Exequias fúnebres en la Catedral
V Centenario de la Catedral
A beneficio de la recuperación del antiguo órgano del Evangelio, el viernes día 8 la Catedral (claustro y crucero) será el marco propicio para una inédita y espectacular recreación histórica
El monumental trascoro de la Catedral de Almería
Desde mediados el siglo XV la iglesia católica, anglicana y ortodoxa tiene en los Réquiems la música litúrgica más representativa del ritual funerario. Mozart, Verdi, Brahms, Dvorak y buena parte de los grandes compositores europeos nos legaron excelsas partituras. Tomás Luis de Victoria (Ávila, 1548-Madrid, 1611) se erigió en su máximo exponente español. Al maestro de capilla y polifonista debemos el “Officium Defunctorum”, dividido en 10 movimientos: del Introitus y Kyrie al Réquiem aeternam. Sinfonía en la que se inspira el concierto “Honras para un Gentilhombre”, cuyas solemnes notas impregnarán de misticismo el templo mayor de la Diócesis urcitana. Una recreación histórica que nos hará regresar al muy remoto Medievo. De forma más modesta fue representada el pasado año en Berja (lugar de los hechos) con idéntico mentor y protagonista, Luis Craviotto Esquina:
“Músico virgitano, nacido en 1975 y ligado desde muy temprana edad al acompañamiento musical litúrgico, con amplia experiencia como organista. De hecho, en esta Catedral (de La Encarnación) se le encomendó acompañar la misa de apertura de la Puerta Santa en su Año Jubilar por su 500º aniversario (...).
Docente en la especialidad de música desde 1999, cursó estudios de canto, piano y violín en el Conservatorio de Almería y fue discípulo del tenor baracaldés Francisco Heredia. Ha sido miembro de diversos conjuntos corales, actuando como solista en escenarios españoles y portugueses. Actualmente forma parte del Cuarteto Vocal Anacrusa y del Dúo Vocal Basso, en los que interviene como barítono y organista”.
Representación dramatizada
A la teatralización del viernes día 8, a las 20:00h., se podrá asistir por la módica aportación de 15 euros, destinados a la recuperación del órgano del Evangelio que en la nave meridional catedralicia preside el no menos monumental coro tallado en maderas nobles por Juan de Orea. Desde antes de la proclamación del Año Jubilar, es el proyecto estrella del Cabildo capitular encabezado por su deán Juan José Martín Campos. De considerable presupuesto ya que el voluminoso instrumento consta de 2505 “tubos”, cuyos precios oscilan de 90 euros (los más pequeños) a 2010 los interiores o “canónigos”.
La puesta en escena ocupará el claustro renacentista y el crucero, coro y naves del templo de La Encarnación. Espacios que se engalanarán con todo lujo de detalles del atrezzo teatral. Con la pompa y boato propia de la inhumación de miembros de la nobleza, dignatarios eclesiásticos o reconocidos cargos de la Milicia: catafalco (túmulo sobre el que se deposita el ataúd), andas mortuorias y anderos, paños y hábitos de luto, cera y cirios, penumbra, luz y tinieblas, sonidos lúgubres; capellanes de Araoz, rezos y recogimiento en honor del finado... ¡Hasta una bebida espirituosa de la época podrá degustar el visitante! Toda una dramática parafernalia exequial que a nadie dejará indiferente y en la que colaboran distintos colectivos, cofradías o el Centro Virgitano de Estudios Históricos.
El órgano del Evangelio fue saqueado -al igual que el “mudo” de la Epístola- en el inicio de la guerra incivil y sus elementos metálicos fundidos y destinados a municiones, quedando incólumes las cajas policromadas. Su antigüedad se remonta a 1768 -durante la prelatura de Claudio Sanz y Torres-, correspondiendo su hechura a Leonardo Fernández de Dávila, “cascabel de la organerìa” y artífice, asimismo, del de la Capilla Real matritense de Fernando VI y los existentes en las catedrales de Granada y Jaén. En el de Almería tuvo como colaboradores destacados a los ebanistas y doradores Joaquín Jiménez, Diego López y Salvador Salazar.
Rebelión en la Alpujarra
Siguiendo lo dictado por el concilio ecuménico de Trento (Italia: 1545-1563, intermitentemente), la Junta de Madrid decretó en 1566 (reinando Felipe II) la erradicación total de cualquier vestigio religioso o cultural musulmán y la deportación irreversible del pueblo morisco no convertido al cristianismo. Llovía sobre mojado tras un primer conato de revuelta islámica al inicio de la centuria. Pero sería en la Navidad de 1568 cuando la mayoría morisca de la Alpujarra (y seguidamente la del Almanzora) se alzó en armas ante las vejaciones e incumplimientos de las capitulaciones pactadas con la Corona castellana. Capitaneados por Fernando de Córdoba y Válor, ahora rey de la comarca con el nombre de Abén Humeya.
La represión no se hizo esperar, con Luis Fajardo de la Cueva, II marqués de Los Vélez, al frente de una tropa mercenaria (en su mayoría murciana) de 3500 infantes y caballería (Sánchez Ramos, Valeriano). Los feroces combates se multiplicaron por la agreste orografía granadina y almeriense. En mayo de 1569 Fajardo tomó la plaza de Berja. Sin embargo, ante el contraataque morisco la batalla se recrudeció en los albores del mes de junio, pereciendo en esta el capitán Lorenzo Suárez de Mendoza (1546-1583), quinto conde de La Coruña; siendo enterrado en la iglesia parroquial virgitana. No obstante, en la recreación que ahora conmemoramos, los autores se han tomado la licencia histórica/literaria de trasladar su cadáver a la nueva catedral recién consagrada, donde sería inhumado.
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