Don Manuel Campana y Chacón. ¡Din, don! Y su duelo con Alarcón

Cuenta y razón

Una historia que tiene su origen en la supresión del estado de hidalgos en el siglo XIX, la cual contó con la colaboración de los propios desprivilegiados

Mi pariente Perceval: familia por sangre y voluntad

Don Pedro Antonio de Alarcón
Don Pedro Antonio de Alarcón / D.A.
José Luis Ruz Márquez

14 de julio 2024 - 07:01

Desde este mismo Diario les conté en 2021 el reto que don Pedro Antonio de Alarcón y Ariza tuvo en Almería en 1861 a raíz de serle presentado un hombre del que le habían hablado y que gozaba fama de guapo, y él le preguntara:

-¿Es usted Campana?

-Sí... ¿Por…?

-Por… ¡Din, don!

Respuesta sonora ilustrada con sus dedos pulgar y corazón imitando el agitar de la campanilla… y, claro, la volvió a liar como en 1854, cuando se retó en Madrid con un periodista forofo de Isabel II… y es que Alarcón, que escribía como dios, provocaba como demonio, y con tal éxito que hasta antepasado colateral llegó a ser de nuestro Pablo Iglesias Turrión.

No conocía del retador sino su apellido y aunque indagué, al final me di por vencido para quedar con el sabor agridulce que siempre dejan las historias curiosas pero inconclusas… Y así las cosas, quiso Dios que apareciera el ángel aclarador, esta vez disfrazado de Trino Gómez Ruiz, para aportarme la identidad y el retrato al óleo, obra de Giuliani, del ofendido, que no fue otro que su bisabuelo, don Manuel Campana y Chacón. Y ya, con dos puntos de vista, es como ha cobrado la historia plana el relieve que merece. Una historia que tiene su origen en la supresión del estado de hidalgos en el siglo XIX, la cual contó con la colaboración de los propios desprivilegiados, tan dispuestos ellos a simplificar apellidos como a presentar demócrata una política liberal en la que solo votaban los que pagaban contribución, que ese era el caso de don Manuel Campana y Chacón, en realidad Álvarez-Campana y Rodríguez-Chacón, dos linajes llegados a Almería a mitad del siglo XVIII.

Don Manuel, serio pero de buen humor, era desde joven avezado en los negocios y en consecuencia ducho en desoír malicias… eso sí, siempre que estas no fueran contra su condición de caballero, de ahí que cuando el de Guadix le hizo la preguntita campanillera, no le quedó otra que tirarle el badajo, perdón: el guante, que los llevaría al campo del honor: en esta ocasión de chumberas, allá por el camino de las Cruces, donde, madrugadores, se echaron a volar dos sables… uno de los cuales fue a parar a la frente de un don Manuel que es conducido a casa, donde esperan doña Dolores Caballero Aguilar y los hijos de ambos, rogando por el cabeza de familia: por la salud de su cuerpo y la de su alma al haber recurrido al duelo, al modo impío de reparar agravios con armas, como si estas pudieran solucionar nada, ni siquiera cosas tan subjetivas como el honor. El suceso fue comidilla en Almería, en cuya memoria se fijó por mucho tiempo: a mí, sin ir más lejos, me lo contó mi suegro a un siglo largo de ocurrida.

La prensa almeriense, ocupada en mojar pañales, no se hizo eco del suceso por lo que no hay crónica alguna a no ser la referencia hecha por el retador de que aquello fue un "lance, que no merece pasar a la Historia, en que dos inocentes vertieron su sangre, al rayar el día, dentro de un cercado de higueras chumbas, por un quítame allá esas pajas". De la que se deducen dos cosas: que don Pedro Antonio estaba arrepentido de la provocación y que él también resultó lesionado aunque no se sabe dónde. La cicatriz la lució don Manuel a modo de medalla por haber retado a duelo a un célebre escritor que en sus pocas horas tontas se achicaba a famoso… y con aquel galardón continuó en una intensa actividad empresarial en Almería, tocando con éxito todos los palos: la administración local, la minería en la provincia así como la agricultura en Rioja donde tenía casa y tierra heredadas de sus ancestros, entre los que destacó en el siglo XVIII don Arnulfo Alvarez-Campana quien, pese al nombre, hizo cosas buenas por aquel pueblo, algo en lo que le emuló don Manuel desde la política, la caridad y aún del peligro personal que hay que ver cómo arriesgó en 1877 en el hundimiento de varias de las muchas cuevas habitadas y pobres que allí había.

Duelo espadas roperas
Duelo espadas roperas / D.A.

Y es que don Manuel, además de Campana, era poliedro de muchas caras… y en especial de la política en la que militó desde joven en el partido Progresista y luego en el Constitucional desde su fundación en 1871 y en el que será todo: vocal, secretario, diputado provincial… destacando entre hombres como Justo Tovar, Felipe Vilches, Agustín Bocanegra, Juan Lirola… constitucionales que a partir de 1880 irán virando al partido Liberal Progresista, el de Sagasta, que en Almería acaba cuajando en abril de 1881 con la aparición de nuevos nombres, Pedro Jover, Cristóbal Bordiu… y otros no todos del agrado de un don Manuel que no disimula su disgusto, por lo que no fue de extrañar que, aprovechando un bautizo, Caridad Ruiz saliera cantando por peteneras, en la clave de broma que tan mal casa con el serio palo del flamenco:

Del brazo de un pobre viejo

Llega don Manuel Campana

Y le dice don Ramón

¡Ay qué pena y qué dolor!

Y le dice don Ramón

Vuelva usté con él mañana.

Del brazo de un pobre viejo

Llega don Manuel Campana.

Letra esta que viene a decir que nuestro hombre se aferra al pasado -el pobre viejo que le da el brazo- y algo de eso había… Defraudado, se limita a la familia y a muy pocos amigos… y así, bajo de defensas, lo conquista la enfermedad que se lo lleva una temporada a Madrid, de médicos. Si el sable de Alarcón le hirió la frente, la estocada que le llegó al alma fue la traición de sus socios a los que acabó viendo cómo alarcones merecedores de desafío y aunque don Manuel tuvo la tentación de mandar al criado a la tienda de El Guante a por la docena que necesitaba para hacer justicia, descartó al fin la idea, no sé si por convencimiento o por no ofender con retos la religiosidad de la familia, cuyo hijo menor, Trino, era socio fundador de la Liga Anti Duelo de Almería… Se tuvo que dar por satisfecho desafiando con la mirada a tantos conversos, cuyos rostros se le fueron haciendo más y más borrosos para acabar borrados del todo un 25 de noviembre de 1882. Y esta es la historia de Don Manuel Campana y Chacón. ¡Din, don! y su duelo con Alarcón.

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