El día que empezó todo

Almería

50 aniversario del asesinato de Carrero Blanco

Atentado contra Carrero Blanco / D.A.
Julio Gonzálvez

03 de diciembre 2023 - 08:00

Almería/En la localidad coruñesa de Malpica hay una calle que lleva el nombre de José A. Pardines Arcay. Una placa azul con letras blancas dice: “Guardia Civil 1943-1968. Morto en servicio – 7 xunio”. José A. Pardines fue asesinado por ETA el 7 de junio de 1968. Fue el primer crimen de la banda terrorista, al menos el primer crimen intencionado, el primer paso en esa cronología terrorista de dolor y sangre, a partes iguales, que estuvo activo hasta el 20 de octubre de 2011. El último asesinato datado es del 16 de marzo de 2010.

José A. Pardines, de 25 años, soltero, hijo y nieto de guardias civiles, y su compañero Félix de Diego, de 36, estaban destinados en la sección de tráfico. El día 7 de junio de 1968 fueron enviados a la localidad guipuzcoana de Villabona para regular el tráfico en la N-1, a causa de unas obras. Pardines se colocó en un extremo de las obras y su compañero –que también fue asesinado por la banda terrorista un año después-, en el otro, a dos kilómetros de distancia.

Al lugar donde se encontraba Pardines llegó un Seat 850 ocupado por Iñaki Sarasketa y Francisco Javier Echebarrieta, alias “Txabi”. Al comprobar el bastidor del coche y no coincidir la numeración, Txabi le disparó un tiro por la espalda, cayó boca arriba y tres tiros más en el pecho quebraron la vida de este joven guardia civil. Así se cuenta la historia y esa es la fecha en que realmente empezó lo peor de la historia de la banda terrorista.

A pesar de que Juan Carlos de Borbón había sido nombrado heredero del régimen, el dictador tenía otros planes, y entre ellos estaba dejar al mando del Gobierno a Carrero Blanco, uno de sus hombres más leales y acordes con su ideología. De esta forma pretendía que en España se conservase el status quo que él mismo impuso hacía décadas. Sin embargo, el destino apuntó a otra dirección.

A muchos expertos les llama la atención que los servicios de Seguridad del Estado no fueran capaces de detectar a un comando terrorista que estaba excavando debajo de la calle Claudio Coello, por donde pasaba el Presidente del Gobierno todos los días. Parece ser que este comando lo hacía de forma relativamente torpe y cometía un montón de errores. Además, estaban a escasos metros de la embajada norteamericana, donde se iba a hospedar el Secretario de Estado, Kissinger. La CIA tendría que haber tenido la zona completamente vigilada y nadie supo detectar esa galería subterránea.

Kissinger, que acababa de dejar España cuando se produce el atentado, dijo unas palabras un tanto peculiares “…que Carrero no tenía carisma ni afecto popular y que nadie había sentido mucho su muerte”. Es más, gente muy cercana a él también dijo que ETA había hecho un gran favor al pueblo porque esto supondría una apertura para España.

A veces el destino tiene que ver mucho y justamente ese mismo día el Comisario Bueno Fernández había propuesto a Carrero Blanco otra ruta, en vez de ir por Claudio Coello, hacerlo por Velázquez pero Carrero decidió ir por donde siempre. A las 9:28 del 20 de diciembre de 1973, miembros del grupo Txikia de ETA accionaron una potente carga explosiva colocada bajo la calle, al paso del coche oficial en el que viajaban Carrero Blanco, el escolta, Juan A. Bueno Fernández, y el chófer, José L. Pérez Mogena.

Aproximadamente una hora antes, Carrero Blanco había salido de su domicilio en la calle Hermanos Bécquer para oír misa en la Iglesia de San Francisco de Borja. Era su rutina desde hacía treinta años. En el exterior, tres policías, de los ocho que formaban su escolta, le esperaban. Sus nombres Juan A. Bueno Fernández, Rafael Galiano del Río y Miguel Alfonso de la Fuente. Juan Antonio Bueno y el chófer Luis Pérez Mogena, entraron en el coche oficial, un Dodge Dart. Los otros dos policías se subieron a un coche de escolta en compañía de un tercero, Juan Franco. Tras finalizar la misa, hacia las nueve y veinte, salió de la iglesia, junto a su escolta, para ir a desayunar con su mujer. A las diez de la mañana, tenía una cita en su despacho de Castellana, 3 con el ministro de Obras Públicas, Gonzalo Fernández, y con el ministro de Trabajo, Licinio de la Fuente.

El Dodge Dart se dirigió por la calle Juan Bravo y giró hacia Claudio Coello. Cuando se encontraba a la altura del número 104 de esta calle se produjo la detonación de la gran carga explosiva. Cuando el vehículo blindado del presidente llegó a una señal roja pintada en la pared (que marcaba el punto exacto en el que estaba colocado el explosivo), uno de los terroristas (Argala, según unos, Kiskur, según otros) accionó el mando y la explosión alcanzó de lleno el objetivo. El coche se elevó treinta y cinco metros y fue a caer al patio interior de la residencia de los jesuitas de la Iglesia de San Francisco de Borja. El coche de escolta, que viajaba a unos metros del Dodge Dart, perdió de vista el vehículo del presidente. Cuando el polvo y el humo provocado por la explosión empezaron a disiparse, contemplaron estupefactos un enorme cráter en la calle, pero ni rastro del coche.

Comunicado de ETA / D.A.

Los etarras habían colocado otro vehículo cargado de explosivos y aparcado en la calle en doble fila, para incrementar los efectos del atentado, aunque no llegó a estallar. Además de las tres víctimas mortales, resultaron heridas numerosas personas, un taxista, la portera del inmueble y su hija.

ETA acababa de dar el golpe que la lanzaría al estrellato. La prensa internacional siempre ha presentado este crimen como "ejemplo de lucha antifranquista".

Este es el atentado que más réditos propagandísticos proporcionó a la banda asesina. Hasta esa fecha, habían asesinado ya a ocho personas, aunque en realidad sólo habían reivindicado cuatro de esos asesinatos, sólo uno, el de Melitón Manzanas en 1968, fue planeado. Los otros tres puede decirse que se debieron a circunstancias imprevistas en las que se vio envuelta la banda en el marco de su actividad criminal.

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