“Cuando empecé era inimaginable una consulta por teléfono”
Almería y sus personajes I Rafael Morcillo Zea, Inspector Médico de Educación y Ciencia
Estudió Medicina en Granada (1971-77) y en 1980 lo nombraron Inspector Médico de Educación
Tras 12 años, pasó a los Equipos de Orientación hasta jubilarse
Quien esto escribe pasó 39 años como funcionario de Educación y Ciencia y en esos años tuve ocasión de establecer una buena amistad con el eterno Inspector Médico y luego director de los Equipos de Orientación Educativa Rafael Morcillo. Persona abierta, amable, comunicativa, la entrevista salió sola, jalonada de recuerdos y vivencias comunes.
–Un apellido muy común en la Medicina almeriense...
–Es que somos todos familia: mi padre, mis tíos; de ahí me vino mi vocación ya que en mi casa era el tema de conversación más frecuente. Y mira que faltó poco para no ir a la Universidad por un atranque que tuve con las Matemáticas en Bachillerato cuando en Almería sólo había un Instituto. ¿Te acuerdas del Matraco? Por ahí van los tiros.
–Pero en 1971 das el salto a la Universidad de Granada.
–Sí, me matriculé en el Selectivo de Ciencias, un curso común para Medicina, Ingeniería, Arquitectura... Aquella Granada era maravillosa. ¡Qué ambiente estudiantil había! Íbamos universitarios de Almería, Jaén y Málaga, ciudades sin Universidad por entonces. Recuerdo una noche entera de estudio y, al amanecer, dijo uno: “¡Lo que me apetece tomar unos churros al lado de mi casa!” El problema es que era de Sevilla; y ahí que cogimos mi coche y nos plantamos en Sevilla, tomamos los churros y volvimos a Granada. ¡Qué locuras se hacen a esa edad!
–Primer destino: Antas.
–Bueno, antes hice unas sustituciones de Digestivo en el 18 de Julio; pero sí, me dieron Antas y allí me fui en 1978.Era médico las 24 horas del día, no salía del pueblo para nada. Un día vinimos a Almería y mi hija gritó desde el coche: “¡Hala, qué casas más grandes!” Y pensé que ya era el momento de venirnos aquí.
–Pero antes tuviste que curar un ‘grano con malezas’.
–¡Ja, ja, ja! Un día me llegó un agricultor de allí y me dijo que en la barriga tenía eso que has dicho. Le pedí que se subiera la camisa y, cuando vi lo que tenía, encendí un cigarro, se lo pegué al ‘grano’ y se le cayó al instante. ¡Era la garrapata más gorda que yo había visto en mi vida!
–Las matanzas eran para ti casi un suplicio...
–Es que los antusos eran gente cariñosa y amable y cuando hacían matanza, me llevaban todo tipo de embutidos. ¡Y cualquiera se los rechazaba! Me compré un congelador y los metía allí. Tenía embutidos todo el año.
–En 1980 accedes a la Inspección Médica de Educación.
–Y lo compatibilizaba con la consulta de Digestivo en el 18 de Julio. Allí pasé 12 años maravillosos en contacto con la buena gente de la enseñanza (gracias por lo que me afecta) hasta que en 1992 salieron las plazas a concurso y no salió en Almería. Tendría que haberme ido a Granada. Por ello opté por pasarme a los Equipos de Orientación Educativa, formados por psicólogos, logopedas, médicos... y pronto me nombraron coordinador.
–Algunos desayunos hemos compartido en esos 25 años...
–¡Ja, ja, ja! Es que teníamos la sede junto a tu Instituto, el Azcona; pero ya se lo han quedado todo. Además, seguía con mi consulta con compañías de Seguros privadas, que sigo teniendo en Plaza San Pedro. Me pasó como a ti: me jubilé en 2017 pero seguimos activos, tú con el periódico y yo con la consulta de Asisa.
–¡Lo que ha cambiado la Medicina y la enseñanza!
–Muchísimo. El médico de atención primaria en los años 70 tenía una saturación en los ambulatorios enorme; éramos ‘médicos de cabecera’ y todo se basaba en la atención familiar; valorábamos las diferentes patologías propias de esa familia, ya que las únicas pruebas clínicas que se realizaban eran Analítica, Radiografia y ECG. Tener una consulta por teléfono era inimaginable. El número de afiliados era menor, pero también el número de ambulatorios y de médicos de cabecera.
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