mismo tiempo servía para demostrar la destreza de los competidores. Un palo redondo de madera, de los que se instalaban para enganchar los cables de la luz, era embadurnado con aceites y grasas y en lo más alto se instalaba un banderín. Era una competición masculina en la que había que demostrar pericia en las piernas, potencia muscular, destreza con los brazos y mucho arrojo. Los chicos debían trepar lo más rápidamente posible y sin caerse, hasta alcanzar la banderica. Los ganadores recibían un premio en metálico y los perdedores se marchaban a su casa fresquitos por el chapuzón en las aguas del puerto. La última referencia que conozco de haberse celebrado esta competición fue en la feria de 1979, un 21 de agosto. Desde entonces, coincidiendo con los primeros los Ayuntamientos democráticos, el festejo fue eliminado.

Travesía del puerto a nado

La travesía del puerto a nado -1.240 metros- también era histórica. Ofrecía suculentos premios, sufragados por la cofradía de pescadores, patrones mayores y armadores. Se trataba de atravesar el puerto nadando desde el faro hasta la escalinata real. Además, existía un auténtico “pique” entre los nadadores locales por vencer en la prueba y miles de personas se arremolinaban en los muelles para animar a los atletas. En los años sesenta eran habituales en la prueba Antonio Aguilera Calderón; Francisco Javier Garro; Ángel Javier Escribano; Andrés López Ruiz; Manuel Ferrón Francisco; Félix Crespo; Francisco Martínez Muñoz; Fernando Peral Arcos o José Ligero. En los años setenta Antonio Cañadas, Navarro Bernal, Andrés Santos, Hernández Góngora. En 1982 llegaron a lanzarse al agua más de medio centenar de nadadores. Esas actividades han desaparecido del Puerto, donde también había concursos de pesca marítima.

“La Gargantúa” la inventó Trino Gómez Campana en 1952 e hizo disfrutar a los niños hasta 2006

La Gargantúa

Sin duda, una de las atracciones móviles de mayor éxito de las ferias de Almería, durante 54 años, fue “La Gargantúa”. Una carroza en la que un muñeco con una gran boca “se tragaba” a los niños hasta un tobogán por donde se deslizaban hasta salir por la parte trasera del muñeco. Otra atracción barata y que ha desaparecido del programa.

La primera vez que “La Gargantúa” se mostró a los chiquillos almerienses fue en la feria de 1952. Siendo concejal de festejos el señor Molina García encargó al artista local Trino Gómez Campana (1914-2003) una atracción que causara sensación a los menores. Este empresario fundó la sociedad “La Alegría de Sur” en 1935, que en su época de mayor auge llegó a dar empleo a decenas de trabajadores y construyó cientos de carrozas para muchísimas ciudades y pueblos de España.

Gómez Campana, en la propuesta presentada al Consistorio para que le aprobaran su idea, expuso que “Gargantúa con su descomunal boca abierta está dispuesto a tragarse a, todos los niños que se decidan a acercarse a sus mandíbulas. Luego, el Gargantúa se limitará a dejar pasar a la grey infantil a través de su garganta, que no es más que un pintoresco tobogán, por el que se deslizarán los muchachos entre risas y algazara”. El Ayuntamiento aceptó la propuesta de Gómez Campana porque el gran muñeco derrochaba “gusto y humor”.

La primera ocasión en la que la feria de Almería contó con “La Gargantúa” fue el domingo 24 de agosto de 1952 a las ocho de la tarde en el Paseo Versalles. Una gran traca de fuego japoneses con sorpresas y premios recibió al gran muñeco. Ese mismo año también estuvo en la Plaza de Pavía y en Los Molinos (cuyo nombre oficial era Los Molinos de Viento).

El año siguiente, Gargantúa participó en la cabalgata anunciadora de las fiestas; otro evento que se ha borrado de un plumazo del programa oficial. En 1953, los chiquillos de la Plaza de Toros, Pescadería, Plaza Béjar y Ciudad Jardín fueron quienes la disfrutaron.

Hoy, en pleno siglo XXI, aquellas atracciones que entusiasmaron a nuestros padres y abuelos han desaparecido. Como si se las hubiera tragado un “Gargantúa” de verdad.

 

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