La difícil reconstrucción del santuario de la Virgen del Mar
Un patrimonio perdido
Tras la Guerra Civil, el templo de nuestra Patrona fué completamente destruido, siendo reconstruido posteriormente y con mucho esfuerzo dada la escasez de medios económicos

El año 2020 está siendo un año nefasto para el mundo, la Pandemia COVID-19, ha venido a arrasar y desestabilizar todas nuestras vidas. En estos momentos la responsabilidad es fundamental en cada lugar del mundo. Sus habitantes y sus gobernantes al frente son ahora los únicos que pueden frenarla siguiendo las instrucciones sanitarias y de esta forma comenzar de nuevo poco a poco a recuperar nuestra cotidianeidad. Eso conlleva también la normalidad de una ciudad, su día a día, celebrar sus tradiciones. En este sentido, este año 2020 la Feria de Almería en Honor a La Virgen del Mar, no se ha podido celebrar y tampoco desfilará su imagen por las calles de Almería en su tradicional Procesión.
Recordemos o mejor dicho relacionemos, desde distinta perspectiva, este año horribilus 2020 con el del año 1936, el de la Guerra Civil, que dejó víctimas a su paso y donde sus tradiciones dejaron de celebrarse. En este sentido, nuestro Patrimonio y en concreto, el Santuario de nuestra Patrona fué completamente destruido, siendo reconstruido posteriormente y con mucho esfuerzo dada la escasez de medios económicos.
Si nos remontamos al año 1942, pocos años después de finalizar la Guerra Civil Española, y concretamente en septiembre de 1942, el arquitecto diocesano Guillermo Langle, analizaba los daños sufridos en el templo, presentando un proyecto de reconstrucción de la iglesia de Santo Domingo, y Santuario de la Virgen del Mar.
En la memoria exponía que la iglesia de la Patrona de Almería, de transición del gótico al renacimiento, tanto interior como exteriormente, estaba construida de piedra caliza de sillería, de recios pilares, arcos apuntados y bóvedas nervadas de aristas, con crucero también nervado, y ramas laterales de bóvedas adornadas de arcos resaltados sobre trompas estriadas, de igual piedra caliza. El camarín, se encontraba elevado sobre el nivel de la iglesia. Los abovedados y las trompas daban al templo, de tres naves, un sello muy original e interesante, entre las obras arquitectónicas de su época.
El fuego, que prendió en los primeros días del Alzamiento, destruyó altares y ornamentos, calcinando la sillería, que por ser de piedra caliza, quedó descompuesta, abriendo grandes juntas que amenazaban la seguridad del edificio.
Posteriormente, tras la Guerra Civil, se proyecta su reconstrucción, conservando toda la parte de piedra que quedó sana, después de sufrir los efectos calcinadores del fuego. Para ello, se proyectó revestir interiormente la iglesia, sillar a sillar, con nueva piedra que cubriese todos los paramentos interiores de pilares, muros, arcadas, no siendo preciso en las bóvedas, revestir toda su sillería , aunque si la de algunas zonas y nervios, procediéndose al picado y relabrado del resto.
En enero de 1944, Fray Ramón Ballarín Arechalde, prior-capellán del templo parroquial de Santo Domingo, y asimismo Santuario de la Patrona La Virgen del Mar, se dirigía a la Junta Nacional de Reconstrucción de Templos Parroquiales, informándole del estado en el que se encontraba la iglesia, tras la Guerra Civil Española.
El padre-prior exponía a la Junta que dicho templo, fue casi destruido en su totalidad por el fuego, tras el incendio acaecido el 22 de julio de 1936, no emprendiendo a la ligera su reconstrucción, a base de falsos revestimientos, que le hubieran hecho perder todo su austero prestigio arquitectónico, y su indudable valor artístico. Finalmente, a partir del 7 de octubre de 1941, se emprendió lentamente la dificilísima obra de reconstrucción, abriendo caja a golpe de puntero y reponiendo con sumo cuidado y paciencia sillar a sillar, toda la cantería de piedra calcinada por el fuego.
Seguía el padre-prior informando que el proyecto de reconstrucción, realizado por el arquitecto diocesano Guillermo Langle, comprendía dos partes sucesivas: la reconstrucción de la obra destruida, con un presupuesto de seiscientas noventa y nueve mil cuarenta pesetas con doce céntimos, y una segunda parte, que incluía la ampliación y terminación del edificio, que ascendía a la cantidad de aproximadamente unas novecientas mil pesetas.
Por estar realizándose la obra de reconstrucción del templo, de costoso valor, y no contando con los suficientes medios económicos, el padre-prior, solicitó a la Junta Nacional de Reconstrucción de Templos Parroquiales, una subvención para tal fin.
Tras el incendio, el abovedado del edificio sufrió graves destrozos a causa del fuego, calcinando la piedra. Los arcos torales también sufrieron daños, uno de los cuales quedó con la clave desquebrajada. Los sillares de la iglesia fueron calcinados. Todo se quemó: molduras, cornisas, capiteles, pilares, retablos del altar mayor, camarín de la Patrona y otros altares y ornamentos. El incendio llegó hasta las piedras de la sillería que componían toda su obra de fábrica.
Después de la Guerra Civil, quedó reducida a grandes volúmenes de piedras derribadas y de escombros, quedando el recinto convertido en piedras ennegrecidas y calcinadas. De esta manera, la iglesia de Santo Domingo (La Virgen del Mar) resultó ser una de las más dañadas en el la contienda, presentando después de la guerra un aspecto lamentable. De todas las imágenes, retablos y otros ornamentos artísticos, sólo se consiguió salvar la Patrona de Almería, cuya estratagema ya describimos en un anterior artículo. Hay que elogiar la labor de Guillermo Langle Rubio en la parte arquitectónica y la de Jesús Pérez de Perceval en la decoración e imaginería para que de nuevo la Patrona de Almería tuviera un digno Santuario.
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