La eterna sonrisa de Javier Menezo
Obituario
Fallece a los 61 años el abogado, expolítico socialista y articulista de Diario de Almería. Inteligente, divertido y crítico, siempre demostró una brillante capacidad de análisis
Hace justo un par de meses, el 16 de marzo, a las 9:06 horas de la mañana me entraba un mensaje en el WhatsApp que me dejaba completamente desconcertado. "Voy a dejar de colaborar un tiempo, estoy en Torrecárdenas que me están haciendo pruebas; el otro día un TAC, mañana resonancia, de todo". La mano izquierda no le respondía y fue la señal de alarma que precipitó una impredecible enfermedad que se lo ha llevado casi sin tiempo a resistirse. Javier Menezo Ruiz, licenciado en Derecho con formación en Promoción de Empleo y Desarrollo Local, había ejercido media vida como letrado del Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE) y hace poco más de dos años dio el salto al Fondo de Garantía Salarial porque, además de ser un trabajador incansable que sudó la gota gorda en plena pandemia formando parte de los equipos jurídicos de trabajo que desarrollaron decretos tan relevantes como el de los ERTE, tenía una mente privilegiada para las cuentas y leyes e incluso para hacer pronósticos como si tuviera en casa una bola de cristal. Podía estar donde quisiera, un talento al alcance de muy pocos.
Y lo demostraba cada lunes en su columna 'Suelo Mojado' en Diario de Almería en la que ha venido desgranando principalmente las claves socioeconómicas de la provincia y de la acción gubernamental. Era uno de los colaboradores más necesarios por su brillante capacidad de análisis, pero sobre todo era un ser de luz de los que te hacen crecer como persona y también como profesional. Tengo que reconocer que, además de buen amigo, ha sido confidente y fuente de la que han bebido mis informaciones porque cualquier estadística que precisara una explicación, Menezo la cribaba y retorcía en dos minutos para exprimirle todo el jugo. Paro, ocupación por sectores productivos, legislación laboral, prestaciones sociales... tiraba del portátil y no había pregunta sin respuesta. Por no hablar de las largas conversaciones sobre política que le gustaba emprender, radiografiando sin miedo los ecosistemas electorales indalianos y valorando con un criterio insólito y nada arbitrario las decisiones de otros partidos y del suyo mismo. Nunca se dejó envenenar con luchas intestinas ni mezquindades sin sentido.
Porque Javier Menezo era socialista convencido, pero su capacidad de autocrítica, abogando sin cortapisas por un partido más transparente, democrático y plural, le generó demasiadas adversidades que lo han ido apartando de primera línea política. No se cortaba ni un pelo y a todos los que no cumplían lo anunciado los mandaba a paseo. Pero sin rencores, siempre ha estado por encima de discrepancias, discusiones y enfados. No había conversaciones sin gracietas ni sonrisas. El PSOE lo incorporó en la recta final del Clan de Cuevas, pero sobrevivió a la regeneración de Sánchez Teruel por méritos propios y llegó incluso a figurar en el puesto número 13 de la lista electoral de Pérez Navas en 2015 en Almería. Dos años antes había presentado candidatura a la secretaría general de la Agrupación Local de la capital, pero su respaldo nunca fue mayoritario porque era ajeno a familias y otras corrientes tradicionales. Demasiadas verdades y franqueza para un político de nuevo cuño que se abrazó al sanchismo antes de tiempo y del que se ha ido alejando en los últimos años al no comprender determinadas maniobras y virajes.
Esta campaña de las andaluzas se quedará huérfana sin sus quinielas de escaños, sin sus reflexiones magistrales, sin su capacidad para augurar un mal movimiento cuando otros se vendan los ojos por el vértigo demoscópico. Pero su vida nunca se limitó a la política, ni mucho menos. Era mucho más grande que todo eso. Sus hijos, su leal compañera Nani, su perro Boo y su nueva gata Kira le llenaban el corazón y ensanchaban el alma, por no hablar de su espíritu aventurero siempre dispuesto a recorrer el planeta o a empezar un nuevo libro. Además era un enamorado de las playas y un amante del deporte, como atestiguan sus múltiples instantáneas junto al mar o entre máquinas del gimnasio, porque aún siendo de la generación que llegó al mundo cuando los guateques y el movimiento hippie era un enamorado de los selfies y se zambullía como pez en el agua en la sociedad de las tecnologías de la información.
Su última interacción en redes sociales se remonta a mediados de abril y desde entonces he esperado un viernes tras otro a que llegara su artículo. Pensaba que cualquier día estaría de vuelta, pero no entrará más su correo. Los lunes ya no escribirá Javier, como ha venido haciendo desde 2008, prácticamente desde que este periódico abrió sus puertas, con textos para enmarcar, a imagen y semejanza de lo que ha sido este abogado que vino del norte. Un tipo inteligente, más bien brillante, divertido, coqueto y diría que hasta guapo. ¡Quién pudiera alcanzar los sesenta con ese físico de treintañero! Aunque no te volvamos a leer, ni a conversar con escarnio sobre la vida y el partido, tu empatía y entusiasmo y tu alegre mirada nos acompañarán siempre. Nunca se borrará la eterna sonrisa de Javier Menezo.
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