El deterioro del antiguo Hotel Mirador empaña la imagen del municipio
La situación de abandono en la que se encuentra el edificio se ha convertido en un serio problema Perjudica los intentos del pueblo por hacerse un hueco en el turismo

La situación de deterioro y abandono en la que se encuentra el edificio del antiguo hotel Mirador de Adra, que llegó a tener la categoría de 4 estrellas y que cerró sus instalaciones a finales de 2011, va más allá de un simple problema empresarial. Sus cristales rotos, su interior vandalizado, incendiado y saqueado, se ha convertido en una postal horrenda que no parece que ayude mucho a mejorar la endeble imagen de Adra.
Inaugurado a finales de 1996, el hotel, un proyecto del empresariado local, apadrinado primero por la Cadena Meliá y más tarde por el Grupo Barceló, parecía que se había hecho un hueco dentro de la pujante hostelería almeriense. Los expertos en el sector auguraban problemas para el establecimiento debido a su soledad y a la ausencia de otros hoteles cercanos con los que pudiera intercambiar clientes y lograr una importante y estable masa crítica de turistas. La aventura empresarial, por una serie de razones que nos llevarían tiempo explicar, concluyó.
En estos casos buscamos al responsable municipal de turno para pedir responsabilidades. En realidad el cierre del hotel es el fracaso de un municipio parece que resignado a un papel cada vez más claro como ciudad dormitorio de El Ejido, Roquetas y Almería capital.
Recuerdo en cambio con una sensación de triunfo colectivo aquella noche del 27 de diciembre de 1996 de la inauguración de este hotel y doy fe del cariño que pusieron por cuidar detalle a detalle quienes construyeron ese edificio. Aquello sirvió para poner en valor toda una zona costera sin uso definido y para relanzar la imagen de Adra.
Tan solo el inquietante cierre de los alojamientos de Las Gaviotas y la Sirena Loca podía vislumbrar algún negro nubarrón de futuro. No se trataba del inicio de un emporio hotelero a semejanza de otros municipios costeros cercanos, pero sí de contar con un cuatro estrellas que diese juego y caché a forasteros y vecinos hartos de peregrinar cada vez que se planteaban cualquier tipo de celebración.
Pero en Adra nos acostumbramos pronto a los escombros o a que las situaciones provisionales y excepcionales convivan con nuestro existir cotidiano. Si no fuese así no se entendería la situación del solar que un día albergó al peculiar edificio del Casino de Verano. Tampoco se concibe la situación del antiguo camping Las Gaviotas, cerrado en 2006, con aspecto de vertedero incontrolado. Otra postal horrible que va a cumplir diez años.
Lo que no puede ser, no puede ser. A Adra le viene aún muy grande entrar de lleno en el sector de la hostelería con mayúsculas aunque paradójicamente la situación de la oferta cultural, deportiva y de ocio es la mayor que ha existido jamás. Los bares y restaurantes de Adra nada tienen que envidiar al resto de la restauración y a la cocina almeriense. Presenta Adra una rica y variada ruta del tapeo que está a la altura de otras más promocionadas.
Afortunadamente el sector de la hostelería de barra, mesa y mantel, ha avanzado en nuestro pueblo de una manera notable en los últimos años. Entonces, ¿porqué no funcionan los alojamientos en el área más próxima de la población? Esa es una cuestión que habrá que analizar los abderitanos del futuro en su conjunto y no solo desde las instituciones. Hace unos meses la anterior corporación municipal anunciaba la firma de un contrato con una empresa consultora para la elaboración de un Plan Estratégico de Turismo para la ciudad de Adra, del que no se ha vuelto a tener noticias. Tal vez su puesta en valor, en el caso de que haya sido elaborado, pueda aportar claves importantes de lo que hay que hacer.
Lo que sí se puede solucionar o por lo menos tratar de mejorar, con los instrumentos que la normativa municipal establezca, es que este "efecto Detroit" de convivencia con edificios ruinosos, otrora emblemáticos, no vaya a más. Una cosa es que una aventura empresarial no salga bien y otra distinta es que ello, además de afectar al propietario y a los trabajadores, afecte a la imagen de un pueblo entero, que lucha por hacerse un hueco entre municipios sobrados de imagen, dinero y turismo con mayúsculas.
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