Crónica de unos almerienses en Cataluña: padres de los "charnegos”

Historias de Almería

losé Carretero y Luisa del Águila son uno de los miles de matrimonios que emigraron en pos de un futuro mejor

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Luisa del Águila y José Carretero, durante su última visita a la provincia de Almería. / D.A.

Almería/De acuerdo a la Fundación Pública Andaluza Centro de Estudios Andaluces (CENTRA), a comienzos de los años setenta, en Cataluña vivían 840.000 personas nacidas en Andalucía. Si a esta cifra se añaden los hijos nacidos ya en Cataluña, el total supera de largo el millón cien mil personas. “Los almerienses fueron los primeros andaluces en emigrar. La crisis de la minería y el retroceso en el sector de la uva de mesa llevó a que, ya en la temprana fecha de 1920, más de 40.000 almerienses se hubiesen visto obligados a emigrar, preferentemente con destino a Cataluña. Fueron los pioneros, pero no los únicos”, señala este organismo en su publicación ‘La novena provincia, la emigración de andaluces a Cataluña (AH 28)’.

Sólo entre de 1951 a 1960 fueron 38.414 los almerienses que dirigieron sus pasos a esta comunidad autónoma, y otros 32.621 en la década siguiente, por lo que podría ser la historia de los familiares de casi cualquier almeriense. En cualquier caso, es la del matrimonio formado por José Carretero y Luisa del Águila.

Eran años duros, y en Almería no sobraban las oportunidades. José, “Pepe”, llevaba trabajando desde los 12 años de carpintero cuando decidió emprender este viaje a Cataluña junto a su cuñado Baltasar para poder ganarse la vida. Si en la actualidad los servicios ferroviarios de la provincia son deficientes, en aquella época la situación era considerablemente peor. Sobre las dos de la tarde de un 4 de octubre de 1960 se montó en un tren que no llegaría a su destino hasta las diez de la noche del día siguiente.

Aunque ya tenía novia, ella no viajó con él. Pepe y Baltasar pasaron sus primeros meses en una casa de la calle Arqueros en la que una familia de origen almeriense alquilaba habitaciones. Lo que no sabía a su llegada es que pasado un tiempo su compañero retornaría a su provincia natal y lo dejaría “solo” en esta comunidad que había acogido ya a tantos vecinos de la provincia de Almería.

Acostumbrado a cobrar unas 300 pesetas de la época a la semana en su tierra, cuando encontró un trabajo en Montcada i Reixac que tenía una retribución semanal de mil pesetas nada más entrar, aquello le pareció todo un mundo. Y el punto de partida perfecto para comprar un pequeño piso en este municipio del Vallès Occidental en Barcelona.

Dos años pasaría sin nadie más en esta vivienda y con un noviazgo a distancia que superó todos los avatares posibles hasta que, pasado ese tiempo, Pepe retornó a Almería para casarse con Luisa. Su particular viaje de novios fue a bordo del mismo tren con asientos de madera que tardaría más de un día en trasladarles a Barcelona.

Almería: una verdadera catástrofe demográfica

Según la publicación ‘La novena provincia, la emigración de andaluces a Cataluña (AH 28)’ de la Fundación CENTRA: “El gran éxodo rural hacia Barcelona arrancó antes en la provincia de Almería que en el resto de Andalucía. Así, mientras en las otras siete provincias andaluzas la emigración a Cataluña arrancó en los años cuarenta, en Almería se inició en el quinquenio 1916-20 cuando la provincia registró un saldo migratorio negativo de 40.283 habitantes, seguido del de 1926-30 con 29.564, en dirección al resto de España. Ni siquiera durante el extraordinario éxodo rural del período franquista volverán a darse cifras semejantes. La intensidad del fenómeno resulta tan extraordinaria que el crecimiento vegetativo no llegó a compensar las pérdidas —algo que tan sólo se produce en muy contadas ocasiones y, aún, con retrocesos de población muy pequeños—, pasándose de los 391.623 habitantes de 1915 a los 355.373 de 1920: una caída del 11,34% de la población... ¡una verdadera catástrofe demográfica! El origen de esta huida masiva está en la crisis irreversible de la minería y en el retroceso de la viña, compartidas en ese mismo momento por las comarcas limítrofes con Murcia. El punto de destino fue una ciudad de Barcelona —con el añadido de las mayores poblaciones de su entorno— que experimentó una fuerte demanda de trabajo con motivo del crecimiento de las exportaciones a los países beligerantes en la I Guerra Mundial, primero, y las obras de urbanización que precedieron a la Exposición Internacional de 1929, después.

Como si fuese la cabeza de una expedición, la experiencia de Pepe hizo posible que posteriormente varios de sus hermanos se instalaran en La Llagosta, otro de los pueblos del Vallès Occidental, barcelonés. Una comarca de la que Pepe y Luisa no se moverían durante tres décadas, tiempo en el que, este almeriense que quiso buscar un futuro mejor, trabajó en la misma empresa. Su carrera laboral en Cataluña finalizaría en Granollers.

Años, primero duros, y poco a poco cada vez más desahogados en los que Pepe y Luisa tuvieron dos hijos, que a su vez les han dado cuatro nietos. Una descendencia que pertenece a los conocidos popularmente como “charnegos”. 

“Se sienten medio catalanes pero, sobre todo, almerienses y por eso, aunque no les gusta la política, no comulgan con los tintes que ha tomado la política catalana estos últimos años. Bajan cada año a pasar una temporada en su querida Almería, a disfrutar de las tapas, aunque han notado con tristeza que el tapeo ya no es lo de antes… Pero la familia tira mucho y sobre todo los nietos”, aseguran desde su entorno familiar almeriense, que recientemente ha podido disfrutar de nuevo de su compañía.

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